domingo, 30 de septiembre de 2018

Ella, curiosa y revoltosa

Ella es curiosa. Va por el mundo con sus enormes ojos abiertos, intentando guardarlo todo en su memoria. No disimula cuando algo le fascina. Le gusta viajar. Tantas veces ha pensado en dejarlo todo y huir con su maleta repleta de por si acasos. Suele dar bastantes vueltas a la cosas y cree que le iría mejor si pasara de todo. Pero no puede. Ella no es así.
Confía pronto, aunque tantas veces se ha propuesto no hacerlo. Cuenta que así se ahorra decepciones. Pero no puede evitar abrir su corazón y su mente a quien le hable de amor, de sueños y de letras. Le gusta leer, dice que nunca tiene tiempo, pero al final siempre saca un poco. Y luego tiene ese tremendo vacío interior cuando termina un libro.
También se conoce los diálogos de algunas películas. Sigue más series de las que su tiempo le permite. A veces es olvidadiza. Y se escribe cosas en la mano. Por si acaso. Dice ser patosa pero camina decidida hacia sabe dios dónde. Siempre con tantos planes, con tantas ideas, con tantas ganas de más. No vive cada día como si fuera el último, pero es feliz. Tiene sus días de sofá y manta, y comida que engorda. Y le encanta. La vida sólo se vive una vez, repite. ¿Ahorradora? Algún día.
Le han hecho daño, alguna vez. Por tonta, dice. Probablemente ella también haya roto algún pobre corazón. Pero no se rinde, piensa que el amor no duele, sino las personas. Cuando quiere, quiere con todo, quiere sin medidas. Cree en las segundas oportunidades, aunque la vuelven desconfiada. Bueno, pues veces sale bien, y otras veces se aprende.
Encuentra todo en su desorden, y consigue domar hasta su pelo revuelto recién levantado. Se queja de que el moño siempre le queda mejor cuando se queda en casa. Y cree que la belleza no necesita filtros ni maquillaje. Llora con algunas historias, con las de verdad, y pierde sus ojos en la carretera cuando escucha aquella canción. La canción. Dice que todos tenemos una, que está llena de nombres y de recuerdos.
Se queja de lo que no le gusta. Como la verdura, pero sí, ya lo sabe, tiene que comerla. Le gusta el sonido de las pisadas en la nieve. Le gusta que llueva si está a cubierto. Le gusta el olor a tierra mojada. Dice que la vida está llena de pequeños momentos, y que hay que saber valorarlos. Cuando se escapa de la ciudad respira hondo muchas veces. Para limpiar los pulmones.
Aprecia los detalles. Los que no se compran en centros comerciales. Y adora las croquetas. Y quién no. A veces mira su armario y dice que está lleno de no tengo qué ponerme. También dice que la música puede curar casi todo. Y se va, tarareando.
Pero siempre vuelve, si la necesitas, de verdad. Siempre perdona. No habla de olvidar, porque le cuesta. Huele a domingo. Y si la escuchas, si la entiendes, o si al menos lo intentas, ella está dispuesta a regalarte su tiempo. Eso es lo más valioso, dice.

-Compartiendo Macarrones-

sábado, 29 de septiembre de 2018

A veces

A veces las cosas no nos salen como esperábamos.
Nos decepcionan personas, trabajos y situaciones de la vida en general en las que pensábamos que era nuestro momento.
Y te duele, te duele mucho.
Porque no te lo mereces.
Pero es así.
Y es por eso y por muchas más cosas que cuando llegues a lo alto de la colina, te recordarás a ti mismo lo mucho que ha merecido la pena pasar por todo eso que un día te hizo dudar hasta de ti mismo.

