jueves, 30 de noviembre de 2017

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Oportunidades

Y no sé, supongo que hay veces que la vida te devuelve eso que te mereces, y trata de ponerte por delante grandes oportunidades. Y no se pueden dejar escapar.
No tienes ni la más remota idea de a dónde te llevará eso, ni siquiera sabes si saldrá bien o mal, pero está claro que las oportunidades, cuando llegan, hay que agarrarlas bien fuerte y no soltarlas. Porque puede que no vuelvan nunca y nos quedemos toda una vida pensando en qué hubiera pasado. 
El miedo es temporal, pero la felicidad de haberlo conseguido, o al menos de haberlo intentado, dura para siempre, de verdad. Nadie te garantiza que todo vaya a ir sobre ruedas, pero si no te lanzas a por ello no lo descubrirás nunca. Y te aseguro que no estás en la edad para quedarte con la duda.
Así que no te quedes ahí quieto, no pierdas el tiempo, ni mucho menos dejes ir eso que te ha aparecido de repente. Ve a por ello, lucha y no te rindas.

Si sale mal, pues que salga mal, aprenderemos para un futuro. 

Pero, si sale bien, ¿acaso no te has imaginado lo feliz que puedes llegar a ser?

-Un rincón maravilloso-

martes, 28 de noviembre de 2017

Fugacidad

Una estrella. Un deseo. Un segundo.

Para pedir, para desear, para soñar. A lo grande, ¿por qué no? O a más diminuta escala, que a veces es un pequeño gran acierto. Con los ojos cerrados, bien cerrados. Para concentrarte en lo importante. En ti. En el momento. En disfrutarlo. En que no se pierda. En que no se te escape por ningún otro lado. Para impedir que nada ni nadie tome prestado el protagonismo que no le corresponde. Y se cuele. Y te robe la magia. Y rompa el hechizo. Y se lleve la atención. O que se lleve tu deseo. 
Una luz que brilla. Que resplandece con luz propia y que atrae todas las miradas. Todas las que estén mirando. Todas las que estén dispuestas a no perdérsela. Que estén ojo avizor, preparadas, a la expectativa. Una luz que ilumina el firmamento. Que lo cruza antes de apagarse. Antes de brillar por última vez. Antes de desaparecer tras un segundo de gloria. Efímero, escueto, brevísimo. Pero suyo por completo.

Y fugaz.

Como fugaz es el tiempo a medida que pasa. A medida que crecemos y nos hacemos mayores. A medida que se nos acaba. Porque en su definición no cabe el concepto de ilimitado. Porque es el que es, único en cada minuto, en cada milésima de segundo, en cada ocasión. Porque es el que nos regala intentos, tantos como tengamos intención de aprovecharlos. Ensayos, para ir, venir, acertar y fallar. Estrepitosamente. O no. Eso es cuestión de cada uno. Y algo que nos facilita también es aprender de ello. Y desaprender lo que nos haga falta. Y que por muchos regalos que nos haga, ninguno es igual.
 
Aunque lo parezca.
 
Fugaz porque el tiempo no acata órdenes ni espera por nada. Ni por nadie. Va a su aire. Libre y ligero. Regalando oportunidades, a la vez que recoge las que no tomamos. Las que dejamos en stand-by, a la espera, en barbecho. Haciendo grandes planes. De cabeza, de pensamiento. Que no de realidad. Hablando mucho y haciendo poco. O más bien nada. Dejando para un luego que nunca se presenta. Para un más adelante que siempre se retrasa. Retrasando el hoy, mañana y el futuro.
 
Y dejando atrás.
 
Como dejamos atrás historias, momentos, personas. Capítulos increíbles, de los que terminan con grandes finales. De esos en que todo sale bien, más que bien. De los que nos cuesta despegarnos y dejarlos ir. O incluso aquellos que preferiríamos olvidar pero que otros acaban tornando en buenos. Soplos de alegrías, de grande dicha, y hasta de emoción desbordada. Momentos en los que se te encoge el corazón, el alma y cualquier pena, y el sol resplandece de una manera especial. 
Como dejamos atrás lo que acaba. Por sí mismo o según nosotros. Lo que un día cumple su papel y deja de tener un lugar. O encuentra uno mejor. O se lo encontramos. Lo que pierde el sentido, la razón, cualquier motivo para quedarse. Para estar. Para ocupar nuestro tiempo. El limitado. El que no espera. 

El que es fugaz como la vida misma.
 
Una vida en la que dicen que los días son largos, pero que los años son bien cortos. Demasiado. Que podemos tener la sensación de que los días pasan lentos, a un ritmo excesivamente tranquilo… pero ay los años. Los años vuelan solos. Al igual que el tiempo. Las oportunidades. Y esos momentos que quedan atrás. Al igual que las personas, que un día están y al siguiente puede que no. Sea cual sea el motivo. 
Motivo por el cual se vuelve tan importante elegir bien con quién pasamos los días y a qué dedicamos nuestros años… y con quién volamos. 

Porque si fugaz es el tiempo… la vida no se queda atrás. 

-Entre suspiros y un café-

domingo, 26 de noviembre de 2017

Date cuenta

Comer y beber con gente que quieres, reírte de idioteces hasta que te duela la barriga. Que no te importe lo que venga, porque el presente es demasiado importante.
Darse cuenta de eso, es ser feliz.

-El arrebato-

sábado, 25 de noviembre de 2017

El armario

Los que consideramos mejores amigos son como las prendas favoritas de nuestro fondo de armario, esos clásicos que no pasan de moda.
Sabemos que si los llevamos puestos, nunca fallarán.

-Dime tú cómo lo ves-

viernes, 24 de noviembre de 2017

Qué suerte

Supongo que a veces echar de menos se basa en todos esos recuerdos que se quedan en nuestra memoria para siempre. Aquellos que ni quieren irse, ni queremos que se vayan de ahí. Porque son capaces de sacarnos una sonrisa sin darnos cuenta en el momento más inesperado.
Y os hablo de cuando echamos de menos a esas personas que se van sin querer, que nos dejan a medias y un poco más vacíos. Vacíos que nunca se llenarán, pasen los años que pasen. Ni siquiera entrando millones de recuerdos más en nuestra memoria.

