jueves, 25 de enero de 2018

Tangibles

Una de las razones por las que quería volver, tal vez la de mayor peso, era porque quería estar más cerca de todo y de todos. El perdernos momentos relevantes e importantes es seguramente el trago más difícil, un sacrificio inconscientemente necesario para poder vivir aquella vida que hemos elegido.
Y cuando digo cerca, puede que no sea literalmente, ya que sigo teniendo distribuido por media geografía a algunas de mis mejores amistades. Pero aun así se sienten mucho más próximas. 
Desde que he regresado no sólo he aprovechado para pasar más tiempo con mis incansables e imprescindibles Amiguis, sino que he hecho lo posible por arañar minutos con aquellas que es más complicado quedar, a pesar de tenerlas a un paso. 
Increíble ha sido cómo he ido poco a poco recuperando contacto con esos que habían pasado y dejado huella por mi vida a lo largo de tantos años en la capital portuguesa. No es que antes no lo hubiese pero tal y como me esperaba, el estar de vuelta, ha abierto las puertas de los reencuentros.
Las llamadas de teléfono se han sucedido de manera escalonada, casi siempre acompañadas de buenas noticias, de invitaciones irrecusables y de palabras de aliento para seguir luchando y tirando pa'lante, para no morir en la orilla después del esfuerzo y la valentía que le he echado a la vida. 
Sabe bien ser consciente que hay tanta gente cerca de ti, arropándote, queriendo acompañarte en esta nueva aventura. Sé que tardaré en cumplir con todas esas visitas prometidas aunque tened por seguro que he de llegar a todos, más tarde o más temprano. 
Pero no me quedo sólo con eso. Ayer mismo se me empañaron momentáneamente los ojos cuando recibí uno de esos mensajes que te alegran el día y te sacan la sonrisa más grande que tienes. A lo largo de todos estos años, probablemente lo que más rabia me dio fue no estar presente para ver nacer a los primeros polluelos de mis míticas. Tal vez por ser los primeros o tal vez por ser los de ellas pero no poder compartir aquel momento, aunque fuese un instante, y tener que verlo desde lejos, fue duro y triste. 
El caso es que con ese mensaje fui consciente de algo tangible y palpable: estoy aquí, he vuelto y estaré presente para ese nuevo pollo que está de camino. 
Pequeños detalles que hacen que a cada paso que doy, sienta que son el reafirmar de la decisión que tomé hace ya casi cuatro meses. 
No muchos minutos después alguien ajeno a todo esto me hizo una pregunta muy directa pero muy sutil: 
- ¿Estás feliz de haber vuelto? 
Y yo le respondía con rotundidad y seguridad: 
- ‎¡Sí! 

-DetallesConectados-

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