-Dime tú cómo lo ves-

viernes, 28 de septiembre de 2018

Que no se te olvide

Darle al pause más a menudo. En cada bucle que entres y del que no sepas bien salir. En cada momento tonto, que sabes te podrías ahorrar. En aquellas situaciones que te hagan salirte de ti, de tus casillas y de tu tablero de juego. Y aprende mejor a salirte por tu propia cuenta, a tu sola voluntad. A dar volumen a lo que te interese o importe. Y a no escuchar más discos rayados.
Que no se te olvide bajarte de ese tren, de ese autobús, o de ese camino que coges a diario, que no te lleva a ningún lado. O a ninguno en el que, si tiras de sinceridad, te gustaría estar. Ese en el que ya no miras hacia los lados, el que no acelera tu pulso cuando ves aparecer. El que ni te sorprende ni te hace vivir contando los segundos que restan para que llegue. Bájate. Camina. Olvida.
Que no se te olvide asomarte más y esconderte menos. Mirar por la ventana, abrir los ojos, disfrutar las vistas. Ver, observar, admirar. Comerte con la mirada y con el alma cada momento que pase por delante, cada atardecer que tengas oportunidad, cada oportunidad que nazca al amanecer. O cuando sea. Benditos regalos. Que en ocasiones tan sólo es cuestión de prestar atención, soltar algunas cosas, y dejarse llevar.
Que no se olvide la magia de las primeras veces. La curiosidad desbordada, el brillo en los ojos, las sorpresas que descolocan. La magia de volver a mirar con la mayor de las ilusiones, con inocencia, con emoción mal disimulada. De sentir nudos, mariposas y cosquilleos varios. De aprender a desaprender y a ver como si fuera la primera vez. A embobarte con los fuegos artificiales. A apreciar detalles que se nos escapaban, a recrearte en las pequeñas cosas. A no dar nada por sentado. A darlo todo en cada intento.
Que no se te olvide el hoy. El ahora mismo y lo que sea que tengas en estos momentos delante. El aquí, ahora y ya. Que lo que haya de llegar, llegará. Mientras que el presente no da segundas oportunidades. O te empapas de él, o se esfuma. Aprende a estar, a empaparte, a no perderte nada.
Que no se te olvide respirar. Por la nariz, la boca y por la piel. Llenarte de energía, refrescar tu coraje, sanar tus ansias. Conscientemente, que no de forma automática, anodina y como cualquiera. Por simple costumbre o necesidad del cuerpo. Que la diferencia es abismal. Que no es tanto sobrevivir, como simplemente vivir.
Que no se te olvide amar. A los tuyos, a decirlo en voz alta y a demostrarlo en cada ocasión que tengas. Y a ti, a cada uno de tus días, aquello en lo que pones tu vida. Tu esfuerzo, tu ilusión. Pese a que se vista de gris, amenace desastre o intuyas naufragio. Recuerda aquello que dicen, que solo poseemos aquello que un naufragio no puede arrebatarnos.
Que no se te olvide confiar. Darte un margen, espacio y alas. Y creer en ti. Decírtelo a diario, delante del espejo y a pleno pulmón si hace falta. Con tal de creerlo. Ante cualquier situación, por pequeño, grande o loco que sea el reto que tengas delante. Nadie mejor que tú, no te arrepientas mañana. Conoces la teoría, aplícate en la práctica.
Que no se te olviden tus sueños. No los dejes para el final, para cuando te sientas mejor, para cuando sea. Que cualquier momento sirve para ponerte a ello. No solo en vacaciones, en momentos de inspiración o una noche entre amigos. Que de niños se nos da más que bien, pero de mayores nos cuesta en exceso. Nos olvidamos. Y lo dejamos de lado. Aprende a pasar de los sueños condicionales, a soñar, y cumplir, en presente.
Que no se te olvide ponerte de pie. Y dejar de mirar tanto el suelo, la piedra o tus pies. Deja de temer caerte y céntrate en levantarte. El cuerpo, el alma y la ilusión. A quitarte esos zapatos que te aprietan, que te rozan o que te hacen siempre daño. Consentirlo o no, está en tus manos.
Que no se te olvide tu vida. La que lleva tu nombre. El regalo que no pediste y te dieron. El mejor de todos. El que no se detiene y avanza siempre en tiempo de descuento. Esa que tanto te cuesta a veces. Esa que dices que no te da, o que se te pasa volando. Aprende a pararte, a seguirla, a girar con ella. A llevarla a tu terreno, a vivirla y a hacerla completamente tuya.
Que no se te olvide cantar, reír, bailar e improvisar. Dejarte de tantos planes perfectos, de tantos rollos, de tantos marrones. No en vano, quien busca encuentra… sea lo que sea. Escribe tu propia historia, crea tus propios viajes, invéntate tus pasos. Aprende a darlo todo y exigirte menos. Sabiendo que das lo más, y que, en ocasiones, menos muchas veces es más.
Que no se te olvide que soltar es ley de vida, que no puedes cargar con excesos ni equipaje de más, y que cuanto más ligero, más espacio, y que cuanto más espacio, nuevas cosas han de llegar.
Que no se te olvide mirar a los ojos. Los tuyos. Y a los de quien te habla, quien te escucha y quien te cuida en la mayor o menor distancia. Hay miradas que lo dicen todo.
Que no se te olvide escuchar. Tanto fuera como dentro. Aprende a interpretar silencios, a callar los restos, a disfrutar de cada melodía. A que para hablar, primero se ha de escuchar. Y que, muchas veces, lo que más importa, es precisamente lo que no se escucha.
Que no se te olvide que cada día se reinician 86400 segundos, y que cada uno cuenta.

Y que cada uno, es tuyo.

-Entre suspiros y un café-

jueves, 27 de septiembre de 2018

Los domingos

Te entiendo, hay días en los que apetece estar tirado en el sofá, pedir una carbonara familiar del Telepizza y ver un capítulo tras otro de tu serie favorita.
Pero qué me dices del dolor de pies que queda después de saltar hasta que no hubiese un mañana.
O quedarte sin voz al cantar con todas tus fuerzas esas canciones que te dejan sin aliento.
Brindar con esa familia que se elige por salud y libertad.
Y decirles que los quieres, que los quieres mucho.
Qué me dices de saltarte un poquito las normas de vez en cuando.
Las dietas, los complejos, lo que piensen de ti.
De amortizar ese cuerpo que te ha tocado.
De desgastar tus articulaciones y tus cuerdas vocales.
De ejercitar los 400 músculos que se ponen en marcha cuando nos reímos a carcajadas.
Y, aunque a veces duela, el corazón hay que entregarlo de vez en cuando.

-Dime tú cómo lo ves-

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Abrazos

A veces sobran las palabras, y un abrazo es capaz de recomponerte por dentro en cuestión de segundos. 
Y es que hay momentos, situaciones, en las que sólo te hace falta saber que hay alguien ahí al lado que te entiende, te apoya, te anima y que está dispuesto a quedarse en silencio si es lo que necesitas.

Sin dejar de abrazarte. 

