Sé que cuando acabe este post lo habré empezado, borrado, cambiado, alterado... miles, millones de veces. Y también sé que será el más largo de todos los que he escrito sin lugar a dudas. Condensar en apenas algunas frases doce años de vida, básicamente toda mi vida adulta [hasta ahora], es muy complicado, por no decir que es casi imposible.
Las semanas se han pasado con cierta lentitud y las despedidas se han convertido en cuentagotas a lo largo de este último mes, al mismo tiempo que el vértigo de tener el final tan cerca me ha ido invadiendo.
Hoy es ese día que nunca pensé que llegaría cuando decidí que donde empezaría a caminar y tal vez echaría raíces, sería en la ciudad blanca (Alain Tanner). Y es que si echo la vista atrás, nunca me imaginé escribir nuestro final (Vanesa Martín). Hoy es ese día de cambio que he anhelado tanto en los últimos dos años. Hoy es ese día en que la tristeza y la felicidad se confunden y se mezclan a partes iguales.
La felicidad que me abruma es la de saber que he tomado la decisión correcta; la de cerrar un libro de mi vida y abrir uno completamente nuevo; la de saber que tengo un nuevo objetivo por delante y que voy a luchar por él; la de saber que estaré más cerca de casa y de mi gente. Pero es imposible ignorar la tristeza que me embarga y que sé que me inundará por un tiempo.
Llegar, empezar y quedarse fue fácil. Aterricé sin nada. Tan sólo con unas maletas cargadas de ilusiones y las ganas de emprender una nueva aventura, tal y como lo había hecho cuatro años atrás.
Lo difícil será irse. Atrás dejo doce años de una vida construida desde cero, seis casas que fueron acompañadas de incontables anécdotas, momentos duros y complicados que fueron superados, una ciudad en la que fui acogida por su pasado y escoltada a cada paso por su presente.
Dejo atrás calles que me vieron avanzar, descubrirme, caer y volver a levantarme. Dejo atrás rincones que me vieron reír, llorar, pensar, comer, leer, enamorarme, beber, sorprenderme... e incluso bailar. En definitiva, que me vieron vivir.
Esta ciudad ha crecido y ha cambiado conmigo. Cuando llegué apenas era un conjunto de edificios decadentes, calles oscuras, descuidadas y hasta peligrosas, sin vida y sin futuro en su apariencia. Daba la sensación que su fin estaba más próximo que su resurrección. Era aquella ciudad olvidada, aquel país relegado. En todos los sentidos.
Irónicamente era esa decadencia la que la hacía especial, singular, la que llamaba la atención y atraía, y la que me hizo enamorarme de ella. No pretendía alardear, ser quien no era, conocía su lugar, lo que podía ofrecer y luchaba con las armas que tenía.
Me he preocupado y me he introducido muchas veces hasta sus entrañas con el fin de conocerla mejor que nadie [incluso literalmente] y he llegado a tal punto de conocimiento que hasta los propios nacionales han acudido a mí en numerosas ocasiones en busca de consejo.
Con el tiempo se ha embellecido, ha sufrido un lavado de cara, ha madurado y se ha adaptado a la modernidad del resto del mundo europeo. A pesar de todo he de decir que la dejo atrás con pena y algo preocupada, pues en ese proceso de cambio y de ansia de mejora, se ha perdido, ha abandonado su esencia, y recelo que esa mudanza la hará perder también aquello que la hacía única e inigualable.
Dejo también atrás historias, algunas con pinceladas de novela y tildadas de comedia, drama y romance. Esta ciudad se prestó [y se presta], desde el primer momento, para ser marco de una película biográfica digna de un Óscar.
Ha sido de manera inconsciente, pero en los últimos meses me he ido despidiendo de pequeñas cosas, pequeños rincones, personas y situaciones que me han acompañado durante años, incluso antes de dar el paso final.
He vivido la rutina de los últimos días de una manera muy intensa: saboreando cada segundo, reteniendo cada momento de mi día a día, queriendo ser consciente que en poco tiempo dejará de ser rutina para transformarse y unirse a tantos otros instantes de recuerdo y memoria.
Pierdo la cuenta de toda la gente que he conocido a lo largo de este tiempo pero me alegra saber que muchos, aunque ya no tengamos ese contacto diario, seguís cerca, sabiendo que, si lo necesito, puedo contar con vosotros, y que ese sentimiento es y será recíproco.