 
Qué suerte tiene el cielo de tenerle. Qué suerte, la nuestra, de poder recordar cada uno de esos momentos que nos hacen sonreír, o incluso llorar de emoción, de todo el cariño que un día se quedó ahí, en nuestra memoria. 
Suerte la mía de poder mirar a esa estrella y saber que sigues ahí. 

-Un rincón maravilloso-

Te quiero, papá.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Que todo fluya y que nada influya

¡Vivan las risas, las conversaciones sin sentido y las tonterías sin venir a cuento!
Me encanta la gente que hace reír y reconozco que soy bastante payasa, me encanta hacer tonterías para ver cómo la gente suelta una carcajada. Reír alarga la vida, previene infartos y rejuvenece la piel entre otros beneficios, así que nadie puede decir que no hacemos ejercicio.
Por eso, me rodeo de gente que ame la vida, que le saque el lado bueno y cómico a los problemas, pero siempre dando relevancia a los problemas de verdad. Porque la vida ya es complicada para que sucumbamos a los problemas, porque las preocupaciones son menos difíciles si los afrontas con una actitud positiva.
Si tienes un mal día, convéncete de que estás bien, porque al final te lo creerás y lo verás todo de otra manera. Con energía positiva se abren muchas puertas, en serio, aunque este a veces te falle, si el universo te ha sacudido es para que despiertes.
No pienses tanto, deja que la vida te sorprenda.
Mantén la espalda recta con los hombros hacia atrás y sacando pecho para desprender esa autoestima y seguridad que seguro que tienes y te caracterizaba. Hazlo y verás como todo lo bueno viene hacia ti. La energía que traes al mundo es tu impacto más relevante. Y no te preocupes por todo lo que se fue y da las gracias por esa liberación, con el tiempo lo entenderás.
No fuerces las cosas, lo que ha de fluir que fluya, lo que tiene que chocar que choque y ten solo espacio y energía para lo que es para ti. Nuestra reacción a cada situación, tiene el poder de cambiar la misma.
Y recuerda, lo que es para ti, siempre te sacará lo mejor, así es cómo lo reconocerás cuando venga.
Como leí un día “que todo fluya y que nada influya.”

-Srta. Maravilla, Lo que me encantaría decirte-

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Vibrar

Han pasado pocos días y la resaca empieza a hacer algo de mella.
Han sido pequeños detalles, tal vez imperceptibles, pero al mismo tiempo claros. 
Llegar y saber que deshacía maleta definitivamente, que no tenía prisa por quedar, por estar, por ver. Saber que tengo tiempo de hacer las cosas con calma, sin querer abarcar más de aquello que el tiempo me permite. No tener que volver a cerrar la maleta y despedirme de nuevo con la incógnita de no saber la fecha de regreso. Leer mensajes de una quedada a la que no faltaría pero en la que sé que ya no podré estar presente... 
Detalles.
Es inevitable y, a veces, siento esa saudade que aperta, aquella que creo que sólo conocemos o sentimos aquellos que hemos llegado a entender el significado global de esa palabra tan compleja. 
Me fui con un gran peso en los hombros y al mismo tiempo con un chute de coraje y subida de ego que me metieron poco a poco en los días postreros. 
Mis últimas horas las pasé caminando sola entre aquellas calles que me arroparon durante tantos años aunque también acompañada, charlando con alguien que llegó "tarde" pero con quien sé que de alguna manera conecté desde el primer instante que nos conocimos. Son cosas que se perciben. Como dice él, hay personas con las que sientes que vibras, que sabes que el feeling es diferente, especial. 
Varios fuisteis los que me regalasteis palabras bonitas, todas diferentes, pero con el mismo mensaje antes de irme: se van las cadenas, el pegamento, dejas un hueco irreemplazable... Pero fueron sus palabras y su comparación las que de alguna forma más me emocionaron y me hicieron ver, de nuevo, lo afortunada que soy. 
Cuando estás fuera de casa, del país, buscas en la gente que te rodea, personas, que con el tiempo se pueden convertir en esa familia escogida, aunque sea temporal. Ese apoyo incondicional con quien puedes contar en todo momento aunque no sean de tu propia sangre.
Él comparaba lo que se había conseguido al juntar en el grupo, probablemente a los más diferentes de la ciudad, con una piedra que cae en el agua, siendo ésta el centro y provocando una serie de círculos, llegando cada vez más lejos y convirtiéndose, como dijo él, en una onda cada vez mayor, influyendo, atrayendo y acogiendo. Para rematar su comparación diciendo que esa piedra había sido yo. 
Halagada pero consciente de la responsabilidad que aquella comparación acarreaba, sólo le pude responder de una manera: está en vuestras manos el poder mantener eso y seguir con la familia hacia adelante, porque conmigo la historia no se acaba, simplemente sigue
La despedida fue triste pero el recibimiento quiso ser ese abrazo de acogida que necesitaba. 
Una vez más, Ellas, con las que vibro en cada segundo que compartimos, han sido, en estos primeros días, aliento y hogar, ese impulso que a veces nos falta y que necesitamos recibir de manos de quien nos quiere y nos quiere bien. Como dice una de ellas, ¡incondicionales! ¡Siempre!
El correcalles y las sorpresas inesperadas de los primeros días han hecho que no haya tenido demasiado tiempo para pensar o asimilar todo lo ocurrido aún, mucho menos escribir, pero estoy segura que poco a poco todo irá encauzándose. 

-DetallesConectados-

lunes, 20 de noviembre de 2017

Créetelo

Créetelo un poco más. Hablo de que asumas que vales. Que no tienes que gustar a todos PORQUE a ti no te gustan todos. Créetelo. Con tus medidas y tus labios rojos. O con tu pelo despeinado y tus zapas. ¡¡¡QUIÉRETE!!! Créetelo y sonríe. Tontea. Baila. ¡¡¡DISFRUTA!!! Y da ese primer paso y gústate. Se un (poquito) mala.... Que si intentan apagarte es porque brillas....

