martes, 31 de enero de 2017

Carta

¿Qué andas persiguiendo con tanto afán? ¿A qué le dedicas tanto tiempo? ¿Por qué te esfuerzas tanto? Sé que desde pequeña siempre has querido ser la mejor. De forma innata te preocupabas para que todo saliera como se suponía que debía salir. Prestando atención a cada detalle. Trabajando siempre hasta tarde. Exigiéndote siempre un poco más.
Ha sido esa capacidad innata de auto mejorar, de seguir siempre hacia delante, la que te ha llevado hasta donde te encuentras ahora. Tienes motivos para estar orgullosa. Tu camino no ha sido fácil, aunque cuando te compares pienses que no tienes razones para quejarte. Aunque cuando te quejes, te arrepientas al pensar que hay gente pasándolo mucho peor. 
A veces, no digo siempre, creo que se te ha colado en la cabeza la idea de que tú tienes que soportar todo el dolor. Que tu capacidad de aguante está a prueba de bombas. Que la vida te ha hecho fuerte y te ha llevado hasta donde estás para que seas motivo de consuelo y nunca una carga para los demás. 
Temes que los demás descubran tus defectos. Aunque te cueste admitirlo. Y esa es otra de las razones por las que te esfuerzas siempre por ser la mejor. No buscas admiración. No, no es eso. Simplemente aprendiste que hacer las cosas bien tiene una finalidad en sí misma. Que está bien. Que te hace feliz. A ti y a los que te rodean. 
Pero eso no siempre es posible. A veces la vida se complica. A veces no es culpa de nadie. Simplemente las cosas pasan. Pero por algún motivo tú no puedes dejar de sentirte responsable. Quizá no de la situación, pero sí de hacer algo al respecto. Es como si tu cabeza no fuera capaz de parar. Un tren que se mueve a toda velocidad. Hay días buenos, en los que más o menos lo puedes controlar. En los que consigues mantener las cosas en su sitio. Pero otros, otros simplemente tienes ganas de llorar. Y lloras sola y para tus adentros. Sin que nadie te vea. Sin que nadie te oiga. Sin que nadie te vaya a consolar. 
A veces, y perdona que me entrometa, se te ha metido demasiado fuerte en la cabeza que no debes molestar a nadie con tus pequeños problemas. Que son nimiedades comparados con las desgracias que suceden en el mundo. Pero no te das cuenta que no hay mayor dolor que el de sufrir solo –por pequeño que sea el problema–. 
Si te pasa esto seguramente sea porque tienes una gran sensibilidad. El mundo te inspira y te conmueve y de ahí tu gran capacidad para seguir adelante a pesar de las dificultades. Pero que seas capaz de seguir adelante no quiere decir que te resulte más fácil que a los demás. 
Deja que te diga que no mereces sufrir en soledad tus heridas. Que importan tanto que encontrarás personas dispuestas a dedicar su vida a curarlas. Tener miedos, defectos, problemas, preocupaciones no te convierte en una carga sino en la maravillosa posibilidad de que alguien te quiera por lo que eres. 
Sé que todo esto ya lo sabes. Al fin y al cabo, tú me lo enseñaste. Sólo te lo recuerdo para que sonrías si se te olvida, pues como todos, a veces, tú también fallas. 

-Hoy quizá sí-

lunes, 30 de enero de 2017

Volver a creer en la magia

A ti que no existes todavía:

Necesito quedar hoy contigo. Necesito que me abraces fuerte en cuanto me veas llegar, sin hacerme preguntas. Necesito que no te molesten mis lágrimas, que simplemente beses mis ojos y me digas que todo va a ir bien a partir de ahora. Necesito que me invites a un helado y me acompañes de la mano a dar un largo paseo. Y que pongas tu brazo sobre mis hombros cuando notes que tengo frío. Necesito, más que cualquier otra cosa, que me demuestres que puedo confiar en ti, que no me vas a dejar caer si en algún momento me fallan las fuerzas.
A ti que aún no existes, te voy a pedir que me enseñes que quedan personas buenas y honestas. No creas que te cargo con la responsabilidad de enmendar errores ajenos, eso no sería justo. Yo también me equivoqué cuando elegí a otros, y no es tu culpa, pero ahora que vuelvo a desnudar mi alma ante alguien, te pido que no me falles. 
Necesito que no tengas prisa, que no me presentes aún a nadie de tu entorno, porque tengo miedo a lo que pueda venir después. Que no te molestes si parezco un poco distante por el móvil, es que prefiero el contacto en persona. 
Necesito que sepas que no eres el sustituto de nadie, que jamás te venzan los celos y vivas con la seguridad de que si te elijo a ti es porque sólo quiero compartir mi vida contigo. Necesito que me cuentes tus problemas, pero que no me hagas mentir nunca a nadie. 
Sé que me vas a llenar de besos y sólo te pido que detrás de ellos no haya maldad ni interés, que estén llenos de ternura. No te pido tampoco que me hagas olvidar el pasado, sólo que comprendas y aceptes que existe y me ames con él. 
No necesito que mates monstruos por mí, ni que busques culpables a cada uno de mis dramas, porque prefiero que te dediques a mí, a nosotros, a todo lo que está por llegar, para que juntos podamos dejar el rencor atrás.
Sé que quizás aún no te conozca, o que te conozca de hace poco y también sé que te asusta mi seguridad, pero no es oro todo lo que reluce, a veces yo también me rompo. 
Necesito que me quieras, que me admires, y que te sientas orgulloso de mí. Necesito que seas sincero y protestes cuando algo no te gusta. No te pido que me salves, soy fuerte y sé volar sola, sólo que si después de todo esto, aún te quedan ganas de intentarlo, luches porque vuelva a creer en la magia. 

Atentamente, la chica que aún espera que existas. 

