miércoles, 31 de agosto de 2016

Felicidad inesperada

A punto de llegar el día 1 de septiembre, el que da el pistoletazo de salida al nuevo "año", echo la vista atrás y me resisto a querer avanzar, volver a esa rutina que sé que nos transforma y nos aletarga tras el verano. Un verano que suele dar rienda suelta a momentos y situaciones que no suceden durante el resto del año.
Estos dos meses y medio han sido una sucesión de instantes mágicos e inolvidables pero a la vez sencillos, sin grandes alardes o destinos lejanos. Días de playa y turismo intensos, de comidas y cenas, de paseos, de paisajes que se han quedado grabados en la retina, vivencias que serán difíciles de olvidar y que serán pequeños recuerdos de aire cálido en momentos de bajón invernal.
Nuevas confidencias, risas hasta hacerme llorar, cariño a rebosar, palabras de aliento para seguir adelante… y siempre acompañada de grandes amigos y de mi madre, que han dado sentido a cada segundo compartido.
Hubo tiempo para todo, no sólo para cargar las pilas, sino también para parar y pensar sobre lo que dejé atrás y todo lo que está por venir. Ha sido un camino muy largo aquel que he recorrido en los últimos tres años. He soltado amarras, me he alejado de la orilla y de personas tóxicas y, en muchos momentos, me he dejado llevar de nuevo por la marea hasta alta mar. Y es así como he llegado de nuevo al océano, abriendo los ojos a una infinidad de posibilidades.
Sigo siendo yo, la esencia sigue aquí, pero mejorada y en evolución. No me conformo, no estoy satisfecha. ¡Sigo queriendo más y mejor!
Y lo más importante: quiero hacer perdurar esa felicidad inesperada que me ha llenado de nuevo el alma.

No es sólo lo que has experimentado, sino la marca que ha dejado en ti y en aquellas personas con las que lo has compartido, lo que le da sentido a todo.

-DetallesConectados-

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