-Las alas de samotracia-

domingo, 19 de noviembre de 2017

sábado, 18 de noviembre de 2017

Me he hecho mayor

Verás en mis gestos que me he hecho mayor. Mayor, que no tiene nada que ver con vieja, porque ya quisieran muchos, con menos años, tener mis ganas de vivir. Y es que me he hecho lo suficientemente mayor, como para saber, que hay guerras que se ganan abandonándolas, e infinitos que duran lo que dura un otoño.
Tengo los años bastantes, como para saber, que siempre seré una niña cuando algo me ilusione, me atrape, y me llene de pasión. No sé ni cuántas velas soplo el año que viene, pero seguiré disfrutando de cada detalle y de cada sorpresa, como si tuviera seis años y lo viera todo por primera vez.
Me he hecho mayor y, sin embargo, cada vez que me besan me parece la primera; y he encontrado, en una mirada cómplice, las confesiones más sinceras. Soy tan tan tan mayor, que se me han escurrido las ganas de discutir por tonterías, por el desagüe de la indiferencia, y se me han llenado los pulmones del aire reivindicativo de todas las protestas justificadas. Que no son ni una, ni dos, las veces que pequé de pesimista, insolente o caprichosa, antes de darme cuenta de lo inmensamente agradecida que tenía que estar a la vida.
Ya ves, todavía me enamoro con la fuerza arrolladora de un huracán con un mero cruce de miradas, me muero de la risa en mitad de un ataque de cosquillas, y lloro, entre chocolate y amigas, cuando la causa lo merece. Soy tan mayor, que ahora veo, en las noches de los sábados, un espacio cálido en el que juntarme con las pocas personas que merecen mi escaso tiempo libre; en lugar de horas muertas en las que relacionarme con gente que ni siquiera me interesaría ver de día.
Tan joven, y a la vez tan mayor, que sigo desgarrándome la garganta cantando una balada de amor con mis amigas, pero que ya no pongo atención a la lluvia de críticas destructivas que genere mi sana diversión. Mayor para administrar mi tiempo, de manera tal, que dedique el doble de horas a mis proyectos, que a mis recuerdos.
Es cierto, soy tan mayor que me equivoco mucho, incluso más a menudo que antes, pero ahora sé rectificar, pedir disculpas, y, lo que es más importante, perdonarme. Así que, sí, puede que me veas como a una más; pero que no se te olvide que no soy de nadie, que soy todo lo contrario a lo que era, y, a la vez, la misma soñadora de siempre. Y es que me he hecho mayor; mayor como para saber querer a los míos sobre todas las cosas, y, sobre todo, para aprender a quererme a mí misma, en todos los tiempos.

-La mirada de Julita-

viernes, 17 de noviembre de 2017

jueves, 16 de noviembre de 2017

Dos

Es imposible no pensar que el inicio del blog y la aparición de aquellos dos, que eran extraños entonces y que ahora son dos de mis imprescindibles, fueron el punto de inflexión, lo que provocó el inicio de la transformación.
Fueron ellos los que me dieron alas y tuvieron esa fe ciega que a veces es necesaria sentir para emprender el vuelo.
No era uno de enero, no era principios de mes. Era un día como otro cualquiera. Porque llegados a este punto, os informo, que cualquier día es un buen día para empezar de nuevo, para empezar de cero. 
He echado la vista atrás en el blog, he leído cosas de las cuales ni me acordaba, he visto cómo he evolucionado con él, cómo he cambiado y cómo este blog se ha convertido en un reflejo casi siempre de mi vida y lo que me rodea.
Cumplo Cumplimos dos años desde aquel día en el que gané coraje, ganas, y empecé a plasmar las frases, las conversaciones, los pensamientos y las vivencias, que me rodeaban. 
"¡Cómo has cambiado!", me dice mi amiga Ali. 
"¡Cómo hemos cambiado!", le digo yo. 
¡Todos! Yo, y los que me leéis, los que vivís conmigo, aunque sea a través de las letras. 
Este mes de noviembre viene acompañado del GRAN cambio, ese que venía anhelando desde hace tanto tiempo, así que es inevitable que este mes empiece a guardar en él cierta calidez a pesar de los recuerdos que me helaron, y que todavía lo hacen, años atrás. 
Se avecinan unas semanas, o meses, de nuevas experiencias, de sorpresas, de momentos duros (que los habrá)... de nuevos comienzos, pero más cerca de lo que quiero y de los que quiero. 
Sólo deseo una cosa... ¿me seguís acompañando? 

-DetallesConectados-

miércoles, 15 de noviembre de 2017

De mudanzas y recuerdos

Escoger de entre todo lo que tienes qué te llevas contigo y qué dejas atrás, mirar a tu alrededor y ver paredes vacías, repasar mentalmente cada día que has vivido allí, meterlo todo en una caja y despedirte. Las mudanzas nos renuevan por dentro y por fuera, nos ilusionan porque una etapa distinta a la anterior se abre ante nosotros y los comienzos se inventaron para hacernos espabilar… Parece que alguien nos zarandea y nos dice, “sólo faltabas tú para que todo empezara de nuevo…”
Porque un día el traslado de todas nuestras pertenencias -y de los recuerdos, no los dejemos atrás- acaba y, de repente, nos encontramos instalados en nuestro nuevo destino. Al llegar, nos fijamos mucho en aquello que vamos desempaquetando, en que no tenga ningún rasguño e intentamos que luzca igual de bien aquí a como lo hacía allí.
Pero yo te pregunto, y tú, ¿has llegado bien? 
Los cambios siempre cuestan, dan algo de vértigo y es inevitable preguntarnos si hemos hecho bien tomando ésta o aquella decisión.Los pasos que vamos dando en esta vida son consecuencia de todas y cada de nuestras acciones. Es verdad que las circunstancias nos condicionan, pero somos nosotros los que tomando partido, damos ese golpe de timón que todo lo determina. A estribor o a babor, sí, pero por decisión propia, que no sean las olas las que dirijan tu rumbo.
Una mudanza es siempre un revulsivo, te obliga a pararte y pensar, a reflexionar sobre qué te ha llevado a encontrarte en el punto en el que estás justo ahora. Alégrate por los éxitos conseguidos, tuyos son… Al igual que los fracasos y las decepciones, que también te pertenecen y te sirven para aprender, para desechar aquello que ya no tiene cabida en tu vida y que debe dejar paso a cosas nuevas.
Piensa que si hoy te encuentras ante varias opciones es porque ayer descartaste otras, porque tienes poder de decisión sobre tu vida y eso es mucho más de lo que algunos pueden decir, así que siéntete afortunado. Nuestras dudas también forman parte de este camino, preguntarnos dónde estamos y hacia dónde queremos dirigir nuestros pasos es necesario para seguir adelante.
Si quieres motivarte piensa por un segundo en dónde estabas hace un año -quizá mejor, quizá peor-, pero ten en cuenta que en todo este tiempo has dado y has recibido, da igual hacia dónde se incline la balanza, créeme que ha merecido la pena.