-Un rincón maravilloso-

martes, 25 de septiembre de 2018

Miedos

A veces tengo miedo. Un miedo oscuro, punzante, pesado, nocturno, real aunque imaginario. A veces tengo miedo. Miedo a que no me quieran. A no volver a querer a nadie igual. A suspender los exámenes. A quedarme sin trabajo. Miedo. A que no suene el teléfono. A que suene para avisar de una tragedia. A los accidentes. A volar. Miedo a perder a mi padre, porque no soportaría la orfandad de quien me enseñó a ser. Miedo a que enferme mi madre, porque su dolor me incapacitaría. Miedo. A la vejez. A envejecer sola. A no llegar a vieja. A suspender la oposición. A aprobarla y que no me guste el trabajo después. Miedo a tener que marcharme de mi ciudad. Miedo a tener que volver a vivir allí. Miedo a la intolerancia. Miedo al dolor. A veces tengo miedo al miedo. Miedo. A no gustar a los demás. A no gustarme a mí misma, qué horror, qué miedo. Miedo a morir sin haber hecho nada interesante. Miedo a no calar en la vida de nadie. Miedo a que el último beso sea de verdad el último. Miedo a no volverle a ver. Miedo a cruzármele en la esquina de la calle por la que me da miedo pasar. Miedo a que me ahoguen los pagos. A hablar en público. A hacer el ridículo. A equivocarme. Miedo. A quedarme embarazada. A no poder hacerlo jamás. A la paternidad y sus responsabilidades. A no ser una buena madre. A que me sean infiel. A enamorarme de otro. A las alturas. A la oscuridad. Miedo. Miedo a la vergüenza que me da reconocerme débil. Miedo. A no ser suficiente, bastante, demasiado, excesiva. Miedo a los ruidos del techo, de la puerta, del sótano. Miedo. A que me quieran sólo por mi físico. Miedo a que nadie me quiera por mi físico. Miedo a pasarme de lista. A que me tomen por tonta. Miedo a la cobardía. Miedo al dolor de mis hermanos, que es tan inevitable como inaguantable. Miedo a que me dé un infarto al corazón roto. Miedo a perder el tiempo en tonterías. Miedo a exigirme demasiado. Miedo. A perder la inspiración. A que se me acaben las palabras. A defraudar a los que esperan de mí una letra.


Miedo.
Miedo.
Miedo.
Miedo.


No todos míos. Algunos prestados, enumerados, ocurridos, verbalizados al azar. Miedo. Miedo, yo que no hay virtud en el mundo que valore más que la valentía. Yo, que me los trago. Tú, que te los callas. Él, que los grita. Ella, que los evita. Ellos, que los afrontan. Miedos. Humanos, naturales, personales, fundados o sin razón. Miedos. Miedos que no reconocemos, que guardamos en cajones al borde del llanto. Que volcamos en sábanas ajenas esperando que no nos persigan. Que no expresamos. Miedos que nunca desaparecen con el silencio, que deberían servir para acercarnos, para abrazarnos más, para querernos mejor, para empatizar sin fisuras. Miedos que tendrían que obligarnos a conversar con lágrimas y sin ellas, con risas y entre bromas, con ánimos y abrazos. Miedos a los que jamás deberíamos permitirles decir que nos vamos a la cama porque tenemos mucho sueño, cuando en realidad tenemos mucho miedo y nos apetece hablar de ello. Miedos que no tendrían que avergonzarnos, sino ayudar a conocernos, a querernos a nosotros mismos, a comprendernos, a liberarnos, a abrazarnos. El miedo es tan normal como lo es la alegría, el amor o la tristeza. Te lo digo siempre y nunca es suficiente: quiérete.

-La mirada de Julita-

domingo, 23 de septiembre de 2018

Más corazón

Y volver a pedir mimos y un “ven, quédate conmigo que no quiero dormir sola hoy también". Y volver a decir lo que echamos de menos cuando todo parece estar de más. Y volver a declararnos en ruinas, porque solo así se coge el valor para reconstruir. Y sentir que aunque pasen mil vidas, seguiremos manteniendo las mismas costumbres para salvarnos a nosotros mismos. Aunque nadie lo entienda. Aunque nadie se sepa la canción.

Y es que en esta vida de cara al público, creo que deberíamos mostrar menos la cara y más el corazón.

-La chica de los jueves-

sábado, 22 de septiembre de 2018

Aventuras

De repente cuando menos te lo esperas todo ha terminado.
Las cosas pasan y como si de un sueño se tratasen acaban. Con el paso del tiempo se borran todos los momentos malos y solo los buenos tienen un sitio en tu corazón. Según lo que te hayan marcado, será mayor o menor. Pero ahí están.

Es lo bueno de arriesgarse, de vivir aventuras. Vengan las que vengan ninguna volverá a ser como era. Y aunque acaben, solo por haberla vivido tienes que estar feliz.

-Los lunares de mi piel-

viernes, 21 de septiembre de 2018

Juntas somos perfectas

No tengo amigas de esas de hablar todo el día por WhatsApp. Ni de las que cuadran vacaciones para irse de viaje juntas. No tengo amigas de las que te llenan la galería de fotos, ni de las que te cuentan cada crisis al detalle y desde el minuto 1. No tengo amigas de las que te escupen la verdad a la cara aunque duela. Ni de las que hacen planes cada fin de semana.

