No te conformes nunca con menos de lo que mereces. Y no olvides jamás que lo mereces todo. No te creas a los que hablan de sus vidas como si fueran perfectas en cada uno de sus días. Y no olvides que la perfección es tan subjetiva como la belleza. No subestimes tus capacidades y no dejes de celebrar ni uno solo de tus méritos. No perdones lo que consideras imperdonable, pero no te llenes de ese rencor rancio que ensucia las almas bonitas. No tengas miedo a la novedad y no le temas al compromiso de lo estable. No dejes que te digan que no es para tanto lo que para ti es un mundo y no te quedes con los que hacen de tu mundo un lugar sin relevancia. No te estanques en lo que ya conoces, pero no dejes de lado a aquellos que realmente te conocen. No cambies lo que eres por lo que esperan que seas y no te canses de mejorar para ti misma. No dejes de decir no a lo que te daña y sí a lo que te alegra.
Sí al amor. Sí a la vocación. Sí a jugar como un niño. Sí a reír a carcajadas. Sí a llorar cuando haga falta. Sí a la amistad. Sí a bailar bajo la lluvia. Sí a saltar encima de la cama. Sí a los besos. Sí al abrazo de mamá. Sí al consejo de papa. Sí a la tarta de chocolate. Sí a la constancia. Sí a correr al atardecer. Sí al olor a campo. Sí al sonido de las olas del mar. Sí a vivir a tu manera. Sí a tus defectos. Sí a tus virtudes.
SÍ A LA VIDA.
-La mirada de Julita-
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