Era en clase de Lengua y Literatura cuando, de niños, nos enseñaban a conjugar los diferentes tiempos verbales. Entre ellos, distinguían los tiempos perfectos de los tiempos imperfectos. A diferencia de estos últimos, los considerados perfectos eran aquellos cuya acción ya había finalizado. Así, el pretérito perfecto simple de «comer» era «comí»; el compuesto era «he comido»; y el pluscuamperfecto, «había comido».
Un día, la profesora, en su evaluación diaria, pronunció mi nombre: «¿Cuáles son los tiempos perfectos del verbo “jugar”?», me preguntó. Yo, aun sabiendo que la respuesta correcta era «jugué», «he jugado» o «había jugado», respondí: «Para mí, señorita, el tiempo perfecto es… seguir jugando».
-El Universo de los sencillo-
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