jueves, 1 de diciembre de 2016

Diría "gracias"

– Llevo días tratando de encontrar las palabras adecuadas. ¿Sabes? Creo que no existen.
– ¿Para decir qué? –preguntó él.
– Para decir que me encuentro en uno de esos momentos en los que la vida te sorprende. Mejor aún, en los que las personas te sorprenden.
– ¿Y por qué no lo escribes?
– No sé… Nunca he escrito algo parecido. No sé si sería capaz.
– ¿Qué les dirías? –dijo mientras apuraba su cerveza.
Él se quedó mirando fijamente a la jarra vacía que se encontraba sobre la mesa.
–Les diría gracias. Una y otra vez. Yo no contaba con esto cuando subí a aquel autobús. Desde luego que tenía la idea de conocer gente pero no de esta manera. No de esta manera que te cambia la vida. Quizá ellos no se den cuenta. Pero yo sí. Y es una suerte haber podido compartir esta experiencia con ellos. Con ellos y no con otros. Con todos y cada uno de ellos. Sin dejar a un lado a ni siquiera uno. Quizá tú pienses que lo digo por decir, pero si los hubiera escogido yo, no los hubiese elegido mejores.
Todos tenemos un papel en esta vida. Todos hemos sido elegidos para algo. Y el éxito no está en cosechar grandes resultados a la vista de los demás, sino en cerrar los ojos y descubrir nuestro don. Yo mismo he estado muy tentado de abandonar los pequeños detalles y “vivir a lo grande”. Despreciar todo aquello que no suma a mi imagen personal en este mundo que con frecuencia olvida qué es amar. ¿Y sabes qué? Ninguna de esas veces en las que me he dejado llevar he descubierto ahí la felicidad.
La vida me había enseñado que las personas vienen y van con casi tanta frecuencia como las olas del mar. Y aunque se trate de algo inevitable, a veces esto te hace sentir solo. Ver cómo todos avanzan y tú te quedas atrás. O comprobar cómo tú luchas por avanzar y nadie parece querer seguirte. Cansa mucho la soledad. Cansa más aún pensar que cuanto más pasan los años, más solo estás. Y esa sensación que te recorre el cuerpo algunas noches en las que no te atreves a pensar se llama miedo. Miedo a quedarte solo. Miedo que todos hemos compartido alguna vez.


Y ese miedo, ese vacío, esa soledad, no lo llena nada material. A veces, pienso que ojalá lo hiciera. Que ojalá hubiera algo capaz de acabar con esta sensación. Que sería todo mucho más fácil. Pero, al final del camino acabo encontrándome con la misma decepción de siempre porque parece que el ser humano, por más que quiera, no puede engañarse. Más dolor. Más humillación. Más vacío.
Y es que se trata de un hueco que solo puede ser llenado con algo mucho mayor. Con algo que supere las barreras de la muerte y no se pueda almacenar en una caja fuerte. Creo que se llama amor. Perdón, Amor. Se trata de algo eterno y abrumador. Algo que sorprende y despista. Que te mueve y conquista. Que no te abandona cuando crees en él. Con fe. Cuando todo parece caer. Con esperanza. Cuando parece que jamás va a llegar. Pero de ahí nace su fuerza, ¿no? Del compromiso, de la fidelidad, de ser leal, eterno, para siempre. Y te pondrá a prueba. No llegará cuando tú quieras, sino cuando Él quiera. Para enseñarte que si te dejas llevar por Él jamás te defraudará. Siempre te sorprenderá.
Quizá esto ya me lo habían enseñado antes. Pero hoy, ellos, me lo han vuelto a enseñar. Así que me encantaría darles las gracias por recordarme que las personas vienen y van pero que hay algunas que ya jamás se marcharán.

- J, Hoy quizá sí-

No hay comentarios:

Publicar un comentario