No tengo nada de eso, pero tengo las mejores amigas del mundo. Puede que no cuadremos agendas ni de coña para viajar juntas, pero si en algo somos expertas es en fabricar momentos. En alargar los cafés y estirar las risas como el chicle que compartíamos antes de tener pelos en las piernas. Puede que de la foto más reciente juntas ya haga demasiado. Pero qué queréis, cuando quedamos siempre hay alguna de nosotras que está demasiado cansada, o demasiado despeinada, y el resto acata. Porque desetiquetarse es de cobardes. Escabullirse, de guapas. 
Puede que a veces nos callemos lo malo durante semanas, porque somos reservadas y a veces preferimos luchar nuestras propias batallas solas. Pero al final siempre acabamos confesando. Y aunque nos riñamos con un "por qué no nos lo contaste", nos aceptamos con nuestros bloqueos y desbloqueos, porque todas sabemos bien que hay cosas que no salen del corazón cuando una quiere, sino cuando una puede. 
Mis amigas y yo nunca nos decimos "ya te lo dije". No nos sermoneamos con lo que ya sabemos ni nos imponemos consejos que nosotras mismas no seguiríamos. Somos amables las unas con las otras, y eso, a veces, significa simplemente escuchar y callar. Porque equivocarnos nos equivocamos todas, y cuando más la cagamos, más nos queremos.
 
Podemos ser frías como una noche en el desierto o vivir con un volcán detrás de los ojos que existe en constante riesgo de erupción. Y quien dice erupción, dice llanto. Somos sensibles pero resistentes. Risueñas pero conscientes. Sinceras pero resilientes. Somos diferentes, pero alguna parte de todas las que llevamos dentro es común. Y cuando juntamos cachitos hasta el cielo se ríe. Y hablamos o callamos. Reímos o lloramos. Arreglamos el mundo o nos lo cargamos. Estrechamos lazos, enraizamos más profundo todavía. Y nos hacemos fotos cuando apetece. Soñamos con el viaje perfecto, aunque no llegue. Nos escuchamos las liadas y, no sé ellas, pero yo cuando la lían es cuando más las quiero. 
Así que, sí, mis amigas son las mejores porque juntas siempre sumamos. Y sumando da igual si mucho, si poco. Si siempre, si nunca. Una suma siempre es más. Siempre es positiva. Siempre agrega algo de valor. Ellas son riqueza. Juntas somos como un pequeño país feliz. Juntas somos capaces de dejarnos la imperfección en la puerta (ya la recogeremos a la salida). Porque juntas somos perfectas. Y lo sabemos, y nos lo creemos. El mundo seguirá luego. Pero mientras estamos juntas, bailamos. Y eso, para mí, es la amistad. 

-Tejetintas-

jueves, 20 de septiembre de 2018

Los de verdad

Estos momentos son los de verdad.
Porque así los siento.
Y es que no te hace falta más.
Ver reír a tus amigas mientras el sol se esconde bajo el mar, y que tan sólo quieras parar el tiempo para no tener que esperar al siguiente verano.
Para no tener que soñar despierta.
Porque a veces las realidades son sueños, y es entonces cuando no puedes pedir nada más.

-Dime tú cómo lo ves-

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Más sonrisas

Hacen falta más sonrisas.

De esas que te alegran el día y arreglan el mundo en un momento. De esas que te hacen sentirte un poquito mejor, que te llena de fuerza y con la que eres capaz de comerte el mundo. De esas que se escapan casi sin darte cuenta y te la dejas puesta todo el día, porque en realidad te queda genial.

Hacen falta más sonrisas y menos miedos.

-Un rincón maravilloso-

martes, 18 de septiembre de 2018

Caminos nuevos

Al final no todo es como habíamos imaginado; el camino está lleno de giros inesperados. La vida te empuja y tienes que saltar sin saber dónde vas caer. Hay decisiones que nadie puede tomar por ti y debes tomarlas sí o sí.
El tiempo pasa, no espera, hay que disfrutar mientras se pueda. Algunos miedos son pasajeros y afrontarlos significa superarlos. Se puede mirar atrás siempre que uno quiera, aunque duela. Hay lugares que dejaron de pertenecernos, así que, ve a encontrar otros nuevos. 

-Eri-

lunes, 17 de septiembre de 2018

Cara b

Caer en la cuenta de que estás en la cara b de la vida, en otro plano, y asomarse al vacío de sentirte solo da vértigo, al mirarse por dentro y notar que no hay nada, que estás hueco.
Te llega un pellizco interior en forma de astilla y te ves perdido en la típica estación que dicen que es la vida, viendo distraído, como si nada, pasar trenes una y otra vez, dejándolos marchar, o mejor dicho, dejándote ellos a ti, mientras a tu alrededor los demás siguen avanzando.
La garganta se encoge al saber que no eres la ilusión ni el salvavidas de nadie, que de verdad no le importas a una persona como para ser su primera elección, que ninguna piel se eriza por tocarte.
Aparece la fragilidad de un barco atrapado que lucha contra la corriente, y las lágrimas, que por supuesto no vas a dejar salir al exterior, se hunden a plomo hacia el interior, calando cada rincón de tu alma y haciéndola, cada vez más, un poco más oscura.
Tienes miedo a acostumbrarte a seguir sintiéndote así, a que te paralice la comodidad y te dejes llevar por la rutina hasta llegar a un punto en el que sientas que ya no hay marcha atrás.
Desde el refugio de tu cama escondido entre las sábanas recuerdas con tristeza que todas las victorias que has conseguido han sido retiradas, que te has evitado el desastre y la amargura de chocarte con un muro de realidad.
Te recorre una envidia que sí que corroe, y llega la rabia de no tener suerte, de no ser valiente, de no ser capaz de encontrarte, de que quizá nunca me encuentres, de ser solo yo, solo.

-Rodrigo ML.-

domingo, 16 de septiembre de 2018

Volvería siempre

No me canso nunca. Volvería a ti siempre que me lo pidieses. O sólo por volver, por verte, porque quiero, porque puedo.
Un amor que nunca falla.
Tres ciudades. Tres partes. Cabeza, alma y corazón.

