sábado, 15 de julio de 2017

Sis

Once años en otro país. Once años de una vida marcados por las idas y venidas, por los momentos y las personas, muchos de ellos fugaces. Once años viendo llegar a desconocidos que se convirtieron en amigos, incluso en familia durante unos meses, y viendo a esas mismas personas marcharse.
Atrás quedan siempre los buenos recuerdos, todo lo compartido y vivido. Riqueza personal que lo llaman. Yo lo llamo "un cachito menos de corazón" porque cada uno se ha llevado consigo una parte de mí. 
He visto pasar a tanta gente que he perdido la cuenta de los "hasta la vista" y los "buena suerte". Esas despedidas que parecían parciales pero que en el fondo sabía que muchas de ellas se convertirían en definitivas, pues el tiempo, y la vida, te enseñan que no se puede estar en todas partes y que cada uno tiene que ir tejiendo su propio destino. Momentos y situaciones que a veces han hecho surgir la pregunta de si valía la pena encariñarse para luego "sufrir". 
Al final, sólo unos pocos son los que quedan y son esos los que nunca dejas escapar de tu lado, aunque estén a cientos de kilómetros, aunque la relación ya no sea tan intensa, tan estrecha, pero que sabes que el tiempo compartido hizo que se convirtiese en una relación de esas que, a pesar del paso de los años, cuando os reencontráis, el tiempo se para, retrocede, y todo sigue igual que cuando os separasteis. 
Pero qué complicado se me hace decirte a ti especialmente ese "hasta la vista"... No puedo. Y lo que es peor, no quiero. Me niego a hacerlo. Esas palabras no me salen de la boca. Se me quedan agarradas al estómago.
Llegaste en silencio, casi con vergüenza, y te vas dejando un vacío imposible de reemplazar. Porque alguien como tú no tiene sustitución, ni siquiera una sustitución parcial para fingir apaciguar tal vacío. 
Sin ser igual a mí, has sido mi hermana durante todo este tiempo. A veces hasta hemos comentado que podíamos ser gemelas [en el blanco de los ojos...] ¡Si es que tenemos una tontería encima que no podemos con ella! Aunque realmente hemos llegado a pensar cómo es posible que seamos tan iguales en cosas que incluso para nosotras nos resultan extrañas. 
Hemos compartido tanta historia en tan poco tiempo que casi no nos hemos dado cuenta de lo rápido que ha pasado. 
No hemos sido (y no somos) de las que están todo el día juntas como Zipi y Zape pero se ha sentido así. No era necesario estarlo para estar porque incluso no estando, siempre nos hemos sentido. 
Apoyo incondicional sin ningún reproche, pero llamándonos la atención cuando ha sido necesario. 
Hemos sido faro para no perdernos en los días de tinieblas, ancla para no ser arrastradas por la marea en los días que nos ahogábamos, red para no caer al vacío de la tristeza, cuerda para sacarnos del pozo de nuestras comeduras de tarro... ¡Hemos sido todo lo que era necesario en cada momento y más! 
Muy poquitas son las personas que me conocen como lo haces tú, lo sabes bien. Y es que ya no precisamos explicar nada. Basta vernos a los ojos y ya sabemos lo que hay, lo que pensamos, lo que nos ronda la cabeza. ¡Complicidad! Hacía mucho que no usaba esa palabra con alguien y se queda corta. 
Nunca nos ha faltado tema de conversación. Nunca. Somos capaces de empezar hablando de un tema y enlazar, sin ninguna razón, con otro que no tiene absolutamente nada que ver. Pero nosotras nos entendemos perfectamente. Tenemos esa capacidad innata. 
He perdido la cuenta de los días que quedamos para tomar una cerveza o para cenar de tranquis y acabamos llegando a casa ya con el sol casi naciendo en el horizonte de la ciudad, no sin antes haberlo dado todo con los ritmos latinos. De las noches de comida basura, película, manta y conversación hasta bien entrada la madrugada, donde intentábamos arreglar y desarreglar nuestros mundos, donde las confesiones se convirtieron en grandes revelaciones. De las llamadas de teléfono cuando salías de la uni y de lo VIP que somos en el whatsapp de la otra. De los viajes, escapadas o excursiones improvisadas, sin olvidarme de los conciertos que nos vieron saltar como locas. De la colección de fotos (selfies la gran mayoría, por supuesto) que tenemos juntas en escasos meses. ¡Difícil es encontrar una foto en la que no salgamos las dos! De las comidas de domingo en familia en el jardín de tu casa, las fiestas de cumpleaños o los desayunos. De los días duros de oficina y universidad que acababan mentalmente con nosotras, días que lo veíamos todo muy negro y que parecía que no tenían solución. De nuestros momentos de llantos y de esos otros en los que acabamos con dolor de barriga de tanto reír. 
No sé si eres consciente pero me resulta complicado buscar un recuerdo del último año y medio (casi) en el que no estés presente, de una manera o de otra. 
Hemos compartido tantos minutos que nos hemos convertido literalmente en familia. ¿Aquella frase de "los amigos son la familia que escogemos"? Pues nosotras hace tiempo que ya hicimos eso, que ya nos escogimos, ¡con todas las consecuencias! ¡Side by side!
¡Ay Canaria!, ¡mi Canaria! Me has conquistado, me has ganado, y te llevas contigo gran parte de mí. ¡Y lo sabes! 
Desconozco lo que nos deparará el futuro pero no quiero que esto sea una despedida triste (aunque la llantina no me la va a quitar nadie) porque sé que lo mejor es lo que viene. Eso lo llevamos ya tatuado en nuestro cuerpo y quiero creer que es verdad, que llegará ese día y que estaremos ahí, cerca o lejos, para verlo. 
Podría escribir más y más y no me cansaría. ¡Para ti sólo tengo palabras bonitas!
Te deseo lo mejor pío-pío, que triunfes, que vuelvas al mundo, al de verdad, porque éste, sinceramente, se te queda pequeño y tú perteneces al grande. 
Vuela, vuela alto pequeña. Tienes el universo a tus pies y el infinito como meta. Conquístalos como nos has ido conquistando a todos aquí durante este tiempo. Si son listos, no te dejarán escapar. 

Amiga, hermana, confidente, apoyo... ¡todo! No sé si se nota pero aún no te has ido y ya te echo de menos. 

Once sis, forever sis! 

P.D. Siempre nos quedará Berlín. 

-DetallesConectados-

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