Por eso hoy es día también de acordarme de mucha gente porque si hay algo que tengo que agradecer a esta ciudad, a este libro de vida, son las personas. Personas que llegaron, que se convirtieron en actores importantes por un tiempo de mi película y que, por diferentes razones, siguieron su propio viaje. Personas que llegaron y se quedaron, aunque no fuese físicamente, y que seguirán ahí, aunque sea yo la que se vaya ahora. Personas que se convirtieron en amigos y algunos en mucho más: en familia escogida.
De todos me llevo algo, probablemente lo más valioso. Es aquello que no se paga con dinero porque te lo van dando por el camino y tiene un valor incalculable: lecciones de vida, amistad, cariño, risas, llantos, momentos compartidos...
Me vienen a la cabeza algunos nombres, como el de Miguel, mi padre, el que hizo conmigo ese primer viaje, el que me acompañó para dar el primer paso y que ha estado conmigo, a mi lado, siempre, aunque realmente ya no esté aquí; como el de Isa, con la cual empezó esta aventura y con la que, a nuestra manera, como sólo nosotras sabemos, y después de tantos años, también acaba; Gonçalo, amigo, hermano e incluso padre preocupado en algunos momentos, el que ha estado siempre sin ningún reproche; Álex y Ali, mis disfrutones, a quien agradeceré eternamente su aparición pues con ellos comenzó el cambio, los que me mostraron que había más caminos, y que ahora son dos de mis imprescindibles; mis Serranas, en especial mi Ani, porque con ellas viví los mejores meses de vida en la ciudad, porque cuando estábamos juntas todo lo malo quedaba a un lado y nos dedicábamos a vivir intensamente cada segundo, porque para nosotras lo mejor siempre será lo que viene; mis chicos de Vida Difícil, mi familia, porque han sido mi bombona de oxígeno de los últimos meses y han hecho que esa vida no se hiciese tan cuesta arriba.
Pero me vienen también a la cabeza mis Amiguis, especialmente mis "Adelas", porque esta ciudad también tiene algo de culpa de que ahora seamos lo que somos. Con ellas la he compartido, la he vivido y la he exprimido, si cabe, todavía más. A ellas les debo mucho y no exagero si digo que casi todo lo que ha pasado en los últimos meses. Han sido Amigas, huracanes, salvavidas, empujón, hombro, psicólogas, compañeras de viaje, confidentes... todo lo que ha sido necesario en cada segundo y en apenas año y medio. Habéis sacudido mi mundo de tal manera que habéis hecho temblar hasta los cimientos de la propia ciudad.
Podría nombrar a veinte personas más, tan importantes como las anteriores, porque las hay, y seguro que seguiría dejándome alguna en el tintero, pero todas pusieron su granito de arena para que hoy esté escribiendo esto, para que mi despedida sea sólo un até já.
En todo este proceso, el blog ha tenido también mucho que ver. Nació en el momento justo, empujada por dos personas que creían en mí con esa fe ciega que siempre me han demostrado. Ha sido esa vía de escape, de desahogo, que muchas veces no he tenido. Y se ha convertido en mi sombra, la que me acompaña a cada paso que doy, reflejo de mí, volcando en él muchas veces lo que vivo y lo que siento. Se ha llenado de historias vuestras, nuestras, mías... buenas y malas, y siempre con ese detalle que las ha convertido en únicas e irrepetibles.
Doce años dan para mucho pero una de las cosas que me llevo es que nadie sabe todo lo que puedes llegar a echar de menos tu casa, tu familia, tus amigos... hasta que te vas, hasta que sales de debajo de las alas de tus padres y echas a volar como un pájaro ávido de independencia.
Libertad, experiencias, novedad, adrenalina son palabras que nos acompañan cuando comenzamos a caminar solos, sin miedo de lo que tenemos por delante, de lo que nos espera a la vuelta de la esquina. Somos intrépidos y todo se vuelve secundario mientras la palabra libertad sea la palabra que decore el telón de fondo.
Pero esa misma libertad, con el paso de los años, la transformamos en zona de confort y puede llegar a tener un precio, dejando de tener sentido cuando te pierdes en una falsa libertad. ¿De qué vale tenerla si no la podemos disfrutar con los que más queremos?
Estas semanas la palabra Libertad ha sido sustituida por la de Valiente, esa que tanto habéis regalado a mis oídos últimamente. Pero me he llegado a preguntar: ¿aprende una a ser valiente? Yo creo que no. Creo que ser valiente es una actitud que se decide en cada ocasión que hace falta hacer acopio de un extra de... ¿coraje? Sí, coraje para enfrentarse al miedo que produce hacer lo que no es habitual y exponerse a ese eventual fracaso.