-La mirada de Julita-

domingo, 29 de enero de 2017

De casualidad

Alguien me dijo una vez que las casualidades no existen.
Que nada ni nadie llega a tu vida por cuestión del tan socorrido azar, o por haber sido bendecido por la tan deseada suerte. O por cualquier otra excusa que se quieran inventar. Ni por tener un destino escrito o saber jugar bien sus cartas. Ni por haber tentado y haber ganado la partida, sea la que sea. Ni siquiera por haber sido tocado por alguna varita mágica o creer en su existencia.
Aparecen.
Algunos dirán que de la nada. Y como si nada. Como si fuera incluso posible. Como esa visita inesperada que te encuentra desprevenido y fuera de juego. Llegan de sorpresa, como si hubieran aguardado el momento perfecto detrás de alguna esquina. Mirando de reojo, decidiendo cuándo sí y cuándo mejor no. Como si hubieran andado de puntillas hasta haber llegado a tu lado. Para elegir. Para saludar. Para entrar sin avisar. Y sin resistencias.
Resistencias por nuestra parte, claro. Las que sacamos queriendo y sin querer. Las que más. Las mismas que tan a menudo nos impiden ver lo que tenemos delante. O justo al lado, tocándonos apenas lo necesario para hacerse sentir. Las que nos colocan un fino velo en los ojos para filtrar lo que vemos y lo que no. Decidiendo en muchos casos en nombre propio. Dejándoles decidir nosotros y hacerse cargo, en otros.
Un falso fluir.
Dicen que todo lo que se nos presenta en la vida, lo hace con un motivo. Absolutamente todo, y todas y cada una de las personas que conocemos, lo creamos o no. Vienen con un propósito auténtico y único. Real y sólido. Un por qué con respuesta, aunque no lo parezca, al menos de entrada. Un para qué más que preciso. Una intención bien definida que nos lleve a una finalidad muy clara. Una razón que no siempre es fácil entrever y a veces es hasta difícil de digerir.
Que no imposible, ojo.
Difícil de aceptar o entender, puede ser por la novedad que acarrea, por poner patas arriba el “orden” que teníamos, o creíamos tener. Por poner en marcha un motor que todo lo cambia. O sólo lo justo. Por lo menos al principio. Por las consecuencias que nos deja, por las reacciones que provoca, por lo inverosímil que parece.

[...]

Llegan con una enseñanza debajo del brazo. Como el pan que dicen traer los niños al nacer. Algunos lo llaman suerte, otros fortuna. Algo que quizá nadie más te podrá dar o enseñar. O al menos, no de la misma manera. Quizá en otro momento y sobre otro escenario. Pero ya no será lo mismo, será otra la enseñanza. Dicen que las personas son únicas y distintas unas de otras, por algo será.
Llegan para ayudarte, con algo o con alguien. Porque estás atascado, o por todo lo contrario. Por ser hora de mover ficha o de cambiar de zapatos. En tiempo presente o con aires de pasado, por aquello de avanzar, de olvidar, de dejar marchar. Otros quizá tendrán el punto de mira puesto en el futuro, a modo de aviso, de advertencia, de consejo. Cada cual… La cuestión es saber verlo, estar dispuesto a oírlo, a interpretarlo, a llevarlo a nuestro terreno. Y sobre todo, querer actuar.
Sin acción no hay resultados.
Llegan para hacerte cambiar. De golpe o poco a poco. A tu ritmo. Por ti mismo, por tu propia voluntad y deseo, nadie habla aquí de fuerza. Quizá sólo te hacen cambiar el modo en que te peinas el flequillo. O puede que sólo te despeines un poco, sólo lo necesario para notar un “algo” distinto. O puede que des tal giro, que ni tú mismo te reconozcas al mirarte en el espejo.
Llegan para hacer un regalo, uno muy especial. Siempre. Uno de esos regalos que lleva tu nombre en letras grandes y se esconde bajo un enorme lazo rojo, que no puedes esperar a deshacer. Quizá camuflado debajo del brazo, hasta imperceptible en un principio. O puede que seas de esas personas a las que les cuesta trabajo aceptarlo, por el qué dirán, por no creer merecerlo, por no atreverse a cogerlo. Pero ahí está, esperando. Esperándote.
Llegan… porque es su momento. Porque tienen que llegar. Sí o sí. Porque quieren llegar. No tanto por ser lo que toca, sino por ser lo que necesitas. Aquí y ahora. Ni antes ni después. Porque llegó su soplo de gloria, su minuto de oro, su alegato ganador.
Y puede que llevaras tiempo esperando. Esperando a algo o alguien. Alguna señal. Alguna pista que despejara tus dudas o aclarara tus ideas. O puede que realmente no lo esperaras para nada. O ambos. Puede que te cansaras de esperar y decidieras no volver a hacerlo. El orden de los factores no altera el resultado.
Lo que ha de ser será. Y no por casualidad.

Pero llegar, llega.

Siempre, siempre, por causalidad.

-Entre suspiros y un café-

sábado, 28 de enero de 2017

Una vida

Me gustaría tener la capacidad de hacer felices a los que más quiero, saber qué les preocupa sin necesidad de preguntarles y ofrecerles la solución a todos y cada uno de sus problemas. Me gustaría estar al día de lo que necesitan, que un gesto mío tuviera el poder de transformar sus días malos en buenos, no juzgar ni uno sólo de sus pasos sin haber hecho antes el esfuerzo de ponerme en sus zapatos.
Me gustaría recordar cada cierto tiempo qué es lo que nos une, poner la cuenta a cero y seguir sumando, como siempre. Me gustaría hacer memoria con ellos sobre cómo eran nuestras vidas antes de conocernos y preguntarnos por qué aún seguimos en contacto, nada como poner en valor aquello que de verdad lo tiene para sentirnos afortunados de nuevo, una y mil veces.
Me gustaría infundirles seguridad, que vieran tan claro como yo que son capaces de cambiar el mundo con sólo poner un pie fuera de la cama. Me gustaría hacerles olvidar sus dudas, recordarles que si han llegado hasta aquí, podrán hacerlo hasta allí… Que apenas unos peldaños les separan de su objetivo, de esa meta que cada vez está más cerca. Me gustaría apagar el despertador que se empeña en poner fin a sus sueños.
Me gustaría verles recoger los frutos de lo que han sembrado, pero más aún cosechar con ellos, mano a mano. Me gustaría hacerles ver con hechos y no con palabras todo esto… Tengo toda una vida para intentar conseguirlo.

