jueves, 31 de mayo de 2018

Días malos

Hay veces en los que no te apetece nada. Momentos en los que no estás, en los que el mundo se te viene encima y no sabes ni cómo seguir. Y ni siquiera tú te aguantas. Porque ni tú misma sabes qué es lo que te pasa. Simplemente todo se para, y algo no está como estaba. 
Y supongo que la única solución para estas cosas es el tiempo. Y un abrazo, también. Pararte, dejar de pensar por un momento, relajarte y esperar que todo pase. No hay más.
Y no te preocupes, no pasa nada. Tenemos el derecho de tener un día malo, incluso dos. Los que sean. Sólo tenemos que saber aprender de cada uno de ellos, porque aunque creamos que no, siempre tienen algo que enseñarnos. 

Y con suerte, mañana, todo habrá pasado.

-Un rincón maravilloso-

miércoles, 30 de mayo de 2018

Haz siempre más

Haz más por ti.
Por crecer, por estar donde realmente quieres estar, por encontrar respuestas. Las que realmente te valen, y no quedarte con cualquiera de ellas. Con las primeras que lleguen. O con lo que sea que se le parezca.
Por cuidarte, a cada momento, y no sólo en circunstancias especiales.
Por no quedarte en menos pudiendo ser más.
Por ser todo lo que puedes ser y no fingir ser otra cosa.
Por crecer e ir a más. Y hacer siempre más.

-Entre suspiros y un café-

martes, 29 de mayo de 2018

Los trenes

La vida es muy parecida a cuando tomas un tren y disfrutas de un largo viaje. Recorres lugares hermosos, vives experiencias únicas y conoces una gran cantidad de personas que pueden marcar tu vida. Como todo viaje, está lleno de estaciones en las que siempre subirá o bajará un pasajero para llegar a su destino o volver de donde mismo llegó. En la vida es exactamente igual, pero no existe un vagón o una línea férrea. Esa es la única diferencia.
A lo largo de nuestra historia solemos conocer a una gran cantidad de personas con las que compartimos experiencias que muchas veces nos marcan, y otras que nos dejan alguna enseñanza. También existen ocasiones en las que aquellos que conocemos se quedan por siempre a nuestro lado, permitiéndonos conocerlos más y poder vivir muchas más aventuras. Sin embargo, también nos encontraremos con esas personas que llegan a nuestra vida, pero se van sin aviso, muchas veces para no volver más.
Y lo cierto es que, tal como las demás, también marcan nuestra vida, pues formaron parte de lo que vivimos y nos cambiaron la existencia al menos un poco. Significaron algo, ya sea bueno o malo, pues marcaron un antes y un después, un punto de no retorno, pues, luego de que se han ido, es claro que nada será como antes, porque no podemos pretender que no estuvieron si ya vivimos la experiencia con ellos.
Muchos dejan huella o cicatrices, pero lo que importa es cómo logran cambiar todo lo que hemos vivido a pesar de lo poco que estuvieron. Y quizá el cambio sea para bien o para mal. Quizá te enseñaron algo. Quizá te hicieron más consciente, o probablemente marcaron una mala experiencia en tu vida con la que pudiste aprender. Cada persona lo sabe, pero lo cierto es que cuando conoces a alguien que entra y sale de tu vida todo el tiempo, cambia tu historia y le añade otra estación, por muy pequeña que sea.

Aprende de las experiencias.

-Andrea Araya Moya-

lunes, 28 de mayo de 2018

Huele a verano

No sé si lo habéis pensado alguna vez, cuando llega el atardecer y las calles huelen a la sal del mar. Cuando corre una ligera brisa y a pesar de la hora que marca tu reloj, tan sólo una chaqueta te basta para recorrer las calles. Huele a verano. 
Cuando una cerveza, después de cenar, se alarga en una terraza, junto a un par de amigos. Cuando las voces llenan las plazas, y se oye el brindar de dos copas de vino. Cuando caminas por la calles, sonriente con un vestido de flores.
Cuando te pones tus gafas de sol, tu pantalón corto, tu camiseta de tirantes y un helado a juego. Huele a verano.