-Te lo dije cantando-

martes, 14 de noviembre de 2017

Mis prendas favoritas

Los que consideramos mejores amigos son como las prendas favoritas de nuestro fondo de armario, esos clásicos que no pasan de moda.
Sabemos que si los llevamos puestos, nunca fallarán.

-Dime tú cómo lo ves-

Venderse

Cuando nos enfrentamos a determinadas situaciones en nuestra vida en las que tenemos que vendernos, en la que hay que enseñar todo lo que sabemos y lo que queremos demostrar, nuestra aptitud juega un papel fundamental.
Es la pieza que mueve ficha en el jaque mate final de la partida. Es esa capacidad que tenemos las personas para hacer las cosas de la mejor forma que sabemos.
Es la destreza, es algo que no se aprende, que es innato en ti.
Te tienen que ver dispuesto, seguro de ti mismo. El nerviosismo es un estado que no te puedes ni plantear. Confía en ti.
Si no sale, pues a la próxima será.
Cree en lo que vales, porque así te aseguro que conseguirás todo lo que te propongas.

-Dime tú cómo lo ves-

lunes, 13 de noviembre de 2017

Decidí

Y así después de esperar tanto, un día como cualquier otro decidí triunfar, decidí no esperar a las oportunidades sino yo mismo buscarlas, decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución, decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis, decidí ver cada noche como un misterio a resolver, decidí ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz.

-Walt Disney-

domingo, 12 de noviembre de 2017

Pájaros salvavidas

Llegamos a un punto en la vida que, sin quererlo, perdemos nuestros sueños. O, simplemente, se debilitan. Crecemos. Nos hacemos mayores y damos prioridad a otras cosas. Dejamos las ensoñaciones a un lado para adentrarnos en las responsabilidades de la edad adulta. Dejamos los sueños, las metas, las divagaciones y, a veces, la sonrisa.
Sin embargo, quedan charlas salvavidas. Esas que son fáciles de entablar con el móvil. Esas que te recuerdan por qué empezaste a soñar y a intentarlo. Esas que te salvan de la frase “los sueños, sueños son”. Esas que te salvan de todo lo que hemos aprendido mientras crecemos; de todo lo que nos han dicho que no tenemos que hacer, que vayamos a lo seguro, que no soñemos tanto, que debemos estar con los pies en el suelo. Y no, no debemos estar con nuestros pies anclados, debemos despegarlos y descubrir que hay un mundo entero lleno de oportunidades que atrapar, de besos que recibir y de “te quieros” que repartir.
Y esas charlas te refrescan con un bofetón imaginario. Ese por el cual recuerdas todos los fracasos y todas las veces que has seguido intentándolo. Y ahí es cuando parece crecer una energía llena de ganas y se expande por todo tu pecho apoderándose de ti. Y acaba con las dudas, con los miedos, con los nervios. Y empieza con los síes, con la ilusión, con la vida. Y entonces, vienen los pájaros a salvarte un poco de la vida real, diciéndote que tus sueños también lo son o que, pueden llegar a serlo.

Los pájaros en la cabeza no nos hacen locos,
nos hacen bien.
Soñemos.
Volemos.
Vivamos.

Me lo ha dicho un pajarito.

-Daniel Sánchez, El Baúl De Las Vidas-

sábado, 11 de noviembre de 2017

Derechos

Todos tenemos derecho a segundas oportunidades, a intentar llevar a cabo el “si quiero, puedo”, a escuchar unas palabras de aliento y a arriesgarnos sin tener cargo de conciencia. Todos tenemos derecho a dejar a un lado los “por si acaso” y apostar por los “por supuesto”, a olvidarnos de las dudas y derrochar seguridad. Todos tenemos derecho a atrevernos con los planes improvisados, con los “aquí y ahora”, con rutas que se escriben en la servilleta de un bar.

Y tú también.

-El alma en los labios-

viernes, 10 de noviembre de 2017

Sin miedo a nada

¿Te has dado cuenta de las cosas que podemos llegar a perdernos por miedo? El miedo, en general, tiende a paralizarnos, a impedir ir más allá, actúa como una barrera invisible ante las cosas, a veces, buenas o muy buenas que nos esperan justamente ahí, al otro lado de ese río llamado miedo. Nos asusta no saber lo que hay a la vuelta de la esquina, no poder controlar lo que puede pasar mañana. Desasosiego, duda, desazón, cierto grado de incertidumbre…son estados que experimentamos cuando ese coco llamado miedo decide hacernos una visita. Unas veces lo hace sin avisar, y otras llega como una manada de elefantes en una cacharrería, haciendo mucho ruido.
Reconozco que soy la primera que siente cierto miedo a lo desconocido, a lo nuevo, a ese jardín secreto por descubrir. Esa especie de vértigo interior en el momento en el que decides ver qué hay fuera de esa zona que algunos llaman “de confort”. De vez en cuando, no estaría mal echar un vistazo a ese otro lado, a ese mundo desconocido que sólo está a un paso, atrás o adelante. Esa zancada que empiezo a dar a medias, solo para olfatear eso que se cuece detrás del muro.


