Verás, te escribo para avisarte de que durante tu vida vas a destrozar todo cuanto quieres un millón de veces. Debo decirte que andarás por caminos equivocados, en busca de piedras con las que ya has tropezado cientos de veces y aún no aprendes la maldita lección de que la piedra no te merece.
Te preparo ya, porque vas a llorar hasta sentir que la desesperación se apodera de ti, y que estás derramando todas las lágrimas que han estado gestándose en tus bonitos ojos durante meses, sólo para que en esta ocasión puedan caer todas juntas.
Te diré también que por mucho que encuentres personas que te quieran y te protejan, nadie, salvo tú misma, vas a poder vencer a tus fantasmas. Tendrás que asomarte debajo de la cama y apuñalar tus miedos o abandonarlos en cualquier esquina para que busquen a otra víctima.
Vas a amar hasta que duela tanto que pienses que el amor es justo lo contrario a todo lo que te habían contado, y te preguntarás cómo cabe tanta ira en un sentimiento que supuestamente debería ser igual de bonito que el propio paraíso. Pues, sí, encontrarás ese paraíso, lo abrazarás como quien abraza a un ser querido en la zona de llegadas del aeropuerto, y lo cuidarás con el miedo perpetuo a que se rompa y te arrastre con él.
Pero de lo que nadie te avisó es que hay pocas cosas en esta vida eternas, y que todo lo que amas acaba por sacar sus púas antes o después, pero aun así merecerá la pena haberlo intentado, te lo aseguro.
Equivócate mucho y besa tantas ranas como necesites, pero después de todo, no caigas en el error de creer en príncipes, porque esos sólo están en tu cabeza. Busca a una persona que le dé un verdadero sentido a esa palabra y llene tus días de sencillez y amor.
Te van a fallar y vas a fallarles. Habrá días en que te venza la insolencia y te acuestes convencida de un pensamiento que habrá desaparecido al amanecer, dejando tras de sí ese estúpido sentimiento de no haber hecho lo correcto. No temas, afortunadamente todos nos equivocamos tantas veces como acertamos y nos sacudimos a nosotros mismos los errores que nos pertenecen.
También van a fallarte aquellos que te han dado la vida y tendrás que hacer profundos ejercicios contigo misma para perdonar a dos personas que piensas que no tienen ningún derecho a decepcionarte, pero que, pese a su condición de padres, son tan humanos como tú.
Vas a darte cuenta de que las sonrisas se regalan, se prestan y, por desgracia, a veces, hasta se hipotecan. Y que, hay muchas bocas mentirosas, que no se dan cuenta de que la mirada siempre les delata.
Habrá días que te levantarás con ansias de comerte el mundo, de marcar tus huellas en el suelo que pisas y de hacer tu propia revolución, y cambiar todo aquello que no consideras justo. Hazlo, aprovecha ese espíritu joven y rebelde y apuesta por tus ideales, que seguro que son más valiosos que la mayor de las fortunas. Y los días en los que te despiertes y te abrume el sólo hecho de pisar el suelo, cuando no encuentres más refugio que tu cama y ese nórdico en el que aún confías para hacerte invisible, recuerda que la tristeza también forma parte de esta vida que, a veces, es muy puta y trata mal a los que menos lo merecen. Pero que pasará y que seguro que en ese teléfono en el que te refugias para no desconectar completamente del mundo en los días de pena, hay un contacto dispuesto a matar monstruos por ti y salvarte de esa tristeza que hoy te sacude.
Vive, vive a tu manera, pero vive.
- La mirada de Julita-