-Compartiendo Macarrones-

sábado, 26 de mayo de 2018

Existen

Parece que no, pero existen.
Existen esas personas que saben quererte de la mejor manera, que te aceptan tal y como eres y que no se bajan del tren en la primera avería. Existen personas que son capaces de arreglarte el corazón, rescatarte de esa mala racha y sacarte una sonrisa porque sí.
Existen personas que te sacan a bailar aunque no sepan, aunque te pisen constantemente el pie. Personas que se suben al escenario en aquel karaoke del pueblo simplemente por cantar contigo tu canción favorita. Personas que te invitan a una copa cuando lo único que necesitas es ahogar las penas. 
Existen personas que desde que las ves sabes que merecen la pena, con las que te sientes mejor y con las que sabes que siempre estarás a salvo. Personas que consiguen que se te olvide tu mal día y que te vuelvas un poquito más positiva, porque la vida en realidad no es tan mala como pensabas.
Existen personas que confían en ti, en lo que haces y en lo que eres capaz de conseguir. Personas que te animan hasta que alcanzas ese sueño que tienes en mente, que te dicen la verdad aunque duela y que te abrazan cuando casi no puedes parar de llorar.
Existen personas que hacen que te sientas un poquito más vivo. Y más feliz. 

Puedes creer que no, pero sí, existen. Sólo hay que saber apreciarlas.

-Un rincón maravilloso-

viernes, 25 de mayo de 2018

Pájaros

Reconozco que me apasionan los pájaros, serán mis ganas de soñar quizás, puede que mi sentimiento de libertad... quién sabe... yo sólo me dejo volar.