-Te lo dije cantando-

viernes, 27 de enero de 2017

Cerillos

Hay momentos en los que la vida te pide una limpieza general, desde lo personal hasta los armarios. Y ha sido una de esas limpiezas la que me ha hecho retroceder más de diez años en el tiempo.
Los móviles empezaban a ser la forma general de comunicación e íbamos dejando atrás el teléfono fijo e incluso las cartas, que se convertían en algo obsoleto y anticuado. Pero había personas que se resistían a abandonar ciertos hábitos y yo era una de ellas. 
Ahora soy consciente de ello... pero siempre, desde bien temprano, me gustó escribir y en aquel tiempo me negaba rotundamente a prescindir de una rutina que adoraba.
Tuve la suerte de conocer en ese instante a alguien que ha tenido (y lo sigue teniendo) un lugar privilegiado en mi vida. A pesar de vernos con frecuencia y tener móviles, comenzamos a escribirnos cartas. Se convirtió en algo regular y cada vez que nos veíamos hacíamos el intercambio. 
Entre tanta caja, carpeta, libro acumulado a lo largo de los años, he rescatado algunas de esas cartas. Volver a leerlas ha sido una bocanada de aire fresco y es que, a mis veinti-pocos, tenía/teníamos algunas cosas bien claras y aparentemente muchas de ellas todavía se mantienen. 
He recuperado de una de ellas un fragmento del libro "Como agua para chocolate" de Laura Esquivel que parece que llega (de nuevo) en el momento oportuno. ¡Qué suerte es tener cerca a personas que te regalan literatura aunque sea en forma de pequeños pasajes! 
Me hubiese gustado leer estas cartas más a menudo. Tal vez, en ciertas alturas, me habrían ayudado a atravesar tiempos difíciles. 
Gracias por estar ahí siempre mi pequeña estrella. 
-DetallesConectados- 

Como ve, todos tenemos en nuestro interior los elementos necesarios para producir fósforo. Es más, déjeme decirle algo que a nadie le he confiado. Mi abuela tenía una teoría muy interesante, decía que si bien todos nacemos con una caja de cerillos en nuestro interior, no los podemos encender solos, necesitamos como en el experimento, oxígeno y la ayuda de una vela. Sólo que en este caso el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así encender uno de los cerillos. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción. Se producirá en nuestro interior un agradable calor que irá desapareciendo poco a poco conforme pase el tiempo, hasta que venga una nueva explosión a reavivarlo. Cada persona tiene que descubrir cuáles son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que se produce al encenderse uno de ellos es lo que nutre de energía al alma. En otras palabras, esta combustión es su alimento. Si uno no descubre a tiempo cuáles son sus propios detonadores, la caja de cerillos se humedece y ya nunca podremos encender un solo fósforo.
Si eso llega a pasar el alma huye de nuestro cuerpo, camina errante por las tinieblas más profundas tratando vanamente de encontrar alimento por sí misma, ignorante de que sólo el cuerpo que ha dejado inerme, lleno de frío, es el único que podría dárselo. 
[...] 
Por eso hay que permanecer alejados de personas que tengan un aliento gélido. Su sola presencia podría apagar el fuego más intenso, con los resultados que ya conocemos. 
Mientras más distancia tomemos de estas personas, será más fácil protegernos de su soplo. [...] Hay muchas maneras de poner a secar una caja de cerillos húmeda, pero puede estar segura de que tiene remedio. 
[...] 
Claro que también hay que poner mucho cuidado en ir encendiendo los cerillos uno a uno. Porque si por una emoción muy fuerte se llegan a encender todos de un solo golpe producen un resplandor tan fuerte que ilumina más allá de lo que podemos ver normalmente y entonces ante nuestros ojos aparece un túnel esplendoroso que nos muestra el camino que olvidamos al momento de nacer y que nos llama a reencontrar nuestro perdido origen divino. El alma desea reintegrarse al lugar de donde proviene, dejando al cuerpo inerte… Desde que mi abuela murió he tratado de demostrar científicamente esta teoría. Tal vez algún día lo logre. ¿Usted qué opina?

-Como agua para chocolate, Laura Esquivel-

jueves, 26 de enero de 2017

Click

Y de repente, un día, sin saber exactamente qué lo causó, algo te hace “click” en la cabeza. Y despiertas. De repente, comienzas a entender qué te gusta y qué no. Empiezas a comprender que es hora de pensar un poquito más en ti y un poquito menos en los demás.
Entonces, es justo en ese instante, en el que miles de millones de posibilidades se cruzan y entrelazan unas cosas con otras por tu mente. Y de repente, te sientes segura y con fuerzas.
Poco a poco te alejas de aquellos que restan la energía positiva de tu vida y cuidas más a aquellos que aportan valor.
Y te darás cuenta de que sí, es posible ser mucho más feliz de lo que imaginaste alguna vez.

