Los vientos se movían gracias a ti, a tu fuerza. El sol se ponía gracias a tus ganas de levantarte tan temprano para comenzar el día. Mis tristezas, mis preocupaciones y paranoias desaparecían gracias a tus discursos en nuestras conversaciones. Eras motor, eras vida. Y qué guapa estabas porque eras feliz por ti misma, porque no dependías de nadie, ni nadie te afectaba.
Cuántas veces nos hemos quedado hasta las tantas hablando en una conversación de lo más entretenida y divertida. Y la de veces que me has salvado con tu orden “vístete que necesito una copa y tú dos”. Y qué poder tenías para quitarle importancia a mis problemas.
Y ahora te veo aquí hecha mierda, llorando por alguien que te ha demostrado que no vale nada, por alguien que no sabe quererte y que no puede ver todo lo bueno que hay en ti. Estás llorando por alguien que no sabe lo que quiere y le da igual tenerte o no.
Que tu locura era la más sana de todas, era la luz que desprendías y era lo que te caracterizaba, era tu propulsión diaria.
Él, que te machacaba cuando lo que tenías eran inseguridades por las demás veces que te han fallado y encima tú te culpabas de todo lo que os pasaba. No, bonita, si te quisiera hubiera entendido esa inseguridad y te habría ayudado a superarla, porque el amor es que te abracen aun cuando tienes espinas. Te has agarrado a él por una falsa felicidad que te daba, te ha ilusionado, menospreciado y rechazado innumerables veces aunque tú solo tendías tu mano y agachabas la cabeza.
Le has querido aun cuando te ha demostrado que no se lo merecía. Y aun así te aferras al mínimo rayo de esperanza que te pueda dar. Que él no te ha aceptado con tus defectos y tú sin embargo, has visto todo lo malo y te has seguido quedando. Eso es amor.
Por eso, no te quiero ver así. No quiero ver cómo dejas a un lado tu amor propio, no quiero ver cómo te humillas por alguien que no merece la pena y que no ha dejado de fallarte una y otra vez. Quiero que vuelvas a ser tú misma. Que vuelvas a valorarte. Quiero que dejes las penas a un lado y vuelvas a ser tú, irradiando amor y felicidad. Que te des cuenta que hay un límite para el amor y que es la dignidad. Que tienes el derecho y el deber de abandonar a esa persona tóxica y que llegará alguien que te quiera siendo tú en toda tu esencia, con tus defectos y virtudes.
Y sobretodo, debes dejar ir para encontrar y no aferrarte a aquello que te está demostrando que no es para ti.
Te mereces todo lo bueno que hay en la vida. Te mereces todo el amor que intentas dar a los demás.
Nunca vas a perder. Ganas o aprendes.
Vas a salir de ésta, ya lo verás.
-Srta. Maravilla-
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