-Crisbelrobles-

martes, 22 de mayo de 2018

Lo bonico

Bonicas las palabras. Las que remueven el alma y dan color a las mejillas más pálidas. Las que levantan el ánimo, provocan sonrisas y alegran los días. Las palabras espontáneas que surgen de la nada y que lo valen todo. Las que cuestan tanto decir y dicen mucho con muy poco. Las que vienen de quienes más quieres y de quienes menos esperas. Las escritas entre emojis y abreviaturas, las que se pierden con el viento. Las que se susurran al oído, las que se dicen mirándose a los ojos.
Bonicas las risas. Las sinceras, las verdaderas, las espontáneas. Por su sonido, su melodía, su capacidad de romper silencios y borrar tensiones. Por su naturalidad. Las risas que se contagian, las que atraen sin maldad y provocan otras sonrisas. Las que relajan los hombros, la vida, los días. Las que quitan hierro y añaden sabor. Dulzura. Esencia.
Bonicos los suspiros. Los que te pillan de sorpresa y por la cosa más simple. Y hasta insignificante. Los que te pillan sin cámara o móvil que te haga perdértelo. Maldita costumbre la nuestra de querer grabarlo todo, en lugar de vivirlo en directo. Suspiros que te abren los ojos, la mente, el alma. Los que te dejan flotando y con la felicidad en los labios. Los que nos hacen más humanos.
Bonicas las sorpresas. Las que llegan una tarde cualquiera, las que rompen el aburrimiento, las que tiran abajo cualquier rutina. Las que te despeinan y alborotan el flequillo. Las que llegan para revolucionar tu mundo. Para cambiarlo, para quedarse. Para hacer borrones, cuentas nuevas, puntos y aparte.
Bonicas las personas. Las de ayer y las de mañana, pero sobre todo las de hoy. Quienes hoy te dan la mano y bailan a tu lado. Les guste o no la música. Se sepan o se inventen cada uno de los pasos. Quienes saltan en los mismos charcos y andan sin paraguas bajo los que resguardarse de la lluvia. Personas que tienen su propia luz y no dejan que nada ni nadie la apague. Personas que brillan y, lo más importante, que te hacen brillar a ti también. Que tú por tu cuenta, ya lo haces, pero ya se sabe aquello de que “en compañía se llega más lejos”.
Bonicos los regalos. Los de una fecha señalada y los improvisados. Los regalazos que cualquiera admira y los pequeños detalles que pasan desapercibidos para muchos, para la mayoría. Los que no vienen ni siquiera envueltos en coloridos papeles, ni con un cuidadoso lazo rojo. Los regalos porque sí. Porque apetece. Porque se sienten. Más allá de quedar bien o porque nos lo chive el calendario. Los regalos más personales. Los que se dan sin esperar vuelta. Los que emocionan incluso más al que los da.
Bonico el tiempo. Cuando nos da la razón y hasta cuando nos la quita. Sabio él. Por enseñarnos tanto, por enseñarnos siempre. Por enseñarnos a valorar realmente las cosas, lo que importa, y cada respiración. Por acompañarnos. Por hacernos cambiar de ideas, de planes, y hasta de sueños. Por ponerles fecha. Por darnos espacio para hacer, correr y volar. Por regalarnos oportunidades, hasta donde sólo vemos vacíos y finales.
Bonicas las caricias. En la espalda, en el pelo, en la mejilla. Las caricias con el mayor cuidado. Y respeto. Y deseo. Las que hablan tanto, que parecen llevar subtítulos. Las que hablan sin palabras.
Bonicos los sueños. Los que un día se materializan y se dejan rozar. Y tocar. Y sentir. Los propios y los ajenos. Los breves y los que llevan su tiempo. Los que parecían inverosímiles hasta que se hicieron. Los que pasaron desapercibidos, hasta convertirse en los más grandes. Los sueños que todavía nos quedan por cumplir. Los que cumplieron tus expectativas y los que las superaron. Incluso los que no, por el simple hecho de vivirlos.
Bonico tú. Por leer, por quedarte, por ser parte. Por estar ahí.
Bonica esa persona. La que alegra tu mundo. Cualquiera que lo haga un lugar mejor. Más bello. Más acogedor. Los que te acompañan, los que creen en ti. Los que algo te enseñan, aunque no se lo pongas fácil. Los que están, siempre que los llamas. Y aunque no lo hagas. Los que te enseñan a levantarte, cada vez que te caes, a contar, cada vez que pierdes la cuenta. Los que te hacen ser tú, y no dejar de serlo.

Bonica la vida, cada día que te sonríe y se deja acariciar.

-Entre suspiros y un café-

lunes, 21 de mayo de 2018

Sólo dos

Hay historias que fueron (y son) tan bonitas que no te crees que puedan llegar a ser ciertas. Que pasen los años que pasen, no eres capaz de olvidarlas. Porque las tienes ahí, guardadas en ese rincón del corazón y que salen a flote cuando el más mínimo detalle te lo recuerda.
Como hoy.
Porque esta historia, nuestra historia, empezó hace dos años. Porque hay historias que no se miden por segundos, sino por suspiros robados. Y hoy, tal vez más que nunca, me acuerdo de todos esos suspiros. De cada detalle, de cada segundo, de cada momento vivido, de cómo comenzó, de lo que pasó después, de lo que ha ocurrido desde entonces y de lo que está ya marcado en el calendario. 
Dos años sólo de aquel día y de aquellas horas tan intensas. Dos años a su lado, para mí, mágicos. Dos años que parecen décadas por la cantidad de minutos respirados. 
Porque cualquier distancia que haya habido, siempre ha sido corta. Porque las ganas de vernos podía (y puede) con todo. Porque son el manicomio perfecto para seguir enloqueciendo. Porque no hay suelo suficiente para viajar con ellas a todas partes. Porque a veces, cuando se cierra una puerta, se abre el universo entero y con ellas he descubierto y compartido planetas, estrellas y constelaciones. Porque entendemos nuestra locura y no queremos cambiarla. Porque sus pasos son mis alas y porque me motivan a ser mejor. Porque abrazamos de forma sincera y hablamos sin pelos en la lengua. Porque si unimos todas nuestras casualidades, se forma nuestro destino. 