-Un rincón maravilloso-

miércoles, 25 de enero de 2017

Para los que están lejos de casa

Me gusta viajar. Me gusta conocer nuevos lugares, nuevas formas de vida, nuevos idiomas. Me gusta conocer gente nueva, todas las formas diferentes que tienen de hacer reír a una persona. Me gusta hacer de cualquier mochila mi casa a cuestas. Yo lo hago por ocio siempre que puedo, pero hablo de los viajes un poquito más largos. Esos que te obligan a desempaquetar y acostumbrarte a una nueva ciudad, a unos nuevos horarios, a una nueva almohada, que no es como la de tu casa… Hablo de esos viajes que hicimos por estudios o que, ahora por trabajo, nos han llevado lejos. Lejos de casa. Y, simplemente, a veces todos esos kilómetros de más, pesan un poquito.
Si eres de esos a los que les gusta viajar, si lo has experimentado en más de una ocasión. Que, desde luego, las experiencias son inolvidables y me volvería a coger todos y cada uno de esos trenes, aviones, autobuses y demás, a los que un día me subí cargada de ilusiones y de sueños por cumplir. Y puedo decir satisfecha que muchos de ellos se han hecho realidad y muchos otros los tengo en mi lista esperando a ser cumplidos. Que he conocido a gente con más historias que contar que cualquier libro, que he soñado en todos los idiomas y me he reído en todos los acentos. Si eres uno de ellos, estoy segura que puedes decir lo mismo. Y es cierto, que muchas veces esos viajes no se eligen, que el mundo nos empuja a renovarnos y a buscar un futuro mejor. Y simplemente tenemos que salir a aprender otro idioma, a encontrar esa carrera o ese máster que sólo se cursa en esa ciudad, o a buscar un trabajo a una ciudad un poco más grande y con más expectativas. Pero al fin y al cabo, ganas y pierdes lo mismo
Y hay veces que se me escapa una risa floja. Cuando te dicen lo bien que vives, lo bien que te lo pasas viajando de aquí para allá, sin más responsabilidades ni más temores que seguir en pie. Y se equivocan, porque muchos de ellos no saben de lo que hablan, otros tanto no lo han vivido, y otros pocos no se atreverían a intentarlo. Porque es duro. Porque hay días que lo único que quieres es estar con los tuyos, es poder tomarte una caña con tus amigos de siempre, sentarte a comer con tu familia, dormir en tu cama. Hay días en los que necesitas un apoyo, porque al fin y al cabo estás sola, en un sitio al que no conoces a nadie. Es una sensación muy difícil. Ojo, no te quepa duda que los conocerás, que con el tiempo sentirás que siempre estuviste allí, que te conocerás sus calles como la palma de tu mano y sus gentes serán tu nueva familia. Pero hay días, en los que sencillamente, no quieres una nueva familia. Quieres la tuya. Y ya está
Y sí, lo pasas genial viajando de un lado para otro, pero a veces sólo quieres quedarte quieta. Sin objetivos, sin nuevas experiencias. Momentos en los que, aunque suene mal, no te apetece ser simpática, estar alegre, sonreír, ni unirte al plan. Quieres ser borde, quieres estar triste y tener a los que te conocen y saben lo que tienen que hacer.
Si eres de los que viajan, de los que están lejos de casa, estoy orgullosa de ti, y espero que todos los tuyos también lo estén. Porque le has echado un par. Porque ahora nos parece normal, con eso de la emigración de los jóvenes en busca de empleo, las facilidades para movernos por el país o fuera de él. Pero ole por ti, porque no cualquiera se atreve. Porque, aunque no lo creas, te estás haciendo fuerte de otra manera. Porque estás creciendo en otra dirección, lejos de casa, y eso es muy complicado. 
Si eres de los que se lo está pensando, no hay mejor forma de saber si lo conseguirás si no te pones la mochila al hombro y lo intentas. Eres suficientemente fuerte para conseguirlo y, si no lo eres, lo serás por el camino. 
Y, por último, si eres de los que estás en casa, házselo un poquito más fácil a los que no lo están. No te imaginas cómo puedes cambiarles el día a ellos y a ti, si por sólo una vez no decides salir con tus amigas de tu barrio, con tu pareja, con tu familia, y te das la oportunidad de saber lo que ellos pueden contarte. 

-Compartiendo Macarrones-

martes, 24 de enero de 2017

Frecuencias

Hay personas que te gustan por sus valores, otras porque son inteligentes, otras porque son hermosas. Hay de quienes aprecias la ironía, la espontaneidad, el coraje. 
Esas que te sorprenden con un gesto, esas con la que puedes contar siempre, esas que te enseñan algo. Hay personas que te gustan por cómo se mueven, por el tono de la voz, porque saben contar las cosas. Hay quienes te conquistan con la determinación, con la bondad, con el talento. Hay seres humanos que te hacen llorar, que te iluminan, que tienen tu misma sangre. Están los amigos que elijas, los que te fallan y perdonas, aquellos con los que cambias, aquellos para los que no cambias nunca. Hay personas que te convencen, que te sorprenden, que te fascinan. 
Y luego están las personas que te llegan dentro. Y no necesariamente por todas estas cosas, tal vez poseen algunas, a veces ninguna. 
Tal vez no son perfectas, no son infalibles y se equivocan en todo. Y sin embargo son las personas que sientes. 
Esas que parece que alguien ha sintonizado con la misma frecuencia de radio en un tiempo en que la radio aún no existía. 

-La chica de ayer-

lunes, 23 de enero de 2017

Canciones

Si alguien te recomienda una canción, escúchala, te esta regalando un trocito de su felicidad...