-DetallesConectados-

sábado, 15 de septiembre de 2018

Me caso

Te prometo que un día de estos me caso. 
Sí, definitivamente voy a hacerlo. ¡Me caso y no habrá marcha atrás!
Ahora bien, debo advertirte que no voy a hacerlo contigo. Ni con ella. O quizá también, ya veremos. De momento, y hasta que eso se decida, puedo decirte que me comprometo. Que subo al altar y que sí, que me caso.
Me caso con todo aquello que atesore belleza. Desde lo más grande a lo más pequeño. Desde las estrellas más brillantes hasta el aroma de una flor. 
Me caso con el momento. Con las risas y una buena conversación. Con aquello que, superficial o profundo, contenga dentro de sí la semilla de la autenticidad. 
Me caso con los buenos amigos y con todas las personas que sean de verdad, que para seguir fingiendo ya tuve mucho tiempo. Tiempo atrás. 
Me caso con la calidez, con el color, con la piel y, sobre todo, con la calidad. Con lo que sucede lento y acaricia el paladar. Un buen vino, una chimenea, el atardecer, la mirada de después de amar…
Y es que pienso casarme tantas cedes que no habrá espacio para todas esas cosas que por frías, antipáticas o falsas hagan de mi existencia una travesía de grises y mediocridad. 
Pienso casarme tantas veces que mi corazón luzca orgulloso aquella frase que escribió el día de su despertar: «Por el largo de estas venas —desde la más gruesa de las arterias al más fino capilar— solo correrá lo mejor».

-El universo de lo sencillo-

viernes, 14 de septiembre de 2018

Destinos cruzados

Qué bonito eso de conocer nuevas personas.
Y más si apenas pasados un par de meses tienes la sensación de que en otra vida o en otro universo paralelo ya os habíais conocido porque las casualidades, los gustos, aficiones y pensamientos son tan iguales que no se encuentra otra explicación. O a lo mejor es que os separaron al nacer y no lo sabíais, aunque la diferencia de edad sea algo relevante en toda la historia. 
Qué bonito que te sorprendan con su sencillez y con su fortaleza. Que te hagan mantener la esperanza en la existencia de las buenas personas.
Que te ayuden a perder el miedo a subir a nuevos trenes o a cambiar de estaciones o a esos nuevos amores que parece que quieren llegar. 
Que te refuercen esa idea de que cada día es único e irrepetible, que aunque el día comience mal no quiere decir que tenga que acabar de la misma manera. Que te hagan modificar tus planes y que te pinchen para crear otros nuevos. 
Que te incentiven a ser mejor persona, que te insten y te provoquen para llegar más lejos, para alcanzar tu máximo potencial porque creen en ti más que tú misma. 
Que te hagan reír a primera y a última hora del día y que la carcajada sea la seña de identidad que os identifique. 
Qué bonito que te lleguen en forma de regalo cuando no te lo esperas. 
Qué bonito que el destino se cruce en tu camino.

¡Bonita casualidad, pececito! 

-DetallesConectados-

jueves, 13 de septiembre de 2018

Días

Días, unos mejores que otros. 
Existen días comunes, mediocres, los sobrantes. 
Existen días épicos, memorables, los sublimes. 
Existen otros, los espontáneos, los que tenían que aparecer y tú tenías que experimentar. Los que te despegas de la realidad con tan solo un parpadeo de ojos. 
Una dulce compañía, y un buen lugar es lo primordial. Las palabras salen a confesar lo que llevas dentro, hasta adueñarse del momento. Y donde todo acaba con un pastel de emociones.
Son las dudas las causantes. Y ahí están colocadas en primera fila para torturarte, para acribillarte. Y tú ahí, como un pasmarote dejándote dañar. Si es que al final seremos eso, animales sin afán. 
Conócete desde tu raíz y entiende hasta tu saber. Proceso lento como una batalla medieval, conquista esa tranquilidad. 
Como además de perdonarte, a pesar de lo sucedido, recuerda que el pasado es pasado que lo que importa es nuestro presente y de lo que ahora eres.

-LikeGinger-

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Sí a la vida

No te conformes nunca con menos de lo que mereces. Y no olvides jamás que lo mereces todo. No te creas a los que hablan de sus vidas como si fueran perfectas en cada uno de sus días. Y no olvides que la perfección es tan subjetiva como la belleza. No subestimes tus capacidades y no dejes de celebrar ni uno solo de tus méritos. No perdones lo que consideras imperdonable, pero no te llenes de ese rencor rancio que ensucia las almas bonitas. No tengas miedo a la novedad y no le temas al compromiso de lo estable. No dejes que te digan que no es para tanto lo que para ti es un mundo y no te quedes con los que hacen de tu mundo un lugar sin relevancia. No te estanques en lo que ya conoces, pero no dejes de lado a aquellos que realmente te conocen. No cambies lo que eres por lo que esperan que seas y no te canses de mejorar para ti misma. No dejes de decir no a lo que te daña y sí a lo que te alegra.
Sí al amor. Sí a la vocación. Sí a jugar como un niño. Sí a reír a carcajadas. Sí a llorar cuando haga falta. Sí a la amistad. Sí a bailar bajo la lluvia. Sí a saltar encima de la cama. Sí a los besos. Sí al abrazo de mamá. Sí al consejo de papa. Sí a la tarta de chocolate. Sí a la constancia. Sí a correr al atardecer. Sí al olor a campo. Sí al sonido de las olas del mar. Sí a vivir a tu manera. Sí a tus defectos. Sí a tus virtudes.

SÍ A LA VIDA.

