viernes, 6 de enero de 2017

Ilusión de Reyes

Todavía me acuerdo, como si fuese hoy, de aquel día.
Ya había llegado a esa edad en la que los Reyes Magos dejaron de ser mágicos y mi interés se centraba en descubrir con antelación dónde habían escondido mis padres los regalos. No quería saber lo que habían comprado. Eso era lo de menos. Mi ilusión era saber dónde estaban, la aventura de buscarlos, y ya de paso volver un poco locos a mis padres. 
Se había convertido, casi, en un ritual. 
Aquel año lo habían puesto difícil. Ya había revuelto toda la casa: armarios, cajones, despensa... ¡y nada! Incluso había bajado al trastero de extranjis y tampoco. 
¡No sabía dónde buscar más! Me había quedado sin opciones. 
Pero ese día... aquel día... cuando subí al coche con mis padres, se me encendió la bombilla. Era el único sitio donde no había rebuscado y apenas tenía acceso. ¡Tenían que estar allí! 
¿¿Pero cómo abrir el maletero sin que se enterasen?? Esa era una tarea imposible. 
El recorrido desde mi casa hasta el chalé de mis primas era corto, así que tenía que poner en marcha el ingenio, o mejor dicho, la picardía. 
Entonces se me ocurrió. ¡Podía acceder al maletero desde el asiento! (sí, precoz y conociendo ya los entresijos del coche)  
Así que, muy sigilosamente estiré mi brazo y tiré del asiento hacia adelante. No necesitaba abrirlo mucho, sólo lo justo para poder ver si había algo en el interior. 
Aún así, el hecho de estar sentada y mi corta altura no me permitían distinguir nada, por lo que tuve que levantarme y ponerme de rodillas... ¡Ajá! ¡Ahí estaban! ¡Tesoro descubierto! 
Y fue justo en ese momento cuando escuché detrás de mí al unísono... ¡¡¡Oye!!! [seguido de un "la madre que te p..."] 
Me reí con aquella risa de niña pequeña, de pilla... Mis padres no tuvieron otra opción que reírse también. ¡No había manera! ¡Era un caso perdido! ¡Todos los años igual! 
Tengo ese recuerdo muy grabado en la memoria. Son cosas de niños, pero es un bonito recuerdo. 

Hace años que no paso un día de Reyes en casa. Ya no sé lo que es aquella pequeña gran ilusión de levantarse por la mañana y ver lo que han dejado junto a los zapatos, si se han acabado la leche y las galletas, la familia reunida para comer porque había que distribuir los regalos que habían dejado en cada casa... ¡y el roscón! Porque como bien dice una amiga: el roscón es para el día de Reyes. Comerlo en otro momento no tiene gracia. 
No es una cuestión de edad, porque sigo siendo aquella niña para algunas cosas, pero creo que con el tiempo o con la distancia, la ilusión de ese día la fui perdiendo... aunque no lo niego: la echo de menos... 

-DetallesConectados-

No hay comentarios:

Publicar un comentario