Y, te diré algo, así ahora que no nos mira nadie: me gusta lo que veo. De hecho, me gusta bastante. Y aparece el momento en el que te da por fantasear cómo sería tú vida fuera de la barrera de esa zona de confort y, aunque al principio asusta un poco, al final puede llegar a sonar bastante bien. Siempre con cabeza, con corazón, con ganas, con esfuerzo, con dedicación, con pasión y sin gota de miedo.
Sin miedo a cumplir mis sueños, que son míos. Sin miedo a los recuerdos del pasado, mucho menos a los que crearemos en el futuro. Sin miedo a las personas. Sin miedo a los planes, a ese operativo que ya está montado. Sin miedo a hablar claro o a leer entre líneas. Sin miedo a los susurros ni a los gritos desesperados. Sin miedo a las llamadas ni a las alertas. Sin miedo a los descansos. Sin miedo a las letras que esconden más de lo que muestran. Sin miedo a los lunes. Ni a los domingos perezosos.
Sin miedo a decir no. A romper moldes. A derribar muros o a destruir barreras. Sin miedo a mirar atrás. Sin miedo a afrontar lo nuevo. Sin miedo. Sin miedo a las nuevas sensaciones, aromas y sabores. Sin miedo a retomar algo. Sin miedo a abandonarlo todo. Sin miedo a las decisiones. A los aciertos y a los errores. Sin miedo a cerrar puertas que antes siempre estaban abiertas. Sin miedo cuando estás a mi lado. Cuando estáis conmigo.
Sin miedo a la poesía. A las letras que son mi vida. Sin miedo a vaciarme por dentro. A poner el corazón al servicio de lo que merece la pena. Sin miedo a compartir. A no llegar. A pasarme de largo. Sin miedo a hablar alto y a cantar raro. Sin miedo a las locuras. Sin miedo a los apuntes que algún día pondré en orden, están todos en mi cabeza o en esa libreta escondida en alguna parte. Sin miedo a todo esto porque algún día tendrá sentido. Sin miedo a esperar, a esperarte. Sin miedo a lo que no espero. A lo que llega de repente. Sin miedo a soñar con una realidad difusa. Sin miedo a los viajes sin rumbo. Sin miedo a los días. A las horas. A los minutos. Sin miedo al tiempo.

Sin miedo a nada.