Por muchos años más. Porque sigamos llenando nuestra agenda de eventos. Porque sigamos con nuestros aquí y ahora sin perder de vista el horizonte. 
Porque en ese horizonte quiero estar presente y que sigamos caminando juntas, lado a lado. 
Porque sigamos queriéndonos bonito. 

Os quiero infinito. ¡Feliz aniversario! ;) 

Hay personas que parecen que están hechas de todo lo que nos gusta. 
-Redry- 

-DetallesConectados-



domingo, 20 de mayo de 2018

viernes, 18 de mayo de 2018

Abrir los brazos

Qué bonita la vida, cuando abres los brazos. A todo lo que llega. A todo lo que parece que va a llegar. A todo el que quiera estar. A tu lado. Contigo. De tu mano.

-Entre suspiros y un café-

jueves, 17 de mayo de 2018

Sentirse orgulloso

Hay una gran diferencia entre alegrarse por alguien y sentirse orgulloso de alguien.
Alegrarse por alguien significa que te haya dado una buena noticia para él y que tu te alegres porque eso le hace bien, le va a aportar cosas buenas a su vida y bueno, te alegras.
Pero, cuando te sientes orgulloso de alguien es que tu has vivido ese día a día. Has visto como se ha arrancado la piel y el alma para conseguirlo. Has vivido como lloraba cuando se caía, y tú le cogías del brazo y le ayudabas a levantarlo. 
Sentirse orgulloso de alguien es vivir con él ese camino tan duro que ahora se convierte en éxito. 
Y no es un triunfo único, sino que se comparte. Porque esas cosas no se consiguen solas, hay mucha gente a tu alrededor que son tus pies y tus manos en el camino, y que te catapultan a donde tú quieres llegar.
Sentirse orgulloso de alguien es alegrarte tanto de que lo haya conseguido que parece que has sido tu mismo el que lo ha hecho.
Sentirse orgulloso significa sentirlo por dentro, tanto, que el alma te crece un poquito más y tu corazón se inunda de amor y de felicidad al mismo tiempo. Porque quieres tanto a esa persona, que su felicidad es la tuya, y eso te enorgullece.

-Dime tú cómo lo ves-

miércoles, 16 de mayo de 2018

La amistad

La amistad siempre lleva acento. Algunas veces tilde. Quizá incluso alguna coma, o punto y seguido. Pero nunca punto y final.
A veces se necesita algún cambio de aceite, acelerar, frenar o cambiar de sentido. Pero nunca dar marcha atrás, ya que los kilómetros recorridos siempre llevan moraleja.
En ocasiones habrá muros, más o menos altos, que impidan ver al otro lado. Alambres de espino que siempre se podrán esquivar, si ambos lados buscan encontrarse de nuevo.


Pero nunca habrá punto y final. No hay muerte, ni vida, que sea capaz de separar lo que un instante, en cualquier parte del mundo, capturó una cámara y convirtió, sin quererlo, en un recuerdo imborrable.


-Alejandro Sotodosos-

martes, 15 de mayo de 2018

Alma del horizonte

Hay personas con las que puedes sentarte por horas y vidas enteras en una roca, o en un banco de cualquier parque, o en medio de la calle, o en medio de un desierto, y ser la persona más feliz del mundo.
El paisaje no está en los lugares. El horizonte más grande, siempre, siempre está en las almas que lo habitan.

-Ada Luz Márquez-

lunes, 14 de mayo de 2018

Magia

Hay personas que aparecen en tu vida justo en ese momento en el que estabas hecha pedazos, a punto de rendirte. 
Llámalo casualidad o destino, incluso suerte, pero yo lo llamaría magia.