Ser valiente es algo que se elige. Y yo he elegido ser valiente a pesar de todo. A pesar de que exista esa posibilidad de fracasar. Aunque si analizamos bien... fracasar, intentándolo, ¡no existe! Cada resultado de nuestras acciones nos lleva a nuevas posibilidades y tal vez a eso que buscamos: el éxito. Es por eso que no podemos olvidar que el éxito es una cuestión de perspectiva y sobre todo, una actitud.
No hace demasiado tiempo me dijeron: el mayor de los lujos es el poder permitirse hacer en cada momento lo que a uno le mueve (Alba). Yo tenía un sueño, tal vez osado, algo que me movía. Luché por ello y se convirtió en una vida. Así que sueña. Nunca dejes de soñar. Nunca creas que tus sueños son demasiado grandes. Nunca creas que estás demasiado loca. Y cuando cumplas tus sueños... vuelve a casa (La chica de los jueves).
Han pasado los años y aquel sueño, aquello que me movía, se hizo realidad, se quedó pequeño e inclusive llegó a asfixiar. Y es que, aunque la decisión estaba tomada desde hacía un tiempo, no fue fácil dar el paso definitivo. Me congelé. Ni para adelante, ni para atrás.
Dar ese paso del cambio, la ejecución de la decisión, no fue sencillo. El bagaje era [y es] muy grande pero el peso de la balanza acabó inclinándose definitivamente.
La capacidad de decisión es muy importante en esta vida, ¿vale? (Boyhood). Pero es que no es tan simple. Hay que volver a empezar de la nada y eso asusta. Asusta un cambio radical, tirarse al vacío sin red.
¿El click? Todo... tal vez algo puntual que hizo activar el mecanismo, que me hizo reaccionar. Realmente sois muchos los que me habéis ido dando empujones a lo largo de los últimos años para tomar la decisión, pues eráis conscientes que lo necesitaba. Pero te tengo que agradecer a TI especialmente [lo sabes bien] por tantas y tantas conversaciones nocturnas [¡y no sólo!] durante el último año y medio porque sin duda han sido un revulsivo, una ayuda, un desafío, un hacerme pensar, un replantearme todo, un animarme a perseguir mis sueños y, lo más importante, a no desistir de ellos... y eso será difícil que te lo pueda retribuir. Tenho em mim [y Tens em ti] todos os sonhos do mundo (Fernando Pessoa).
Es por eso que a veces es necesario dar vuelta de página y empezar de cero... aunque cueste y aunque duela... El mejor guerrero no es el que triunfa siempre sino el que vuelve sin miedo a la batalla (El alma en los labios). Y a eso mismo voy: a la batalla, a luchar una vez más por mi sueño, y en esta ocasión cerquita de ellos, de mi gente, de los que quiero.
No sabría explicaros bien el vaivén de las últimas semanas. Ha sido una sensación de estar en tierra de nadie. Ni aquí ni allí. Un maremágnum de emociones, de sentimientos. Todo mezclado como si fuese un cocktail a punto de estallar. Saber que tenía que aprovechar hasta el último segundo lo que estaba viviendo aunque con la mirada puesta en el infinito.
Las próximas semanas serán complicadas, lo sé [y aún así mi imaginación se quedará corta]. Sin embargo espero que las ganas por ESO que viene escondan un poco esa sensación.
Durante años he sido yo la que me despedía siempre, la que veía a los otros alejarse e irse en busca de su futuro y su vida. Hoy la que se marcha soy yo. Me voy pero no os abandono. Seguiré mi camino sin mirar atrás, como muchos me habéis dicho, pero al mismo tiempo con todos vosotros a mi lado, sabiendo que la familia que dejo siempre estará cerca. Me marcho pero llena de orgullo de haberos visto levantar vuelo, de haberos visto crecer y convertiros en lo que sois ahora.
Me voy, ¡sí!, pero sé que volveré. Estás demasiado arraigada en mí como para olvidarte completamente. Por esa razón esto es sólo un até já y no un adeus. Será de otra manera, con otros ojos, con otra perspectiva, de visita o de turista, sabiendo que el día que eso ocurra caminaré por ti recordando todo lo bueno y lo feliz que fui aquí.
El cambio está ahí. El nuevo libro comienza ya. Pero esto no ha hecho más que empezar (Leiva y Amaral. La noria)
El inicio siempre es difícil aunque sé que me encontraré... Tendré siempre los ojos cansados y me harás falta, pero después me acostumbraré porque siempre regresamos a donde nos sentimos bien... y los lugares son simplemente personas. (Chiara Galiazzo. Ningún lugar es mi casa)
- Bien, ¿y cómo te sientes?
- Ilusionado. Medio ilusionado, medio aterrado.
(Boyhood)
Morro já de saudades! Até já, Lisboa!
-DetallesConectados-
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