Lo que tenga que ser, será, a su debido tiempo, porque el destino es incierto y a veces el viento no sopla simplemente a nuestro favor, a pesar de nuestros esfuerzos.
Dicen que las mejores cosas no son planeadas, simplemente
ocurren y es mejor no presionar al tiempo. Porque si alguna cosa tiene que ocurrir, ocurrirá de cualquier forma. Y si no tiene que ocurrir, pues no ocurrirá. Simple.
Por eso de vez en cuando es bueno no planear o esperar. Es bueno dejar de intentar encontrar razones para continuar por un camino que no es seguro.
El hecho de que las cosas sean más simples de lo que originalmente planeamos, abre una amplia gama de posibilidades para disfrutar de una vida mucho más relajada y tranquila.
Todo pasa, todo llega, todo se transforma. A veces es bueno que nos acordemos de un famoso proverbio que guarda en él una lógica aplastante: “Si tiene solución, ¿por qué preocuparse? Y si no la tiene, ¿por qué preocuparse?”
La verdad es que parece obvio que no debemos preocuparnos con lo que no podemos resolver, pero dejarse llevar y estar tranquilo, a veces, puede ser prácticamente imposible.
Tal vez debamos aprender que hay ciertas cosas que están fuera de nuestro control y que muchas veces, permitir el flujo de la vida y aceptar las circunstancias es la mejor opción.
Somos aquello que asimilamos, las piedras en las que tropezamos, las heridas que no curamos. No somos tan solo sonrisas, alegrías o verdades, también somos mentiras, críticas y lágrimas que no lloramos.
No se trata de creer o no en el destino, sino en dejar que las circunstancias nos sorprendan y así abrir las ventanas de lo
emocional para ayudarnos a volver a encender nuestros
sentimientos.
Ocasionalmente, es necesario huir de nosotros mismos y de nuestras expectativas. Limpia tu mente, cuenta hasta diez y siente el oxígeno llenando tus pulmones.
No intentes planear cada milímetro de tu viaje, a veces simplemente necesitas estar inspirado por las coincidencias.
-DetallesConectados-
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