-Un rincón maravilloso-

sábado, 12 de mayo de 2018

No son cosas

Las cosas más importantes de la vida, no son cosas.... son emociones, sensaciones, sentimientos.
Los regalos más especiales no se compran ni tienen precio: el cariño, la amistad, el amor, la lealtad, la generosidad...
Si tienes esto, siéntete la persona más afortunada del planeta, porque será lo único que siempre irá contigo. Será lo que de verdad te hará feliz. 

-Rosa Vidal Ross-

viernes, 11 de mayo de 2018

3M

Qué raro resulta salir los domingos de la estación con luz y no bajo la oscuridad de aquel tren cama nocturno.
Qué raro resulta tener como destino una ciudad a tan sólo una hora de distancia y no aquellas interminables nueve.
Qué raro sentirme rodeada de edificios que todavía no los siento como míos pero que no tardando lo serán.
Qué raro volver a levantarse cada día sabiendo que tienes que comenzar esa rutina diaria que aún estoy buscando.
Qué raro poder estar tan cerca de quien quiero pero a la vez de nuevo lejos.
Han sido unos meses largos por el nerviosismo del cambio y la ansiedad del querer tener todo resuelto con un chascar de dedos, pero al mismo tiempo unos meses de encontrar esa tranquilidad que necesitaba y que encontré gracias, principalmente, a las que están ahí perennes e incondicionales como siempre.
Ya me había habituado a muchas cosas e incluso a una rutina, aunque fuese mínima, y que si soy sincera, hasta había aprendido a saborear. He valorado cada segundo vivido y no he desaprovechado las oportunidades de hacer alguna que otra locura. Pero ahora, y a pesar de ver cumplido el sueño que tanto anhelaba, echo de menos alguna que otra cosa, como esas tardes de gym o esa facilidad de poder quedar en cualquier momento con mis chicas.
La vorágine de estos primeros días me ha absorbido completamente. Aquello de las 3M (Madrid Me Mata) comienza a cobrar sentido de manera casi literal y ya he empezado a sentir en mi propia piel la locura de esta ciudad, aunque no haya sido con el significado original. Esa mezcla del tamaño de la urbe y los horarios locos hace que las horas de vida, fuera de la parte laboral, sean casi nulas, y aunque las haya, el cansancio es tal que lo único que apetece es llegar a la cama para poder descansar y no empezar el día siguiente hecha unos zorros.
Así que apenas he tenido tiempo para hacerme con sus calles y su gente, mucho menos asentarme, aunque supongo que poco a poco todo irá llegando.
Estos primeros días, de camino al trabajo, veo el campo con la sierra al fondo por la ventana del tren. Siempre me siento en el lado izquierdo del vagón, mientras el sol, que empieza a ascender, va batiendo en mi cara. Se agradece tener esa visión a primera hora de la mañana, de desconexión momentánea antes de comenzar el día de trabajo.
El poco tiempo de calma que he tenido, me he ido acordando de todos esos que han estado a mi lado durante estos últimos años. Los que estuvieron desde antes y los que me acompañaron desde hace menos. Me he acordado de aquellos, que sin meterme presión, supieron estar y ser lo que era necesario en cada momento. La decisión siempre estuvo en mi poder, pero algunos de vosotros os convertisteis en cuerdas, en manos amigas, en conversaciones nocturnas con una copa de vino o sin ella... Momentos que no se olvidarán.
Pero confieso que hay tres personas (mi pequeña, mi chico y mi sis) que especialmente he sentido de alguna manera más cerca y que cuando he tenido momentos de bajón y de flaqueza durante estos primeros días, me he obligado a recordar todas aquellas palabras de aliento, de ánimo, y esas pequeñas cosas que me ayudaron a no desistir de mi sueño. Tal vez porque las conversaciones a lo largo de todo este tiempo han sido más intensas con ellos, más vividas y más compartidas.
El caso es que a pesar de estos inicios de incertidumbre, nervios, expectación e incluso abrumación, tengo claro una cosa: os venís conmigo en esta nueva etapa.
Os espero en la ciudad que nunca duerme.

