Aprendí que hay que ser disfrutones. Un poquito aunque sea.
Me cansé de decir sí cuando quieres decir no. De terminar las películas que a los 10 minutos sabes que no te van a gustar. De guardar la ropa más chula para que no se rompa, sabiendo que en unos años no te va a servir. De no decir lo que se piensa por miedo al qué dirán. De no permitirte un pequeño capricho. De no viajar por ahorrar.
Aprendí a disfrutar. A beberme un vino para celebrar que es martes, por qué no. A elegir los libros que vale la pena terminar, o los que mejor no ponemos ni marca páginas. A comerte un trocito de tarta de vez en cuando. A buscar los vestidos a mi medida y no al revés, que para eso se inventaron las tallas. A viajar mucho. A salir a cenar un día cualquiera. A no esperar que sea sábado para hacer lo que me gusta. A no buscar excusas para disfrutar cada momento, cada día y en todo lo que se pueda. A reír siempre que exista un motivo, y a buscarlo cuando no exista. A dejarme llevar de vez en cuando. A no pensar tanto y a sentir un poquito más.
Aprendí que la vida está para vivirla, sin excusas.
-Caracoles Caraduras-
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