Seguro que tú, que me estás leyendo, tampoco has olvidado aquella vez que convertiste tus cicatrices en flores. Y seguro que el jardín que te asoma entre las costillas es la mejor prueba de ello. Seguro que lo que más dolió es lo que ahora más orgullo te hace sentir. Y seguro que por fin te sabes rodear de personas con sonrisas de agua fresca (ya no más gente que seca, que pincha, que pudre).
Sí, seguro que tú también eres un/a valiente con margaritas en las pestañas y un recordatorio en la nuca: el verdadero primer amor es cuando te enamoras de ti mismo.
-Tejetintas-
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