-La chica del quinto-

jueves, 9 de noviembre de 2017

Até já

Sé que cuando acabe este post lo habré empezado, borrado, cambiado, alterado... miles, millones de veces. Y también sé que será el más largo de todos los que he escrito sin lugar a dudas. Condensar en apenas algunas frases doce años de vida, básicamente toda mi vida adulta [hasta ahora], es muy complicado, por no decir que es casi imposible.
Las semanas se han pasado con cierta lentitud y las despedidas se han convertido en cuentagotas a lo largo de este último mes, al mismo tiempo que el vértigo de tener el final tan cerca me ha ido invadiendo. 
Hoy es ese día que nunca pensé que llegaría cuando decidí que donde empezaría a caminar y tal vez echaría raíces, sería en la ciudad blanca (Alain Tanner). Y es que si echo la vista atrás, nunca me imaginé escribir nuestro final (Vanesa Martín). Hoy es ese día de cambio que he anhelado tanto en los últimos dos años. Hoy es ese día en que la tristeza y la felicidad se confunden y se mezclan a partes iguales. 
La felicidad que me abruma es la de saber que he tomado la decisión correcta; la de cerrar un libro de mi vida y abrir uno completamente nuevo; la de saber que tengo un nuevo objetivo por delante y que voy a luchar por él; la de saber que estaré más cerca de casa y de mi gente. Pero es imposible ignorar la tristeza que me embarga y que sé que me inundará por un tiempo. 
Llegar, empezar y quedarse fue fácil. Aterricé sin nada. Tan sólo con unas maletas cargadas de ilusiones y las ganas de emprender una nueva aventura, tal y como lo había hecho cuatro años atrás. 
Lo difícil será irse. Atrás dejo doce años de una vida construida desde cero, seis casas que fueron acompañadas de incontables anécdotas, momentos duros y complicados que fueron superados, una ciudad en la que fui acogida por su pasado y escoltada a cada paso por su presente. 
Dejo atrás calles que me vieron avanzar, descubrirme, caer y volver a levantarme. Dejo atrás rincones que me vieron reír, llorar, pensar, comer, leer, enamorarme, beber, sorprenderme... e incluso bailar. En definitiva, que me vieron vivir. 
Esta ciudad ha crecido y ha cambiado conmigo. Cuando llegué apenas era un conjunto de edificios decadentes, calles oscuras, descuidadas y hasta peligrosas, sin vida y sin futuro en su apariencia. Daba la sensación que su fin estaba más próximo que su resurrección. Era aquella ciudad olvidada, aquel país relegado. En todos los sentidos. 
Irónicamente era esa decadencia la que la hacía especial, singular, la que llamaba la atención y atraía, y la que me hizo enamorarme de ella. No pretendía alardear, ser quien no era, conocía su lugar, lo que podía ofrecer y luchaba con las armas que tenía.
Me he preocupado y me he introducido muchas veces hasta sus entrañas con el fin de conocerla mejor que nadie [incluso literalmente] y he llegado a tal punto de conocimiento que hasta los propios nacionales han acudido a mí en numerosas ocasiones en busca de consejo. 
Con el tiempo se ha embellecido, ha sufrido un lavado de cara, ha madurado y se ha adaptado a la modernidad del resto del mundo europeo. A pesar de todo he de decir que la dejo atrás con pena y algo preocupada, pues en ese proceso de cambio y de ansia de mejora, se ha perdido, ha abandonado su esencia, y recelo que esa mudanza la hará perder también aquello que la hacía única e inigualable. 
Dejo también atrás historias, algunas con pinceladas de novela y tildadas de comedia, drama y romance. Esta ciudad se prestó [y se presta], desde el primer momento, para ser marco de una película biográfica digna de un Óscar. 
Ha sido de manera inconsciente, pero en los últimos meses me he ido despidiendo de pequeñas cosas, pequeños rincones, personas y situaciones que me han acompañado durante años, incluso antes de dar el paso final. 
He vivido la rutina de los últimos días de una manera muy intensa: saboreando cada segundo, reteniendo cada momento de mi día a día, queriendo ser consciente que en poco tiempo dejará de ser rutina para transformarse y unirse a tantos otros instantes de recuerdo y memoria.
Pierdo la cuenta de toda la gente que he conocido a lo largo de este tiempo pero me alegra saber que muchos, aunque ya no tengamos ese contacto diario, seguís cerca, sabiendo que, si lo necesito, puedo contar con vosotros, y que ese sentimiento es y será recíproco. 
Por eso hoy es día también de acordarme de mucha gente porque si hay algo que tengo que agradecer a esta ciudad, a este libro de vida, son las personas. Personas que llegaron, que se convirtieron en actores importantes por un tiempo de mi película y que, por diferentes razones, siguieron su propio viaje. Personas que llegaron y se quedaron, aunque no fuese físicamente, y que seguirán ahí, aunque sea yo la que se vaya ahora. Personas que se convirtieron en amigos y algunos en mucho más: en familia escogida. 
De todos me llevo algo, probablemente lo más valioso. Es aquello que no se paga con dinero porque te lo van dando por el camino y tiene un valor incalculable: lecciones de vida, amistad, cariño, risas, llantos, momentos compartidos... 
Me vienen a la cabeza algunos nombres, como el de Miguel, mi padre, el que hizo conmigo ese primer viaje, el que me acompañó para dar el primer paso y que ha estado conmigo, a mi lado, siempre, aunque realmente ya no esté aquí; como el de Isa, con la cual empezó esta aventura y con la que, a nuestra manera, como sólo nosotras sabemos, y después de tantos años, también acaba; Gonçalo, amigo, hermano e incluso padre preocupado en algunos momentos, el que ha estado siempre sin ningún reproche; Álex y Ali, mis disfrutones, a quien agradeceré eternamente su aparición pues con ellos comenzó el cambio, los que me mostraron que había más caminos, y que ahora son dos de mis imprescindibles; mis Serranas, en especial mi Ani, porque con ellas viví los mejores meses de vida en la ciudad, porque cuando estábamos juntas todo lo malo quedaba a un lado y nos dedicábamos a vivir intensamente cada segundo, porque para nosotras lo mejor siempre será lo que viene; mis chicos de Vida Difícil, mi familia, porque han sido mi bombona de oxígeno de los últimos meses y han hecho que esa vida no se hiciese tan cuesta arriba. 
Pero me vienen también a la cabeza mis Amiguis, especialmente mis "Adelas", porque esta ciudad también tiene algo de culpa de que ahora seamos lo que somos. Con ellas la he compartido, la he vivido y la he exprimido, si cabe, todavía más. A ellas les debo mucho y no exagero si digo que casi todo lo que ha pasado en los últimos meses. Han sido Amigas, huracanes, salvavidas, empujón, hombro, psicólogas, compañeras de viaje, confidentes... todo lo que ha sido necesario en cada segundo y en apenas año y medio. Habéis sacudido mi mundo de tal manera que habéis hecho temblar hasta los cimientos de la propia ciudad. 
Podría nombrar a veinte personas más, tan importantes como las anteriores, porque las hay, y seguro que seguiría dejándome alguna en el tintero, pero todas pusieron su granito de arena para que hoy esté escribiendo esto, para que mi despedida sea sólo un até já
En todo este proceso, el blog ha tenido también mucho que ver. Nació en el momento justo, empujada por dos personas que creían en mí con esa fe ciega que siempre me han demostrado. Ha sido esa vía de escape, de desahogo, que muchas veces no he tenido. Y se ha convertido en mi sombra, la que me acompaña a cada paso que doy, reflejo de mí, volcando en él muchas veces lo que vivo y lo que siento. Se ha llenado de historias vuestras, nuestras, mías... buenas y malas, y siempre con ese detalle que las ha convertido en únicas e irrepetibles. 
Doce años dan para mucho pero una de las cosas que me llevo es que nadie sabe todo lo que puedes llegar a echar de menos tu casa, tu familia, tus amigos... hasta que te vas, hasta que sales de debajo de las alas de tus padres y echas a volar como un pájaro ávido de independencia. 
Libertad, experiencias, novedad, adrenalina son palabras que nos acompañan cuando comenzamos a caminar solos, sin miedo de lo que tenemos por delante, de lo que nos espera a la vuelta de la esquina. Somos intrépidos y todo se vuelve secundario mientras la palabra libertad sea la palabra que decore el telón de fondo. 
Pero esa misma libertad, con el paso de los años, la transformamos en zona de confort y puede llegar a tener un precio, dejando de tener sentido cuando te pierdes en una falsa libertad. ¿De qué vale tenerla si no la podemos disfrutar con los que más queremos? 
Estas semanas la palabra Libertad ha sido sustituida por la de Valiente, esa que tanto habéis regalado a mis oídos últimamente. Pero me he llegado a preguntar: ¿aprende una a ser valiente? Yo creo que no. Creo que ser valiente es una actitud que se decide en cada ocasión que hace falta hacer acopio de un extra de... ¿coraje? Sí, coraje para enfrentarse al miedo que produce hacer lo que no es habitual y exponerse a ese eventual fracaso. 
Ser valiente es algo que se elige. Y yo he elegido ser valiente a pesar de todo. A pesar de que exista esa posibilidad de fracasar. Aunque si analizamos bien... fracasar, intentándolo, ¡no existe! Cada resultado de nuestras acciones nos lleva a nuevas posibilidades y tal vez a eso que buscamos: el éxito. Es por eso que no podemos olvidar que el éxito es una cuestión de perspectiva y sobre todo, una actitud. 
No hace demasiado tiempo me dijeron: el mayor de los lujos es el poder permitirse hacer en cada momento lo que a uno le mueve (Alba). Yo tenía un sueño, tal vez osado, algo que me movía. Luché por ello y se convirtió en una vida. Así que sueña. Nunca dejes de soñar. Nunca creas que tus sueños son demasiado grandes. Nunca creas que estás demasiado loca. Y cuando cumplas tus sueños... vuelve a casa (La chica de los jueves). 
Han pasado los años y aquel sueño, aquello que me movía, se hizo realidad, se quedó pequeño e inclusive llegó a asfixiar. Y es que, aunque la decisión estaba tomada desde hacía un tiempo, no fue fácil dar el paso definitivo. Me congelé. Ni para adelante, ni para atrás. 
Dar ese paso del cambio, la ejecución de la decisión, no fue sencillo. El bagaje era [y es] muy grande pero el peso de la balanza acabó inclinándose definitivamente.
La capacidad de decisión es muy importante en esta vida, ¿vale? (Boyhood). Pero es que no es tan simple. Hay que volver a empezar de la nada y eso asusta. Asusta un cambio radical, tirarse al vacío sin red.
¿El click? Todo... tal vez algo puntual que hizo activar el mecanismo, que me hizo reaccionar. Realmente sois muchos los que me habéis ido dando empujones a lo largo de los últimos años para tomar la decisión, pues eráis conscientes que lo necesitaba. Pero te tengo que agradecer a TI especialmente [lo sabes bien] por tantas y tantas conversaciones nocturnas [¡y no sólo!] durante el último año y medio porque sin duda han sido un revulsivo, una ayuda, un desafío, un hacerme pensar, un replantearme todo, un animarme a perseguir mis sueños y, lo más importante, a no desistir de ellos... y eso será difícil que te lo pueda retribuir. Tenho em mim [y Tens em ti] todos os sonhos do mundo (Fernando Pessoa).
Es por eso que a veces es necesario dar vuelta de página y empezar de cero... aunque cueste y aunque duela... El mejor guerrero no es el que triunfa siempre sino el que vuelve sin miedo a la batalla (El alma en los labios). Y a eso mismo voy: a la batalla, a luchar una vez más por mi sueño, y en esta ocasión cerquita de ellos, de mi gente, de los que quiero. 
No sabría explicaros bien el vaivén de las últimas semanas. Ha sido una sensación de estar en tierra de nadie. Ni aquí ni allí. Un maremágnum de emociones, de sentimientos. Todo mezclado como si fuese un cocktail a punto de estallar. Saber que tenía que aprovechar hasta el último segundo lo que estaba viviendo aunque con la mirada puesta en el infinito. 
Las próximas semanas serán complicadas, lo sé [y aún así mi imaginación se quedará corta]. Sin embargo espero que las ganas por ESO que viene escondan un poco esa sensación. 
Durante años he sido yo la que me despedía siempre, la que veía a los otros alejarse e irse en busca de su futuro y su vida. Hoy la que se marcha soy yo. Me voy pero no os abandono. Seguiré mi camino sin mirar atrás, como muchos me habéis dicho, pero al mismo tiempo con todos vosotros a mi lado, sabiendo que la familia que dejo siempre estará cerca. Me marcho pero llena de orgullo de haberos visto levantar vuelo, de haberos visto crecer y convertiros en lo que sois ahora.
Me voy, ¡sí!, pero sé que volveré. Estás demasiado arraigada en mí como para olvidarte completamente. Por esa razón esto es sólo un até já y no un adeus. Será de otra manera, con otros ojos, con otra perspectiva, de visita o de turista, sabiendo que el día que eso ocurra caminaré por ti recordando todo lo bueno y lo feliz que fui aquí.