-La mirada de Julita-

martes, 11 de septiembre de 2018

Cristales

Mantener con vida algo que ya está roto siempre será otra cosa, una versión distinta y también diferente, un consuelo de mentira. Los rotos son eso, cristales.
Y sólo pueden hacer daño. 

-Elvira Sastre-

sábado, 8 de septiembre de 2018

Felicidad infinita

Sigo sin creerme algunas cosas que han sucedido en los últimos años, mucho menos en los últimos meses. Dicen que la vida da muchas vueltas y la mía ha dado unas cuantas en muy poco tiempo.
A lo largo de ella he seguido aprendiendo, porque si de algo estoy segura, es que nunca dejas de aprender en esta vida, nunca dejas de ser un alumno en continuo aprendizaje. En esas lecciones los temas han sido muy variados pero si hay uno que ha destacado por excelencia ha sido el de la amistad, sabiendo todo lo que ésta conlleva.
Durante algunos años creí, que tal vez, era un pequeño bicho raro. Que los valores o las características o la forma de entender o de saber estar que consideraba que debía tener una persona para poder llamarse Amigo, parecían estar lejos de lo que pensaban otras personas de mi alrededor.
Pero la vida te da esas mil vueltas y te enseña que también hay personas como tú. Existen, sí. Están ahí. Sólo hay que esperar un poco y dejar que levante la niebla para verlas. Personas que lo dan todo sin esperar nada a cambio; personas que se recorren el mundo si es necesario sólo para verte; personas que se alegran contigo, que son más felices si te ven feliz y que lloran contigo también si es necesario; personas que apoyan de forma incondicional pero llamándote la atención si lo necesitas. Personas que ESTÁN.
En ese claro de niebla irrumpió con la fuerza que le caracteriza una de mis huracanes. Pasamos de cero a 200 en apenas unos segundos. Algo así como un acelerón de un coche de carreras, sólo que aún seguimos en pista corriendo a la misma velocidad que alcanzamos en aquellos segundos iniciales. A veces ha habido curvas y hemos tenido que frenar un poco, reducir la velocidad, pero ha sido sólo un instante, para recuperar el aliento, las fuerzas y volver a acelerar.
Pocas palabras me salen ya para expresar todo lo que sería necesario. Muchas de ellas ya fueron plasmadas en papel o en el blog, otras fueron expresadas cara a cara en esas noches en las que hemos intentado arreglar el universo. Sería empezar y no parar de contar, de relatar momentos que son ya inolvidables.
Hoy es un día muy especial para ella y su Cari. Es SU día. Llevan preparando con mimo y con todo detalle desde hace más de un año este día. Para ellos y para su gente. Y es que tengo muy claro que a lo largo de todo este proceso han ido pensando en ellos mismos pero también en quién les iba a acompañar.
Amigui, te casas con el hombre de tu vida, no me cabe ninguna duda, con el que un día viste y dijiste “ese es”, y era.
Me emociona profundamente estar hoy presente y es que creo, que a pesar de esas diferencias que puedan tener (en eso está el encanto del amor), son el uno para el otro. Se complementan de forma perfecta en su pecularidad, y lo más importante, se quieren con toda el alma.
Para él sólo tengo buenas y bonitas palabras y aunque nos conozcamos desde hace poquito, puedo decir desde aquí que ya lo quiero también, pero lo quiero especialmente para ti.
Tengo sentimientos encontrados en este momento. Por un lado no puedo de la felicidad por la nueva etapa que empiezas, pero por otro lado lo pienso y se me revuelve el estómago pensando en cómo ha pasado el tiempo en estos dos últimos años. Ese tiempo parece que cada vez se ve más lejano, y lo que ayer se veía cercano hoy se convierte ya, casi, en viejos tiempos. Así es la vida. Va pasando sin que nos demos cuenta. Pero de lo que sí estoy segura es de que cada segundo que nos ha ofrecido hasta ahora lo hemos aprovechado hasta el último aliento.
Agradezco infinitamente a nuestra Ana que hiciese cruzar nuestros caminos, porque eres de las mejores y más increíbles personas con las que tengo el placer y la suerte de contar, porque gracias a ese día hoy estamos aquí juntas para verte, probablemente, en el día más feliz de tu vida (hasta el momento). Amistades así no se encuentran todos los días.
Te quiero infinito hoy y siempre, y sólo espero y deseo que sigamos con la misma esencia de cuando nos conocimos aquel, legendario ya, fin de semana en Lisboa. Espero que podamos compartir la vida entera, con todas las etapas que ésta nos depara; altos y bajos.
Te deseo de corazón lo mejor en este viaje que emprendes junto a este tremendo hombre. Mucha paciencia, y no te olvides que el amor es un trabajo constante. No te relajes, haz un pequeño esfuerzo por tu relación todos los días. Riégala, aliméntala con detallitos (que de esos sé que te sobran).
Cuidaros mucho el uno al otro y seguid caminando juntos, lado a lado, de la mano, como habéis hecho en todo este tiempo, como se os ve muchas veces en vuestras fotos.

...Y no te olvides que siempre tendrás unas Amiguis con quien contar.

¿Preparados? ¡Esto acaba de empezar, chicos!

¡Te quiero mucho!

-DetallesConectados-

jueves, 6 de septiembre de 2018

Privilegios

Imagino
que echarte de menos,
debe de ser el privilegio
que tengo
frente a los que
no te han conocido.

-Victoria Ash-

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Esas


Me quedo con las personas de verdad. Las que están aunque no se vean. Las que sientes aunque no estén. Las que te entienden sin hablar. Las que te sienten sin escuchar. Esas.

