jueves, 14 de diciembre de 2017

La vida es de los valientes

Y de repente, un día, sin saber exactamente qué lo causó, algo te hace “click” en la cabeza y despiertas. Quizá todo en general. Rápidamente te ves inmerso en lo que comúnmente conocemos con el nombre de “crisis existencial”. Una “crisis existencial” puede sorprenderte a cualquier edad y en cualquier momento; sobre todo cuando sientes que llegas al final de una etapa y necesitas empezar una nueva.
De pronto, tras pasarte años siguiendo la misma dirección, empujado por la inercia de tu entorno, sucede algo. Una circunstancia que, gracias a ella, algo dentro de ti te dice: “para, haz un stop, respira”. Y es en ese mismo instante, empiezas a cuestionarte todo lo que te rodea. Si estás orientando tus pasos hacia aquello que realmente te hace feliz o si simplemente sigues girando en el bucle de “lo que hay que hacer".
De repente, comienzas a entender qué te gusta y qué no. Empiezas a comprender que es hora de pensar un poquito más en ti y un poquito menos en los demás. Tus amistades de siempre se han convertido en verdaderos desconocidos y cuentas con los dedos de una mano aquellas personas a las que sabes siempre estarás unida. De pronto, quien no creías te sorprende para bien, y otras, por muy triste que sea la idea, lo hacen para mal.
Con tu novio de siempre, que lo significó todo para ti y ya habías imaginado toda tu vida junto a él, de repente te das cuenta que hace tiempo que ya se perdió la unión y la conexión. Que, por mucho que lo intentes, estáis los dos flotando sin sentido, más por costumbre, que por cualquier otra cosa. Entonces, es justo en ese instante, en el miles de millones posibilidades se cruzan y entrelazan unas con otras por tu mente. Y, de repente, te sientes segura y con fuerzas. Poco a poco te alejas de aquellos que restan la energía positiva de tu vida y cuidas más a aquellos que aportan valor.
Te das cuenta de todas las opciones geniales que el mundo tiene preparadas para ti y que están ahí fuera, esperándote a que abras la puerta y te decidas a caminar en esa fascinante dirección.
Y sí, es probablemente una de las decisiones más duras que tengas que tomar; pero te recoges el pelo, respiras hondo y decides, con todo el amor del mundo, despedirte de él. Porque sabes que vuestros caminos se separan, que hace mucho que no estáis en el mismo punto. Muerta de miedo te armas de valor y decides tomar las riendas de tu vida para cabalgar en ese dragón escupe-fuego.
Que cada uno sea libre de seguir su camino, todos tenemos el derecho y la obligación de ser felices. Y ahora, aunque triste al principio, necesitas continuar en solitario. Y así, de pronto, una mañana resurges, decidida a comerte el mundo, a hacer eso que tanto tiempo llevabas soñando, a explorar lugares y conocer a personas maravillosas. De hacer nuevas y valiosas amistades y sí, de enamorarte de nuevo.
Y mirarás a atrás y será entonces cuando entiendas por qué pasó lo que pasó de la manera en que ocurrió. Y te sentirás satisfecha y feliz de que así fuera. Porque, al fin y al cabo, todo pasa por una razón, y te darás cuenta de que sí, es posible ser mucho más feliz de lo que imaginaste alguna vez. Que nunca es el fin del mundo. Que cuando una puerta se cierra, una ventana se abre.
Échale un par y lucha por lo que quieres. Ama lo que haces. Enamórate cada día. El mundo sigue girando y no se detiene por nada ni nadie. Por eso, si te sientes reflejado en esta historia, decirte que no estás solo. Que el destino tiene mejores planes para ti.

Y recuerda: la vida es de los valientes. La vida es tuya.

-Anónimo-

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