sábado, 1 de diciembre de 2018

Es de valientes

Es de valientes acallar tus miedos. Y escuchar tu propio silencio.
El que te dicta lo que de verdad quieres, lo que ocultas en lo más profundo y que, a veces, te esfuerzas tanto en reprimir. En ocultar, en enmudecer, en no escuchar. En que no salga a la superficie. Lo que incluso te da cierto pavor reconocer o intentar. Lo que no llegas a creer posible, y a lo que te niegas a arriesgar o probar.
Es de valientes comprometerse con uno mismo. De veras y por completo. Sin pretextos, excusas ni disculpas. Quererse con todas las de la ley y a pesar de las dudas. No quedarse atrás, a un lado o en segundo plano. No dejarse arrastrar, ni pretender que otros te rescaten. No buscar nada de fuera sin antes hallarlo dentro. Saber buscarlo. Saber encontrarlo.
Saber cuidarlo.
Es de valientes lucir sonrisa cuando por dentro tiemblas. Cuando sientes que estás a punto de romperte o cuando, de alguna manera, ya lo has hecho. Ya te has roto e incluso te encuentras recogiendo tus pedazos. Uno a uno. Sabiendo que nunca volverás a recomponerte del todo. Sabiendo que, aunque pegues uno a uno esos pedacitos, no será lo mismo. Y hasta desear que no vuelva a serlo.
Desear que algo cambie. Desear que el que cambie, seas tú.
Es de valientes salirte del camino más transitado. El que te dicen has de seguir. El que sigue todo el mundo, o todo el mundo quiere seguir. No hacerlo, y crearte el tuyo, aunque hayas de partir de cero e inventártelo sobre la marcha. A tu ritmo, a tu paso, a tu compás. Y no desesperarte si no ves el final, si te asaltan las dudas o si te encuentras con un desvío detrás de otro. Elegir y probar. Ver qué pasa después.
Es de valientes decidir por uno mismo. No dejarse llevar por otros instintos, por otras experiencias, por otras habladurías. Decidir escucharte a ti, en primer lugar. A tus silencios, a tus pasos. Sin esperar soluciones mágicas ni pretender agradar a todo el mundo.
Salvo a ti.
Es de valientes jugar a ganar. A ser ganador. Actuar como si ya lo fueras. Apostar a negro, sabiendo que puede salir rojo. Sabiendo que, en ocasiones, arriesgas mucho de lo que tienes y de lo que podrías tener. Sabiendo que para ganar, hay que arriesgar. Y apostar por algo. Por tus sueños, por tus miedos, por ti. Apostar aunque desconozcas lo que vendrá a continuación, pero sabiendo dónde estás ahora y a dónde quieres llegar. Estar dispuesto a soltar. A perder. Y a avanzar.
Es de valientes no rendirse. No claudicar ni dar marcha atrás. Enfrentarse a cualquier o, saltar cualquier ola, olvidarse de las piedras que te hagan caer. De las caídas, de los tropiezos, de los enredos. Seguir adelante, incluso cuando el desánimo te toque el hombro o un vendaval te haga retroceder.
Aprender a cambiar de aires.
Es de valientes reinventarse. Un poco, a medias o por completo. Cada día o cada vez que lo consideres necesario. Cambiar de ideas, renovar sonrisas, olvidar actitudes. De las que no llevan a ningún callejón con salida. De las que dejan cicatrices. De las que te impiden ser tú o llegar a serlo. De las que hacen incluso daño.
Es de valientes no perder la esperanza. Ni la ilusión. Creer en ti, en tu valía, en tu grandeza. Mantener la calma, la templanza y las ideas claras cuando las circunstancias no acompañen, cuando la vida no te sonría, o no del modo que te gustaría. Cuando todo te dé vueltas.
Es de valientes reconocer que te equivocaste. Admitir que no era la mejor opción. Que pudiste hacerlo mejor o incluso no hacerlo. O hacerlo de una manera completamente distinta. Admitirlo, sentirlo, pero no arrepentirte. No quedarte ahí, en el error en sí, en “lo que pudo ser”, en el pasado. Sino aprender de ello.
Es de valientes aprender. A escuchar y a callar. A hablar y a sentir. Aprender cuándo decir no, y cuándo que sí. Y no hacerlo al contrario. No engañarnos ni contarnos medias verdades. Decirnos lo que necesitamos oír, hacer lo que queremos hacer. No quedarnos con palabras por decir ni regalos por abrir.
Es de valientes no vivir a medias.
Ser protagonista, y no serlo de boquilla. Actuar como tal, y no solo sobre el papel. Ser escritor y director de tu historia, coreógrafo de tus pasos, inventor de tus soluciones.
Es de valientes ser compañía, de la verdadera. Acompañar y estar. Elegir a quién y con quién no. Saber cuándo ir y cuándo volver. Y saber marcharse.
Es de valientes ser uno mismo. Aunque desentones. Aunque vayas contra marea. Aunque sientas que no pegas. Y no dejar de serlo, a pesar de todo.
Y encontrar tu sitio.
Porque es de valientes serlo, y no simplemente fingirlo.

-Entre suspiros y un café-

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