-Laura Chica-

martes, 4 de septiembre de 2018

Todo lo bueno

Unas zapatillas de lona color coral, una melodía swing sonando de fondo y un alegre aire a los años 20 flotando en el ambiente.
Dicen que todo lo bueno que te puede pasar en la vida, nace de un atrevido salto al vacío. De osar cerrar los ojos para no dejarte impresionar por el abismo que se adivina bajo tus pies. Y de coger impulso, y de arriesgarte a arriesgar. A saltar y ver qué pasa. A intentar llegar bien lejos. Tanto como puedas. Y a creer de hecho que llegarás.
Que todo lo bueno, al igual que lo nuevo, comienza con un poco de miedo. Que si no, no valdría la pena.
Y con dar ese primer paso.
Temido por creer que es más importante acertar a la primera que moverse. Por pensar que importa más el destino en sí que el simple hecho de salir de donde estés. Sea porque ya no quieres seguir allí o por querer explorar qué hay ahí fuera.
Y es que a veces olvidamos que sin pasos, no hay camino. Y que con tan sólo uno de ellos, por tímido y corto que sea, puede ser más que suficiente para empezar a andar. Y ser el primero de muchos otros que irán viniendo. Que te lleve dónde sea, pese a las vueltas que puedas dar. Pese a las idas y venidas. Pese a perder trenes, suspiros y algún que otro sueño.
Pero no por ello dejar de arriesgar. Ni de viajar.
Pese a no saber exactamente dónde acabarás. Aunque de normal, por no decir siempre, el destino suele ser lo de menos, y lo importante, todo lo demás. La actitud, la persona. Que no hace falta irse muy lejos, que en ocasiones basta con dar un par de pasos, por nuestra cuenta, a nuestro aire. Que a veces no hay que viajar fuera, sino hacia dentro. Dejando la vuelta abierta. Poniendo todos los sentidos en ello. Que la compañía siempre la tenemos.

Dicen que la música es capaz de transportarte a otros lugares y que bailar te hace olvidar la vida y a su vez te llena de ella. Que es una decisión, de esas que o las tomas o te dejan. Que hay que cogerlas al vuelo, conforme se presentan. Y que, muchas, se cruzan camino por casualidad. De manera informal, improvisada, sin llamar la atención ni despertar sospechas. Una noche cualquiera, en un bar de paso cuyo nombre ni recuerdas. Ideas que te pillan hablando de todo y de nada. Pensando en cualquier otra cosa. Pero que por lo que sea, calan. Despiertan tu curiosidad. Te llaman la atención, te atraen y te atrapan. Y te dejas atrapar en ellas. Benditas ellas.
Decisiones que te llevan a estrenar unos bonitos zapatos, a vestir nuevos colores, a hacer algo que hasta hace poco ni te hubieras imaginado. Que quizá no es tanto para unos, pero sí para otros. Que quizá no es nada del otro mundo, dependiendo con qué lo compares. O con quién. Pero que para ti lo es. Y eso es más que suficiente. Que quizá es algo que querías hacer desde hace ya tiempo, pero que por unas excusas u otras, lo dejabas siempre para otro momento.
Hasta que el momento llega. Y dejas a un lado excusas, miedos y cualquier otro cuento. Y saltas al vacío hasta con los ojos abiertos. Y te lanzas a la pista de baile.
Y es entonces cuando llega lo bueno.
Porque lo bueno llega cuando se apagan las luces y comienza la música. Cuando aplaudes incluso antes de empezar. Cuando te olvidas de lo de antes, de todo lo que quede fuera y lo único que importa es ese momento y ese lugar. Y esas personas. Quienes te dan el doble de lo que tú das. Quienes comparten esa sonrisa que no te puedes quitar de la cara y que habla de felicidad. Quienes comparten ese segundo lenguaje, el baile, y las ganas de pasarlo bien. De dar lo mejor. De reírse de todo y por nada.
Y sientes que elegiste bien, que no pudiste elegir mejor.
Y te sientes como en casa.
Lo bueno es cuando te das cuenta de con qué poco puedes ser feliz.Cuando te alegra haberte dejado atrapar. Por la vida, por la oportunidad, por haberte arriesgado. Por haber apostado por aquella decisión, por aquella idea loca de una noche cualquiera. Y sobre todo, por ti. Porque no sabes bien lo que te espera, sólo que valdrá la pena vivirlo. Que te lo dice tu intuición. Que ya lo vale desde el minuto cero.
Lo bueno llega cuando te olvidas de teoría, de clases y de historias. Cuando te dejas llevar. Cuando te escuchas y sigues tu instinto, tu sentido, tus latidos. Cuando aprendes a darte la mano y a cerrar los ojos para centrarte en lo esencial. En la música, en ti, en seguir tus pasos. Para enseñarte y aprender contigo. Para disfrutar del momento y hacerlo eterno.
Lo bueno llega cuando apuestas. Por ti, por tus ideas locas, por tus pasos de baile. Por esos sueños que se han sumado a la lista hace relativamente poco. De manera improvisada y sobre la marcha. Dándote tanto a cambio de tan poco. Encontrando donde no pensabas encontrar mucho.
Lo bueno llega cuando saltas tus barreras. Esas que te habías puesto a tus anchas. Cuando aprendes que bailar o sentarse a observar, viajar o ver los trenes pasar, divertirse o abandonar, no son más que decisiones que tomas. O que dejas escapar. Que se pueden escribir nuevas historias a diario, en cualquier momento, en cualquier lugar. Redactar nuevas páginas que añadir a tu álbum de recuerdos. De esas que cada vez que miras, te siguen robando una sonrisa. De esas que te enseñan tanto con tan poco. De esas que te dan mucho más de lo esperado.
Lo bueno es cuando aprendes que puede que des pasos en falso, que pierdas el ritmo y que des más de un pisotón en la pista de baile. Pero que sólo así se aprende. Del prueba y error. De soltarse sin miedo a equivocarse, a no acertar, a no dar pie con bola. Y reírte de ti. Qué gran acierto. Saber que sólo arriesgando se gana, y no tenerle miedo.
Lo bueno llega cuando la música se acaba, pero sigue sonando en tu cabeza, en tu cuerpo, y la sonrisa todavía te acompaña. Cuando traes mucho más de lo que llevabas. Más ritmo, más pasión, más amor. Más vida. Y más de ti. Porque has descubierto des una pequeña parte que hasta ahora no conocías.
Lo bueno llega cuando miras más allá. Cuando aprendes que empezando por lo fácil, puedes llegar muy lejos. Que tan sólo es cuestión de probar. De apostar por ti, por tus saltos y por tus sueños. Y que te lleven donde sea que te hayan de llevar.

