No perdamos la costumbre de dar los “buenos días”. A quien sea, cada mañana.
No perdamos la costumbre de pedir perdón y dar las gracias siempre que sea necesario. Ni de soñar como si se fueran a cumplir cada uno de nuestros sueños.
No perdamos la costumbre de reírnos de nuestros defectos. Ni de aprender de cada error.
No perdamos la costumbre de decir “te quiero” cuando nos apetezca. Ni de gritar en la ducha. Y en la cama.
No perdamos la costumbre de ser nosotros mismos, siempre, sin importar lo que digan.
No perdamos la costumbre de disfrutar de cada momento como si fuera el último. Ni de sonreír.
No perdamos la costumbre de ser feliz.
Todos los días.
-Un rincón maravilloso-
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