-DetallesConectados-

miércoles, 9 de mayo de 2018

Filosofía de vida

No sé si alguna vez te has ido a la cama con sensación de angustia, con esa inquietud que te dice que algo no va bien. Quizás algún día no hayas querido levantarte de la cama, literalmente. No hablo de pereza, sino de no querer enfrentarte a nada, con la sensación de que el mundo te ha ganado la batalla y la realidad te supera. No sé si alguna vez te has puesto a llorar desconsoladamente, sin saber exactamente por qué pero con la seguridad de que todo es un asco. Si alguna vez has estado cansada de tu vida. No sé si es por las expectativas, o por esta realidad que nos empuja a querer más, más dinero, más cosas materiales, más amigos, mejor físico. Siempre más, más y más. Y cuando logras algo, la satisfacción apenas dura un instante, cuando te das cuenta de que no es suficiente. Nunca es suficiente.
Un día una amiga me dijo que creía que su vida no tenía sentido, que se sentía perdida. Que no era capaz de alegrarse de verdad, que sentía la tristeza agarrada al pecho y las cosas buenas nunca le parecían lo suficiente buenas como para ser realmente feliz. ¿Cómo se supone que debemos sentirnos cuando somos realmente felices? Y, en un mundo en el que siempre tenemos que estar alegres, como aparentemente lo están todas las personas que nos rodean, sentirse así todo el tiempo es agotador. Con la sensación de frustración a nuestras espaldas, invertimos toda nuestra energía para luchar contra nuestros demonios, y esa voz en la cabeza que sólo sabe recordarnos nuestros fracasos. 
No sé si algún día has pensado que lo mejor era desconectar. Alguna vez me he planteado dejarlo todo, irme sola a viajar y olvidarme de todo lo demás. Dejarlo todo, se dice pronto. Nunca lo he hecho, quizás porque no estaba tan mal como creía o porque nunca he reunido el valor que se necesita. Porque, al final, cuando pensaba en el avión no podía evitar recordar todo lo que dejaría en tierra. A veces se me olvida, pero es demasiado. No quiero perderlo ni dejarlo atrás.
Creo que es muy difícil enfrentarse a una realidad que no nos hace felices. Y cuando crees que todo va mal, de repente se arregla algo y todo lo demás encuentra su sitio, como si se tratara de un puzzle. Así que cuando creo que todo es una mierda, pienso en si realmente lo es todo o solo es una cosa, a la que no me quiero enfrentar, que no quiero ver, que nos quiero pensar en ella, la que me está haciendo daño. 
Y voy a por ella, o no. Pero sé que es eso y me obligo a ver lo positivo de todo lo demás. Me digo que ya sé lo que. ¿No quiero enfrentarme a eso? Pues tendré que aprender a vivir así. ¿Quiero hacer algo al respecto? ¡Pues a por todas! Así que cuando siento que algo va mal, simplemente me esfuerzo en saber qué es exactamente, me dedico todo el tiempo que necesito para encontrar la respuesta y me escucho. Porque hay tanto ruido a nuestro alrededor, tantas cosas por hacer, tantas prisas, tantos consejos, tantas restricciones, que a veces olvidamos que lo único que necesitamos es un poco de silencio, meditación. 

Es la única forma de escuchar nuestros pensamientos. 