El cambio está ahí. El nuevo libro comienza ya. Pero esto no ha hecho más que empezar (Leiva y Amaral. La noria) 

El inicio siempre es difícil aunque sé que me encontraré... Tendré siempre los ojos cansados y me harás falta, pero después me acostumbraré porque siempre regresamos a donde nos sentimos bien... y los lugares son simplemente personas. (Chiara Galiazzo. Ningún lugar es mi casa) 

- Bien, ¿y cómo te sientes? 
- Ilusionado. Medio ilusionado, medio aterrado. 
(Boyhood) 

Morro já de saudades! Até já, Lisboa! 

-DetallesConectados-

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Lo que te guardas

[...]

Dicen que guardamos de más.

Y que ocupamos demasiado espacio. Que deberíamos aprender a soltar. Lo que ya no tiene valor, sentido o utilidad. Los por si acaso, los “un día”, los “es que”. Lo caduco. Lo que guardamos que nos ate. Al pasado, a lo que dejamos atrás, a lo que ya no somos. A viejos recuerdos, a antiguos sueños que ya no lo son. Y que no volverán. Y que deberíamos aprender a reconocerlo. Lo que sobra, de entre todo lo que guardamos.

Y que lo que guardamos nos condiciona. Nos define. Nos describe. Habla de nosotros y de nuestros temores. De nuestras esperanzas, cumplidas y no. De nuestros porqués, causas y causalidades. De nuestros destinos y pasos en falso. Y no tan falsos. De lo que acertamos, a la primera o a la vigésima vez. Por méritos propios o por la casualidad más pura.

Que lo que guardamos se seca. Se marchita. Se llega a echar a perder. Y olvida toda su frescura, su completa naturalidad, sus más vivos y brillantes colores. Que se pudre, y no sólo por fuera. Que una buena apariencia no siempre significa que por dentro no haya grietas. Vacío. Silencios. Y que no siempre lo tapa bien. Y que lo que se guarda con mucho ahínco, es fácil perderlo de vista y que caiga en el olvido. En el silencio.

Y que no florezca.

Y que por el camino podemos perder mucho tiempo, espacio y oportunidades. Mientras llenamos ese baúl de recuerdos, ese rincón de nuestra memoria, esa parte de nuestro interior. Ocupando un valioso lugar.

Pero que si guardamos menos y elegimos mejor, podemos hacer hueco. Para lo nuevo, para lo bello, para lo más bonito. Para nuevos amaneceres, nuevas palabras y mejores recuerdos.