-Rebuscando entre mis cosas-

domingo, 22 de enero de 2017

Escoged ser felices

Hace pocos días leía la siguiente frase:

"Nunca confundas escoger con desistir" 

Nunca fui una persona de desistir. Es una de las lecciones más grandes que me enseñó el deporte. Tal vez falles o te equivoques en ese momento, pero tienes dos opciones: desistir y que todo el esfuerzo hasta ese momento no haya valido la pena o, si realmente te importa y crees en ello, atacar de nuevo y recuperar[te]. 
Eso lo he llevado a todos los ámbitos de mi vida: estudios, trabajo, amistades, amor… 
Pero a veces, es verdad que llegamos a esa fina línea, difícil de distinguir, entre aquello que sería desistir y aquello que sería escoger lo que realmente te hace feliz, librarte de aquello que no te da tranquilidad.
Una de las decisiones más valientes que puedes tener que hacer en tu vida es la de soltar la mano de aquello que, por creer que es lo que debes hacer, por comodidad o lo que sea, en el fondo, te hace daño. Dejar ir aquellas cosas o personas que te van, poco a poco, rompiendo el corazón. 
Obviamente no es fácil y todo lleva un proceso y su ritmo. Pero la vida está llena de decisiones y, a veces, dejar algo (o alguien) atrás que ha sido tan importante en tu vida, no tiene por qué significar algo malo, no tiene por qué significar desistir. Puede que signifique incluso la llegada de algo o alguien mejor. 
Por eso, desde aquí, desde mi humilde y [muy] corta experiencia de vida, os animo a que no desistáis, a que luchéis por aquello en lo que creéis. Pero si tenéis que ser valientes y escoger, no lo dudéis… ¡Escoged ser felices! Yo ya lo hice... Y sigo haciéndolo. 

-DetallesConectados-

sábado, 21 de enero de 2017

Reflexiones sobre el tiempo y lo absurdo de esperar(nos)

Nos llevamos más tiempo buscando el momento preciso para tomar una decisión que disfrutando de ella. 
Y es que el tiempo es tan relativo, porque nunca sabremos el total del que tenemos para saber el tanto por ciento que estamos desaprovechando, para saber el nivel de estupidez que estamos adquiriendo. ¿Acaso si supieras exactamente el número de días que te quedan por vivir, vivirías igual, tomarías las mismas decisiones? 
Y esperamos cada día, en la cola de una tienda, al que siempre llega tarde, en la parada del autobús (que además a veces hay luminosos donde pone que quedan 5 minutos de espera, por si quieres ser consciente de lo que pierdes), detrás de una ventanilla de Correos, a que se caliente el café,... todos los días perdemos minutos mientras otra cosa está por llegar. Pero lo jodido es cuando esperamos a que pase el tiempo, ¿cuándo sabemos que ha pasado el necesario? Y yo no soy nada mística para creer en las corazonadas ni en las energías. 
A mí me basta con que me rompas el reloj y los esquemas y aparezcas cuando menos me lo espere para saber que ha pasado el tiempo que necesitábamos. 

-Adriana Moragues-

viernes, 20 de enero de 2017

20 de enero

Y es que soy una melancólica empedernida para algunas cosas... Y recordar cosas como ésta me hacen recuperar algunos momentos mágicos.
¡Porque hoy hace 15 años de este 20 de enero!


Filosofía de vida

Puedes conocer mejor a una persona por lo que dice de los demás, que por lo que los demás dicen de ella.

-Audrey Hepburn-

Estoy aquí

Si te sientes solo, cuenta conmigo. Si necesitas alguien en quién confiar, alguien con quién reír o un hombro en el que llorar. Si necesitas compañía, alguien que te endulce el día, yo me hago con toneladas de azúcar para el café.
Que no estás sólo. Que eres alguien importante, eres alguien esencial, especial, alguien jodidamente increíble. No tienes ni idea lo complicado que es encontrar a alguien como tú. Que estoy dispuesta a ayudarte en lo que necesites. Que de todo se sale y es mucho más fácil si alguien te coge de la mano. Que tú puedes, tú puedes con todo, no se trata de debilidad, se trata de hacerlo más fácil. Porque puedes recorrer tú sólo todo el camino pero, ¿sabes qué? Me encantaría recorrerlo contigo. Porque, no lo olvides, puedes contar conmigo. Siempre. 

-Compartiendo Macarrones-


jueves, 19 de enero de 2017

Prueba de afecto

Agradece a quien estuvo contigo cuando se te cayó la vida.
 
No hay mayor prueba de afecto que quien se queda a tu lado cuando todos se van.

-Lina Storni-

miércoles, 18 de enero de 2017

Latidos

Olvídate de hacer pronósticos, porque siempre fallan. Olvídate de las expectativas, porque siempre defraudan. Escucha. Aprende. Ama lo que es. Siente el latido de la vida y déjate llevar.

-Francesc Miralles-

martes, 17 de enero de 2017

La mejor historia

Ama tu jodida vida. Toma fotos de lo que quieras, pero no te pierdas lo de tu alrededor. Vive el momento. Es maravilloso.
Dile a las personas lo que sientes por ellas. Siempre. Habla con extraños. Viaja, conoce mundo. Y quédate con un puñado de recuerdos.
Haz cosas que te den miedo hacer. Arriésgate. Y si alguien dice algo, ¡que se joda! Al final estaremos muertos y nadie recordará lo que hicimos.
Así que, coge tu vida y conviértela en la mejor historia del mundo. No desperdicies esto.

-Un rincón maravilloso-

lunes, 16 de enero de 2017

Sincera

Esta vez quiero que me seas sincera.
Quiero que cierres los ojos y pienses en ti. Quiero que estés un buen rato y lo hagas bien.
Que reflexiones sobre lo que es tu vida. Sobre hacia dónde quieres ir. Sobre qué es lo que te puede hacer más feliz. Quiero que analices cada recoveco de tu mente, cada ámbito de tu corazón, cada momento vivido, cada esperanza infundida, cada plan definido. Esto puede llevarte algún tiempo, pero no te preocupes porque es una de esas veces en las que detenerse es avanzar.