-Compartiendo Macarrones-

martes, 8 de mayo de 2018

Me han dicho, Madrid

Me han dicho, Madrid, que desde tus terrazas se puede tocar el cielo. Que se puede recorrer tu Manzanares, al que algunos como Quevedo se atreven a llamarlo arroyo, por la arteria verde de Madrid Río. Que en el barrio de las letras, autores de todos los tiempos cobran vida en las piedras que lo conforman. Que en el Rastro, que decora las calles de La Latina, se pueden encontrar pequeños objetos perdidos en el tiempo, que hay antigüedades de historias pasadas, donde tus calles aún eran de tierra y canto, y no de cemento. Me han dicho que en El Mercado de la Cebada, los domingos de cañas interminables y de vinos con sabor a sol, puedes comer cualquier obra maestra en forma de tapa.
Me han dicho que estás hecha de rincones secretos, de historias malditas y de personajes indescifrables. Aún no me he atrevido a recorrer los pasillos del museo Reina Sofía a las tantas de la noche, y mi mirada se pierde en el el abismo cuando camino por tu Viaducto de Segovia, o lo que otros llaman El puente de los suicidas. Aún no he probado esa leche de Pantera que quita el hipo y la consciencia en los soportales de Moncloa, ni me he aventurado por esa calle de Noviciado sobre la que algunos susurran historias de terror. Pero sí me he pasado más de una vez por alguno de los bares que rodean La Plaza Mayor para disfrutar de tus bocadillos de calamares, o he perdido la noción del tiempo en algunas de las terrazas recónditas de Malasaña, que hasta los años 80 se llamaba Maravillas, no por las que allí te puedes encontrar, sino por un convento.
Cómo no volver. Madrid, me han dicho que no hay atardeceres más bonitos que los que puedes vislumbrar desde el templo de Debod, desde tu parque El Capricho, o desde el parque del Retiro. Me han dicho que da gusto recorrer tus calles, pero más tus entrañas. Y es que el metro de Madrid es un espacio donde de mezcla el arte, la publicidad, la diversidad y sus gentes de vidas ajetreadas.
Madrid, muchos me han dicho que no podrían vivir contigo, que eres demasiado ruidosa, nerviosa, que siempre vas con prisas. Pero yo les digo que no te conocen, no te conocen bien. Porque hay días en los que el calor de tu cemento nos derrite las ideas, y esa boina de humo gris que a muchos parece nos importar, a otros nos rompe el corazón. Pero todo lo que puedes ofrecer equilibra cualquier balanza, sólo basta un vistazo a tu Plaza de Callao desde la terraza del Corte Inglés, o un segundo contemplando a tu imponente Cibeles desde su Palacio, para darte una nueva oportunidad.
Madrid, me han dicho que tratas por igual a los que están de paso, a los tuyos, y a los turistas sin billete de vuelta. Y precisamente eso, es lo que te hace tan especial.

-Compartiendo Macarrones-

domingo, 6 de mayo de 2018

La vida, pequeños momentos

Salir hasta que salga el sol. El “escribiendo…” del chico que te gusta. Un masaje. El mar. Reunirte con todas tus amigas. Salir tarde y recogerse más tarde todavía. Cenar en tu restaurante favorito. Y que te inviten. No poner el despertador un lunes. El Wi-Fi. Hacerte una foto con tu amiga y que salga bien a la primera. Quitarte el sujetador. El aperitivo que te pone tu abuela con un primer, segundo y tercer plato cuando vas a verla, sea la hora que sea. La marca del bikini. Los reencuentros. Un beso en el cuello. Ir a comprar y que tu madre no te deje sola en la cola del supermercado. Comer chocolate el primer día de dieta.

Que no se te encrespe el pelo cuando te has tirado horas y horas arreglándotelo. Reír cuando no se puede. Encontrar en rebajas lo que tanto buscabas. Encontrar aparcamiento a la primera. Y aparcar bien sin tener que entrar y salir tropecientas veces. Recibir una carta. Cantar en la ducha. Un plato de jamón. Sonreír sin darte cuenta. Hacer un regalo y acertar. Que tu novio se dé cuenta del nuevo color de tu pintalabios. Vestirte como te dé la real gana. Las sorpresas. Mirar el móvil para ver la hora y acabar mirándola. Pintarte la raya del ojo a la primera. Acabar como una cuba el día que no ibas a salir. Y no tener resaca. Los abrazos. Bailar hasta que te duelan los pies. Ver fotos de hace años. Escuchar canciones antiguas y que se vuelvan tus preferidas. Viajar. Un atardecer bonito.

