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Y os hablo de cuando echamos de menos a esas personas que se van sin querer, que nos dejan a medias y un poco más vacíos. Vacíos que nunca se llenarán, pasen los años que pasen. Ni siquiera entrando millones de recuerdos más en nuestra memoria.
Qué suerte tiene el cielo de tenerle. Qué suerte, la nuestra, de poder recordar cada uno de esos momentos que nos hacen sonreír, o incluso llorar de emoción, de todo el cariño que un día se quedó ahí, en nuestra memoria.
Suerte la mía de poder mirar a esa estrella y saber que sigues ahí.
-Un rincón maravilloso-
Te quiero, papá.
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