-Hoy quizá sí-

sábado, 14 de enero de 2017

Prohibido

Este 2017 queda absolutamente PROHIBIDO no ponerse metas, prohibido no disfrutar del camino hasta conseguirlas, prohibido no sonreír, prohibido no emocionarte, prohibido no despeinarte, prohibido no hacer alguna locura, prohibido no jugar, prohibido darte por vencido, no arriesgar, no besar, no llorar, no abrazar, no consolar, no dejarte llevar, no hacer deporte, no escuchar, prohibido que la pereza te gane, prohibido no decir te quiero a quien quieres, prohibido no buscar algo que te haga feliz, prohibido no reír hasta que te duela la mandíbula... este año queda prohibido prohibir. Aunque a veces pueda parecer lo contrario, la vida mola... ¡¡y mucho!!


-Raúl Gómez-

viernes, 13 de enero de 2017

jueves, 12 de enero de 2017

Gracias

He perdido ya la cuenta de todos esos días que ahora llevan un subtítulo... Hay días para todo. Incluso para lo que pensamos que no hay, ¡también!
En ese afán que tengo en los últimos tiempos de leer y de empaparme de palabras, ayer descubrí que era el día del "gracias".
Ya era tarde para publicar un post relacionado pero no quería dejarlo pasar.
Me han comentado en más de una ocasión que agradezco demasiado aunque eso ya es defecto de fábrica. Además, siempre lo he dicho: hay que saber ser agradecido, ¡por todo!
Hay que saber dar las gracias a esas personas que hoy tienen lo mejor de ti, pero que vieron tu peor y a pesar de ello no desistieron; hay que saber agradecer a las personas que te quieren así, tal y como eres, que ven cosas en ti de las cuales te olvidas en el camino; hay que agradecer a esos indispensables de tu vida... a todos esos no te olvides de decirles GRACIAS.
Porque esas son tus personas, las que de forma auténtica y sin dobleces, se alegran cuando tú estás feliz.
¡Tenlas siempre cerca! Son las que te hacen bien. Es ahí donde se encuentra ese hilo invisible que nos une a lo mejor de nosotros.
Podemos cambiar todo. Podemos cambiar de hábitos, nuestras rutinas, de casa, de ciudad e incluso de país... podemos cambiar de vida, de color, de amores y de humor... pero de raíces nunca. De esencia nunca. Y de personas que forman parte de nuestra vida para proteger nuestro corazón... ¡NUNCA!

-DetallesConectados-

miércoles, 11 de enero de 2017

Quienes te necesitan

Las únicas personas que necesitas en tu vida, son aquellas que te demuestren que te necesitan en la suya.

-Oscar Wilde-

martes, 10 de enero de 2017

¡Llegará!

Un nuevo año comienza, enero arrancó hace unos días y ya hemos consumido algo más de una semana sin apenas darnos cuenta. Este mes sabe a oportunidades a raudales, a esperanza y a buenas intenciones, hagamos realidad cada una de ellas. Es un regalo, pero no viene envuelto, no tiene un gran lazo, ni es necesario que soples velas... Simplemente, te lo mereces. Mereces empezar de nuevo, cumplir sueños y arriesgar lo cierto por lo venidero. Mereces ilusionarte a cada paso, improvisar tu felicidad y sentir que tú puedes, que eres capaz.
Mereces reencuentros improvisados, abrazos a destiempo, sonrisas sinceras y buenos deseos. Mereces viajes que acorten distancias, que te den alas, que te lleven lejos, que acerquen almas. Mereces volver al lugar del que partiste, recorrer sus calles y ser de nuevo quien un día fuiste. Mereces valorar cada minuto, mimar tu presente, tomando conciencia de que te sobra con lo que tienes. Mereces tachar días del calendario, hacer tu propia cuenta atrás, teniendo la certeza de que, esperes lo que esperes, llegará… 

-Te lo dije cantando-

lunes, 9 de enero de 2017

domingo, 8 de enero de 2017

Primer libro

Apenas ha comenzado el año y ya he dado por finalizado el primer libro.
Debía haberlo hecho antes pero estaba tan sumergida en su historia... estaba tan arraigado en mí... que no concebía mi día a día sin su presencia, sin una lectura diaria de unas líneas. 
No quería terminarlo por miedo, por no saber si sería capaz de sobrevivir sin sus palabras, por el qué habría cuando llegase a su Fin...
Sin embargo, y a pesar de haberlo acabado, tal vez, de una manera algo precipitada, acelerando en sus páginas finales, lo he hecho con un sentimiento de satisfacción. 
Me he bebido sus letras, he saboreado sus frases y he disfrutado de cada capítulo. Sin duda ha sido un libro que lo ha tenido todo: aventura, comedia, drama, romance, suspense... 
Puede que algún día vuelva a abrir el libro pero será ya con otro paisaje de fondo. 

Como todo viaje, los libros también tienen su Fin. 