Para guardar nuevas promesas, nuevos anhelos, y nuevas historias por escribir. Por dar vida. Por protagonizar.

Que lo que guardas, es sólo tuyo.

Eres tú.

-Entre suspiros y un café-

martes, 7 de noviembre de 2017

Ganas

Si de verdad te mueres de ganas de ver a alguien te inventas minutos hasta de donde no existen. Y apareces donde sea. Lo demás son excusas.

-Defreds-

domingo, 5 de noviembre de 2017

Magia

Damas y caballeros -dijo el mago-, lo que pase a partir de ahora dependerá exactamente de lo mismo que quieran ver en su vida: Sin ilusión, sólo será un truco. Con ilusión, será pura MAGIA. 

-Inés de Miguel-

sábado, 4 de noviembre de 2017

Saldrás de ésta, ya lo verás

Los vientos se movían gracias a ti, a tu fuerza. El sol se ponía gracias a tus ganas de levantarte tan temprano para comenzar el día. Mis tristezas, mis preocupaciones y paranoias desaparecían gracias a tus discursos en nuestras conversaciones. Eras motor, eras vida. Y qué guapa estabas porque eras feliz por ti misma, porque no dependías de nadie, ni nadie te afectaba.

Cuántas veces nos hemos quedado hasta las tantas hablando en una conversación de lo más entretenida y divertida. Y la de veces que me has salvado con tu orden “vístete que necesito una copa y tú dos”. Y qué poder tenías para quitarle importancia a mis problemas.

Y ahora te veo aquí hecha mierda, llorando por alguien que te ha demostrado que no vale nada, por alguien que no sabe quererte y que no puede ver todo lo bueno que hay en ti. Estás llorando por alguien que no sabe lo que quiere y le da igual tenerte o no.

Que tu locura era la más sana de todas, era la luz que desprendías y era lo que te caracterizaba, era tu propulsión diaria.

Él, que te machacaba cuando lo que tenías eran inseguridades por las demás veces que te han fallado y encima tú te culpabas de todo lo que os pasaba. No, bonita, si te quisiera hubiera entendido esa inseguridad y te habría ayudado a superarla, porque el amor es que te abracen aun cuando tienes espinas. Te has agarrado a él por una falsa felicidad que te daba, te ha ilusionado, menospreciado y rechazado innumerables veces aunque tú solo tendías tu mano y agachabas la cabeza.

Le has querido aun cuando te ha demostrado que no se lo merecía. Y aun así te aferras al mínimo rayo de esperanza que te pueda dar. Que él no te ha aceptado con tus defectos y tú sin embargo, has visto todo lo malo y te has seguido quedando. Eso es amor.

Por eso, no te quiero ver así. No quiero ver cómo dejas a un lado tu amor propio, no quiero ver cómo te humillas por alguien que no merece la pena y que no ha dejado de fallarte una y otra vez. Quiero que vuelvas a ser tú misma. Que vuelvas a valorarte. Quiero que dejes las penas a un lado y vuelvas a ser tú, irradiando amor y felicidad. Que te des cuenta que hay un límite para el amor y que es la dignidad. Que tienes el derecho y el deber de abandonar a esa persona tóxica y que llegará alguien que te quiera siendo tú en toda tu esencia, con tus defectos y virtudes.

Y sobretodo, debes dejar ir para encontrar y no aferrarte a aquello que te está demostrando que no es para ti.

Te mereces todo lo bueno que hay en la vida. Te mereces todo el amor que intentas dar a los demás.

Nunca vas a perder. Ganas o aprendes.

Vas a salir de ésta, ya lo verás.

-Srta. Maravilla-

jueves, 2 de noviembre de 2017

Te voy a recordar, noviembre

Noviembre, te voy a viajar. Me vas a llevar lejos, sé que vas a removerme, a sacar de mí todo lo bueno y lo malo de un año que va tocando a su fin. A lo largo de los treinta días que te componen, voy a hacer y a deshacer maletas, a coger aviones y a poner distancia, a visitar por primera vez una ciudad que estaba en mi lista de pendientes desde hace demasiado… Y eso me motiva, porque esas listas están para ir tachando y para ir cumpliendo objetivos, para repasarlas y proponernos nuevos retos; en definitiva, para quedarnos en paz con nosotros mismos.
Voy a hacerte fotos, noviembre. Unas veces tendrás un aspecto más monumental y otras más cotidiano, pero me he propuesto que salgas bien en cada una de las imágenes que vaya tomando, esas que quedarán en mi mente en forma de recuerdo. Desde ya me gustas, porque vas a traerme reencuentros con gente imprescindible en mi vida, recordándome que el dónde pasa a un segundo plano cuando la compañía es la que le va a dar sentido a todo, cuando los que te rodean te hacen sentir bien -nada más y nada menos-.
Noviembre, te voy a agradecer haberme llevado lejos, haberme regalado unos kilómetros que dejarán de suponer distancia para transformarse en sueños cumplidos. Vas a darme horas de espera en un aeropuerto, dentro de un coche o tras la ventana de un tren,tiempo que se esfumará dando paso a momentos que te harán inolvidable. Voy a pasearte, voy a recorrer calles que son completamente nuevas para mí, pero también volveré a aquellas de las que salí y a las que necesito volver de vez en cuando para recordar el camino, para no desviarme.
Te voy a recordar, noviembre. Sé que no tendré que hacer grandes esfuerzos en un futuro para que vengas a mi memoria porque, además, me ayudarán las entradas, los billetes y los mapas señalados. Eres especial porque hacía tiempo que un mes no venía tan cargado, tan movido; quizá por eso te valoro tanto y, a la vez, me reconcilia con aquellos meses en los que ha reinado la tranquilidad,por eso mismo, porque sin ellos ahora no te recibiría con tantísima ilusión.

Por todo lo que espero de ti, por todo lo que me vas a dar… Gracias, noviembre.

-Te lo dije cantando-

miércoles, 1 de noviembre de 2017