sábado, 24 de diciembre de 2016

El equilibrio

Me gustaban estos días...
Cuando se acercaban las fechas eran todo nervios. No por los regalos o por ser Navidad, sino porque era sinónimo del viaje habitual a casa de los abuelos, al pueblo. Bueno, ¡voy a rectificar! ¡Ciudad! Que si se entera mi madre me fulmina con la mirada. 
Cuando era pequeña, el inicio de las vacaciones de Navidad en el colegio era el pistoletazo de salida para unos días que me encantaban. Familia, comidas, cenas, sierra, nieve, finca, chimenea, paseos... 
La abuela me esperaba siempre con los brazos abiertos y era fácil que ese día tuviese uno de mis platos favoritos preparado. De hecho era fácil que todos los días que pasaba allí tuviese mis platos favoritos. Sus lentejas, sus croquetas, sus albóndigas... Sólo de pensarlo se me hace la boca agua.  
Conversábamos mucho. Me arrastraba la mayoría de las veces con ella a la calle, ya bien fuese a la compra, donde presumía de nieta en todos los establecimientos que entrábamos, o para acompañarles, a ella y al abuelo, en su ruta diaria de vinos (yo mostos más bien con aquella edad).... Si alguien tiene alguna duda, ella era claramente la que establecía el equilibrio en el seno familiar. 
Eran días en los que desconectaba completamente y reunirme con mis primos era una pequeña locura. Revolucionábamos a toda la familia y muchas veces, acabábamos preparando alguna. 
Pero el tiempo fue pasando y las circunstancias ahora son muy diferentes. 
El día que se fue la abuela, yo lo sabía... Con ella se fueron también la cordura y el orden. 
Lo que eran días de reunión familiar y celebraciones, se convirtieron con el tiempo en días de compromiso y obligación, por no decir que de discusiones y malas caras. Momentos de puro trámite. 
En los últimos tiempos la vida me ha enseñado unas cuantas lecciones y una de ellas es la de agarrar lo que está siempre presente, aunque no sea físicamente, aprovecharlo y disfrutar de ello. El resto, aquellos que dejaron de estarlo, no interesa. Posición y decisión dura, pero necesaria después de tantas decepciones. 
Puede que las navidades de los últimos años no hayan sido un escenario ideal, porque no lo han sido, pero es lo que tengo y es lo que agarro con fuerza. 
Así que hoy llegaré a mi destino pero será mi madre la que me esperará con los brazos abiertos. Me vestiré con mi mejor gala, el pijama. Cenaremos las dos con el abuelo, como viene siendo habitual. Y me tragaré toda la programación infantil con la que la televisión nos deleita todos los años... porque en el fondo, continuo siendo aquella niña pequeña que salía a la calle con su abuela. 

-DetallesConectados-

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