-DetallesConectados-

sábado, 7 de enero de 2017

Raíces

Dicen que somos de donde nacemos.
Allá donde empezamos a escribir nuestra historia. Desde el principio y sin saltarnos ningún capítulo. Con más o menos faltas de ortografía y muchos punto y seguido. Es posible que con distintos colores y subrayando lo bueno que nos pasaba. Que era casi todo, o por lo menos mucho. Saliéndonos de la línea más de una vez y tachando a fondo como si nos fuera la vida en ello. Borrando a toda prisa lo que no nos convencía y repitiendo una y otra vez lo que sí.
Sin dominar aquello de decir adiós, sin traumas o apegos, o incluso con ellos. Sin entender muy bien por qué esperar, cuando se puede hacer ya. En el momento presente y por uno mismo. Sin discernir el motivo de no decir lo que se piensa en cada ocasión, a cada persona, y actuar fuera de guión. Sin imaginarse nada de lo que un día vendrá, pero sin dejar que ello nos lleve al desespero, al sinvivir y a vivir continuos sinsabores. 
Dicen que pertenecemos a nuestra familia. La misma que nos da la mano cuando damos los primeros pasos. Titubeantes pero decididos. La que nos ve caer y nos ayuda a levantarnos, nos anima a empezar de nuevo, nos abraza cuando sabe que es lo que queremos. La que celebra cada uno de nuestros aciertos. Y nos alienta a superar los fallos. O al menos, nos hace verlos más pequeños, más ridículos, menos dolorosos. Y superables, siempre. La que nos suelta la mano cuando arrancamos a andar solos. 
Quedándose a nuestro lado, por si acaso. 
También dicen que pertenecemos al lugar donde crecemos. En el que aprendemos de nosotros y de los demás, a base de tropezones, de golpes y de deslices. Y que también de nuestro arte. En el que conocemos nuestros primeros amigos y hasta a algún que otro enemigo. Donde empezamos a creer, a crear, a ser. Donde empiezan nuestros orígenes, nuestros proyectos y hasta la mayoría de nuestros miedos. 
Que nada nos define más y mejor. 
Como la infancia. Esa etapa en la que todo puede ser del color que tú lo pintes y los héroes siguen siendo invencibles. Cuando estudiar es la única responsabilidad que conoces y no te roba el sueño. Cuando los problemas se solucionan echándolo a suertes o “tonto el último” no esconde ningún intencionado insulto. 
Cuando no conoces ni sabes qué es aquello de tener límites y piensas que la vida es infinita. Cuando el mundo de los mayores parece lejano y aburrido y el tiempo se mide con y entre amigos. Cuando los monstruos viven debajo de la cama, pero nunca llegas a conocerlos. Cuando los viejos juegos te dejan de interesar y empiezas a probar alguno nuevo. A explorar, a cambiar, a pensar distinto. A buscar nuevas historias. 
De esas que dicen que estamos compuestos. 
Y de personas. 
Como aquella abuela que siempre estaba ahí. La misma cuyas meriendas eran uno de tus mayores tesoros y que no te saltabas por nada del mundo. La misma que borraba el dolor de cualquier herida que tuvieras y te daba el consuelo que ninguna otra persona pudiera darte. 
Como aquella mejor amiga sin la cual tu infancia hubiera sido otra. Con la que esconderte de todos era una aventura divertida e inocente, sin que tuvieras nada real que esconder. Con la que contarte hasta el último secreto sabiendo que podías confiar en ella. Como la hermana que quizá no tenías, pero deseabas. Como parte de esa familia que sí elegimos. 
Como puede ser que en algún momento elegimos cambiar de lugar. Con total libertad, o sintiéndonos obligados a ellos. Cambiar de personas, de entorno y hasta de sueños. Ya sea por falta de trabajo, por motivos de estudio, por una pareja o por seguir viviendo aventuras. Que el motivo es el de menos, es el de cada uno. Es personal y único. 
Pero no el objetivo, que es común. ¿Ser feliz? 
Y es buscando la felicidad cuando nos planteamos qué queremos. Buscamos sin encontrar y encontramos sin buscar. Sin tener las ideas claras o teniéndolas muy claras. A veces, demasiado. A veces sabiendo bien lo que no, lo que de ninguna de las maneras, lo que ni por todo el oro del mundo. Algo que no siempre cuenta y casi nunca sirve. 
Porque por descarte también se elige, pero quizá no las primeras opciones. Ni las mejores. Quizá sí las más fáciles, las más accesibles, o las que otros no quieren. Pero lo mejor de todo es cambiar lo que no y disfrutar lo que sí. Dar los giros que queramos, hacerlo bonito. Hacer lo posible para que nos llegue, nos ilusione y nos apasione. Volcarnos en ello, en nosotros, y darlo todo. Y creer en ese futuro que queremos escribir. 
Aunque no sea fácil. 
Que los hay que lo escriben en su día a día con cierta facilidad. O quizá no tanta. Que saben ver más allá y tratan de no complicar. Que si bien hay quienes se conforman, los hay que saben simplificar hasta llegar a lo sencillo, descartar hasta llegar a lo esencial, y vivirlo. 
Los hay que sueltan antes de tener. Algunos los llaman inconscientes, otros los llaman atrevidos. Los que actúan sin miedo a quedarse “sin”, sin permanecer viendo a otros pasar, sin pasar el tiempo por pasar. Los que escriben de su puño y letra lo que vendrá después y añaden postdatas, cuantas más mejor. 
Al igual que raíces, cuantas más mejor. 
Porque puede ser que estando cerca, te sientas lejos. Que teniendo mucho o poco, sientas que algo te falta. Que algo no cuadra, que algo falla. Que aunque parece que todo está bien como está, algo no está, o algo sobra. Quizá no para los demás, Pero sí para ti. Que ni mejor ni peor, pero que no. Que no es que no. Que no te reta, que no te completa, que no te hace sentir vivo. 
Porque al final todo se reduce a eso. A vida, a vivir. Con arte o sin él, con prisas o a cámara lenta. Pero vivir, sentir, ser. A tu manera. Saber que nada se te escapa y que nada te dejas por el camino. Que haces lo que deseas, que vives como gustas. Que los que están, son los que son, y que nadie te falta. 
Porque puede que no estés en donde empezaste. Puede que no te encuentres con las mismas personas y que hasta viajes sin compañía. Puede que sepas que ni tú eres el mismo ni lo serás. Puede que no sepas ni a dónde te diriges ni quién te espera allí. Pero tampoco te importa. 

Pero tus raíces siguen. Eres tú. 

Las llevas contigo siempre. Cada día, en cada lugar. 

Y que, allá donde quieras, puedes echar (más) raíces. 

