Han pasado pocos días y la resaca empieza a hacer algo de mella.
Han sido pequeños detalles, tal vez imperceptibles, pero al mismo tiempo claros.
Llegar y saber que deshacía maleta definitivamente, que no tenía prisa por quedar, por estar, por ver. Saber que tengo tiempo de hacer las cosas con calma, sin querer abarcar más de aquello que el tiempo me permite. No tener que volver a cerrar la maleta y despedirme de nuevo con la incógnita de no saber la fecha de regreso. Leer mensajes de una quedada a la que no faltaría pero en la que sé que ya no podré estar presente...
Es inevitable y, a veces, siento esa saudade que aperta, aquella que creo que sólo conocemos o sentimos aquellos que hemos llegado a entender el significado global de esa palabra tan compleja.
Me fui con un gran peso en los hombros y al mismo tiempo con un chute de coraje y subida de ego que me metieron poco a poco en los días postreros.
Mis últimas horas las pasé caminando sola entre aquellas calles que me arroparon durante tantos años aunque también acompañada, charlando con alguien que llegó "tarde" pero con quien sé que de alguna manera conecté desde el primer instante que nos conocimos. Son cosas que se perciben. Como dice él, hay personas con las que sientes que vibras, que sabes que el feeling es diferente, especial.
Varios fuisteis los que me regalasteis palabras bonitas, todas diferentes, pero con el mismo mensaje antes de irme: se van las cadenas, el pegamento, dejas un hueco irreemplazable... Pero fueron sus palabras y su comparación las que de alguna forma más me emocionaron y me hicieron ver, de nuevo, lo afortunada que soy.
Cuando estás fuera de casa, del país, buscas en la gente que te rodea, personas, que con el tiempo se pueden convertir en esa familia escogida, aunque sea temporal. Ese apoyo incondicional con quien puedes contar en todo momento aunque no sean de tu propia sangre.
Él comparaba lo que se había conseguido al juntar en el grupo, probablemente a los más diferentes de la ciudad, con una piedra que cae en el agua, siendo ésta el centro y provocando una serie de círculos, llegando cada vez más lejos y convirtiéndose, como dijo él, en una onda cada vez mayor, influyendo, atrayendo y acogiendo. Para rematar su comparación diciendo que esa piedra había sido yo.
Halagada pero consciente de la responsabilidad que aquella comparación acarreaba, sólo le pude responder de una manera: está en vuestras manos el poder mantener eso y seguir con la familia hacia adelante, porque conmigo la historia no se acaba, simplemente sigue.
La despedida fue triste pero el recibimiento quiso ser ese abrazo de acogida que necesitaba.
Una vez más, Ellas, con las que vibro en cada segundo que compartimos, han sido, en estos primeros días, aliento y hogar, ese impulso que a veces nos falta y que necesitamos recibir de manos de quien nos quiere y nos quiere bien. Como dice una de ellas, ¡incondicionales! ¡Siempre!
El correcalles y las sorpresas inesperadas de los primeros días han hecho que no haya tenido demasiado tiempo para pensar o asimilar todo lo ocurrido aún, mucho menos escribir, pero estoy segura que poco a poco todo irá encauzándose.
-DetallesConectados-
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