La vida, pequeños momentos.

-Un rincón maravilloso-

sábado, 5 de mayo de 2018

viernes, 4 de mayo de 2018

Los principios

Dicen por ahí que los principios de nuevas oportunidades siempre te ponen un nudo en el estómago, que son un poco más difíciles y que nos dejan sin dormir el día de antes. 
Y cuánta razón.
Dicen, también, que da un poquito de miedo. Pero supongo que no pasa nada. Es normal que le des vueltas a la cabeza sin saber qué va a pasar, sin saber si vas a acertar, si vas a hacer las cosas bien o si el día de mañana te sentirás orgullosa de lo que has hecho.
Y puede que no haya nada que te quite ese mariposeo en el estómago ni esos nervios.
Puede que lo único que puedas hacer es agarrar bien fuerte esa oportunidad que se te pone por delante, darle una patada a los miedos y plantarte tu mejor sonrisa. Respirar, contar hasta diez y llenarte de valor. Salir ahí fuera a dar lo mejor de ti, y si algo sale mal, se corrige y para adelante. Porque los errores están para aprender de ellos.

Y porque tú vales más de lo que te puedes llegar a imaginar.
Sólo tienes que creértelo y demostrarlo.

-Un rincón maravilloso-

miércoles, 2 de mayo de 2018

Viajar con ojos de ver

Es fácil viajar cuando lo haces con amigas que sienten, viven, exprimen y aprecian los detalles como tú. Que patean kilómetros para conocer de arriba a abajo el destino, aunque estéis completamente rotas de cansancio. E incluso algo más que no estaba previsto en el itinerario. Si sabes con quién da igual a dónde.
Ciudad de contrastes extremos pero con esa belleza singular que caracteriza a cada rincón del planeta.
Ir con la mente receptiva y los ojos abiertos de par en par independientemente de donde se vaya. Empaparte de lo que te va rodeando. Esa es la premisa siempre.
Si viajas sólo por viajar, sin los ojos de ver, te estarás perdiendo la esencia por el camino.
Difícil será olvidar este viaje por el antes y sus nervios, el durante y la emoción del descubrimiento y el después y todo lo que nos viene.
El próximo golpe, ¿dónde?

Lo divertido del camino es perderse con los amigos.

-DetallesConectados-

martes, 1 de mayo de 2018

Querida yo del futuro:

Qué miedo me da imaginarme lo que andarás haciendo dentro de 20 años. A saber la de estupideces que habrás cometido. A saber las cagadas que habrás soltado por ese piquito de oro que tienes, y a saber los pasos hacia atrás que habrás dado por miedo.
Ojalá no cambies. Ojalá siempre seas igual de feliz que lo somos ahora. Ojalá no se te olvide ese sentimiento que te mueve y te hace sentirte viva. 
Ojalá que lo único que haya cambiado entre tu y tus amigas hayan sido las canas y las patas de gallo que os hayan salido.
Ojalá sigas cantando en la ducha y oliendo los libros recién comprados.
Ojalá sigas teniendo compasión por aquellos que lo pasan mal, y ojalá tus principios nunca cambien.
Hagas lo que hagas, estés dónde estés y con quien estés, disfrútalo.
Que las dos sabemos que podemos perder de todo menos el tiempo. 
Ojalá nunca pierdas las ganas de vivir, pase lo que pase. Ojalá te levantes la mayoría de las mañanas con la energía mañanera que tenemos sin café.
Ojalá sigas queriéndote. Porque si algo he aprendido en este tiempo es que no hay cosa peor que no quererse a uno mismo, porque así jamás querrás con todo el corazón a los demás.
Sigue valorándote. Sigue creciendo en todo lo que hagas. 
Si cumples tus metas, invéntate otras nuevas.

Pero sobre todo, espero que no te hayas alejado de esas personas que provocan la felicidad en ti.

-Dime tú cómo lo ves-