Hay días que tienes el impulso de comerte el mundo sin masticarlo.
Días que el impulso te empuja a retroceder, y cuando quieres avanzar no hay camino de vuelta a casa.
Días que pasan sin querer pasar y el impulso te da alas pero no velocidad.
Hay días que cuentan, días que restan, días que el impulso de parar tu vida llega antes que la impotencia de no poderla controlar.
La impotencia es la consecuencia de la impaciencia. Lo sabes cuando no te queda tiempo para la espera.
Hay días que tienes el impulso de seguir apartando las piedras.
Tropezando con ellas.
Pero hay que aceptar que hay otros, otros días, en los que sólo sobrevive el impulso de rendirte. Y aún así, eso resulta suficiente para que no lo hagas.
-Lena Carrilero-
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