Si en algún momento corres el riesgo de perderlo todo, no te vas a acordar de los problemas en el trabajo, ni de ese viaje que no te podías permitir, o de la discusión con un cliente que te quitó el sueño.
Si en algún momento te debatieras entre la vida y la muerte, si te perdieras en una isla desierta, recordarías esos pequeños momentos que te hacen feliz y que no valoras lo suficiente. Recordarías los pequeños detalles del día a día.
Echarías de menos a las personas y a los momentos, pero no a las cosas. Echarías de menos disfrutar de una ducha caliente, del tacto de un libro, del olor del suavizante con las sábanas recién cambiadas, de un chocolate caliente un día de frío, de un domingo sin madrugar, de las vistas desde un rascacielos, del olor del césped recién cortado.
-Compartiendo macarrones-
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