-Entre suspiros y un café-

viernes, 6 de enero de 2017

Ilusión de Reyes

Todavía me acuerdo, como si fuese hoy, de aquel día.
Ya había llegado a esa edad en la que los Reyes Magos dejaron de ser mágicos y mi interés se centraba en descubrir con antelación dónde habían escondido mis padres los regalos. No quería saber lo que habían comprado. Eso era lo de menos. Mi ilusión era saber dónde estaban, la aventura de buscarlos, y ya de paso volver un poco locos a mis padres. 
Se había convertido, casi, en un ritual. 
Aquel año lo habían puesto difícil. Ya había revuelto toda la casa: armarios, cajones, despensa... ¡y nada! Incluso había bajado al trastero de extranjis y tampoco. 
¡No sabía dónde buscar más! Me había quedado sin opciones. 
Pero ese día... aquel día... cuando subí al coche con mis padres, se me encendió la bombilla. Era el único sitio donde no había rebuscado y apenas tenía acceso. ¡Tenían que estar allí! 
¿¿Pero cómo abrir el maletero sin que se enterasen?? Esa era una tarea imposible. 
El recorrido desde mi casa hasta el chalé de mis primas era corto, así que tenía que poner en marcha el ingenio, o mejor dicho, la picardía. 
Entonces se me ocurrió. ¡Podía acceder al maletero desde el asiento! (sí, precoz y conociendo ya los entresijos del coche)  
Así que, muy sigilosamente estiré mi brazo y tiré del asiento hacia adelante. No necesitaba abrirlo mucho, sólo lo justo para poder ver si había algo en el interior. 
Aún así, el hecho de estar sentada y mi corta altura no me permitían distinguir nada, por lo que tuve que levantarme y ponerme de rodillas... ¡Ajá! ¡Ahí estaban! ¡Tesoro descubierto! 
Y fue justo en ese momento cuando escuché detrás de mí al unísono... ¡¡¡Oye!!! [seguido de un "la madre que te p..."] 
Me reí con aquella risa de niña pequeña, de pilla... Mis padres no tuvieron otra opción que reírse también. ¡No había manera! ¡Era un caso perdido! ¡Todos los años igual! 
Tengo ese recuerdo muy grabado en la memoria. Son cosas de niños, pero es un bonito recuerdo. 

Hace años que no paso un día de Reyes en casa. Ya no sé lo que es aquella pequeña gran ilusión de levantarse por la mañana y ver lo que han dejado junto a los zapatos, si se han acabado la leche y las galletas, la familia reunida para comer porque había que distribuir los regalos que habían dejado en cada casa... ¡y el roscón! Porque como bien dice una amiga: el roscón es para el día de Reyes. Comerlo en otro momento no tiene gracia. 
No es una cuestión de edad, porque sigo siendo aquella niña para algunas cosas, pero creo que con el tiempo o con la distancia, la ilusión de ese día la fui perdiendo... aunque no lo niego: la echo de menos... 

-DetallesConectados-

jueves, 5 de enero de 2017

Soltería

Llego a esa frontera de los 40 y algunos amigos me preguntan ¿no tienes miedo a quedarte soltero?... 
Mi respuesta es que me da más miedo estar con alguien que no me quiera como yo necesite, que no entienda el amor como yo lo entiendo, que no me respete y que no vea la vida como un gran mundo por conocer.
La verdad es que por mi vida han pasado varias personas, pero por razones distintas o por circunstancias de la vida misma no cuajó, no llegamos a nada más que unos años de compañía y algunas veces incluso estando con esa persona me sentí solo. 
Creo en el amor, pero en el AMOR EN MAYÚSCULAS, creo en que existe alguien con mis mismas inquietudes, con mis mismas ganas de aventura y ganas de conocer este mundo y por qué no de pasar un domingo abrazados frente a la televisión viendo una película. Pero también creo que no todo el mundo vale para esto, y está claro que yo no soy un conformista, por eso mismo, mi soltería no es un problema… Hasta que llegue esa persona estaré descubriendo este mundo en la compañía de mis amigos algo que también tenemos la suerte y el privilegio de poder elegir… 
Y recuerda… “cree siempre en ti, incluso si eso supone caminar solo.” 

-Ciudadano114-

miércoles, 4 de enero de 2017

Detalles


Quien no haya entendido que la vida son los detalles más simples y sencillos, no ha empezado a vivir.

-El alma en los labios-

martes, 3 de enero de 2017

El resultado

Somos el resultado de las historias que vivimos. De las conversaciones, los detalles y los gestos; muchos de ellos, no intencionados.
Hay gente que cambió nuestra vida y no es consciente. Hay personas que dan lecciones sin quererlo, algunas de ellas en secreto, otras en silencio. Y hay momentos que nos marcan para siempre y sus autores nunca lo sabrán.

-Wonky-

lunes, 2 de enero de 2017

Mira hacia atrás

Echa la vista atrás y ve la fuerza que tuviste, la fuerza que te hizo levantar y seguir adelante, siempre. Mira hacia atrás y ve lo que callaste, lo que gritaste, lo que perdonaste, lo que luchaste, lo que enfrentaste (sobreviviste a todo).
Echa la vista atrás para decir a la vida que hoy entiendes aquel plan que no salió, aquella persona que se fue, aquel mar en los ojos que te hizo dudar, aquel momento en el que tu mundo casi dejó de girar (sobreviviste a todo). 
Mira hacia atrás para agradecer el único equipaje que nunca te pesó: las personas que estuvieron siempre a tu lado (fueron regazo, fueron red y fueron casa). 
Mira hacia atrás para entender y agradecer lo que fue. 
Pero después mira hacia delante y prepara el corazón para lo bueno que viene ahí... ¡porque tú te lo mereces! 

-DetallesConectados-

domingo, 1 de enero de 2017

Año nuevo...

Porque hay veces que tienes que cambiar para sentirte diferente, para sentirte feliz. Hay veces que lo necesitas, pero no por los demás, sino por ti. Necesitas que los propósitos se hagan realidad, llevarlos a cabo y que no se queden en una lista. 
Que no haga falta que empiece un año nuevo para comenzar una vida nueva. 

-Dime tú cómo lo ves-