Ella me dice que a veces tienes que nadar en el barro más oscuro y profundo para darte cuenta de la inmensidad y la belleza que hay en el cielo. Que el tiempo todo lo cura, que el tiempo todo lo puede y que todo, absolutamente todo, lo vence. Que somos más fuertes de lo que pensamos, mucho más, y que en las situaciones más complicadas, esas pruebas que nos pone de vez en cuando la vida, es cuando aparece nuestra verdadera y única personalidad, la más salvaje, la más primitiva…la más auténtica. De ahí, parece ser, sale la grandeza humana, de ahí es de donde nace ese instinto por la supervivencia y la superación de la que nadie es consciente. Y de eso, ella va sobrada.
También me cuenta que todo puede ir a peor, que no está bien pensar así, pero a veces…pasa. Que en un instante la sonrisa se puede tornar en la más amarga de las lágrimas, donde nada ni nadie podrá darte el consuelo que necesitas, donde todo se desmorona y nada tiene sentido. Me habla de un dolor psicológico más allá del físico, algo más profundo y más doloroso si cabe. Ella me mira a los ojos y me asegura que la mente mueve montañas y que aquí hemos venido a luchar, a no dejar caer las alas nunca, a poder con lo que se nos presente de forma brusca e inesperada y a derribar muros que antes creíamos infranqueables.
Me habla de forma numérica, me dice que los días tienen la respuesta, que los meses nos darán una explicación y que con el paso de los años entenderemos que todo habrá quedado en una vieja y casi olvidada pesadilla.
Yo también pienso como ella, y creo que así será.
Porque todo llegará y también todo…pasará.
-La chica del quinto-
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