Paso a paso.

Y si son de baile, mejor.

-Entre suspiros y un café-

lunes, 3 de septiembre de 2018

Adelante

Seguir, seguir, seguir. Adelante y sin mirar para atrás. Ni por el retrovisor, ni se te ocurra.
Lo que dejamos atrás no es más que la estela de lo que somos, pero que nunca más volveremos a ser. Son borradores, prototipos de seres que un día, por un instante, fueron nosotros.
Lo que fuimos nos define. Es el capítulo anterior de la historia que escribimos viviendo. Bailando. Amando. Fallando. Follando. Soñando. 
A lo que nos queda de todo aquello, le llamamos recuerdos. Son las sobras o los posos, depende de si valió la alegría o la pena. Es el después de los despueses, es el bis que nadie pide al cantante que sabe que no llegará más allá, pero sigue cantando.
Y es que no tenemos muchas más opciones. De hecho, quedarse quieto para dejar la vida pasar es un atentado contra los que quisieron vivir y no pudieron, contra los que intentaron sonreír y les robaron hasta eso.
El pasado no es más que un puñado de recuerdos que se quedan en el fondo, recordándonos que jamás podremos volver a ser tan inocentes ni tan ingenuos. Ni tan tiernos ni adolescentes. Ni tan verdad ni tan incierto. Pero también nos hace ver que arriba, donde la brisa todavía corre y las heridas todavía se curan sin agua ni sal, todo vuelve a comenzar.
Seguir, seguir, seguir. Adelante. Siempre.

-Alejandro Sotodosos-

sábado, 1 de septiembre de 2018

Tiempo de...

Apenas ha acabado el verano y yo ya hago balance del mío. Ganas no me faltan de estirarlo, de pensar en más planes de terraceo, de fines de semana locos, de piscina, de playa, de helados y mojitos... Alguno se escapará todavía pero me he propuesto comenzar una rutina desde ahora. Algo, que a mi entender, después de unos días de descanso y reflexión, no había llegado a tener desde mi llegada. En parte, es normal. La época del año no ayudó. El ritmo de todo ha sido completamente diferente de lo que será en invierno y, tal vez, he sentido falta de eso para comenzar con mejor pie.
Ha sido un verano raruno, como dicen mis amigas. Acostumbrada a un verano rodeada de playa, de planes, de escapadas, de muchos amigos, de salir todos los fines de semana, de fiestas, barbacoas y cenas... al ahora le ha faltado algo. Ha habido momentos incluso en los que he tenido ese sentimiento de estar rodeada de gente y al mismo tiempo sentirme completamente sola. Me han fallado cosas pero principalmente me han faltado personas, tener a algunos más cerca, como otras veces, como siempre había sido.
Supongo que es necesario pasar por todas las fases, por todos los momentos. Que volver no fue fácil y si lo pensamos fríamente, ni siquiera ha pasado un año. Que se trata de empezar a vivir cada época del año de nuevo, reinventar, dar la vuelta a la tortilla y crear nuevos recuerdos, como alguien inteligente me ha dicho recientemente. No anclarme o aferrarme a aquellos recuerdos ya pasados. Puede haber otros, puede haber unos nuevos y pueden ser tan buenos como los que he dejado atrás. Consejo que he cogido al vuelo aunque haya sido después de un guantazo de "abre los ojos". ¡Gracias! 
Una vez más, y a pesar de no haber tenido grandes vacaciones, Ellas, han vuelto a estar ahí, haciendo un esfuerzo titánico en esta ocasión. Cuando más lo necesitas, cuando más precisas de un poco de aire, llegan Ellas y te regalan una bombona de oxígeno. 
Aunque no os vayáis a pensar que cierro el chiringuito tan pronto. Ah, no, ¡no! Se acerca una temporada de emociones, de cosas bonitas, de acompañar a una de nuestras amis en su boda (¡quién me lo iba a decir!), de llorar y de reír al mismo tiempo, de reencuentros tras años sin ver a ciertas personas, de sacar las botas de basket del armario y volvérmelas a calzar, de recuperar el tiempo perdido, de planear nuevos viajes golpes, de abrazar a esas nuevas personas que han aparecido en estos meses... y espero, que de escribir de nuevo. 
Es tiempo de empezar a patear, de descubrir, de deleitarme como sólo lo sé hacer yo y dejarme llevar y empapar de lo que me rodea. Es hora de erguirme de nuevo, de volver a ser quien era y de recuperar esa fuerza de la naturaleza que tanto me costó rescatar en su momento. 

-DetallesConectados-