Decide continuar o frenar en seco, seguir tu camino o tomar un respiro, cambiar la dirección o avanzar por la misma senda. Decide si te gusta más blanco o negro, decídete por el gris si es lo que más te convence en este momento de tu vida, decide con qué color te quedas de la amplia gama de colores que tienes frente a ti. No descartes opciones, no renuncies a elegir por miedo a equivocarte, porque estarías dejando de asumir el maravilloso riesgo que supone vivir.
Decide, de entre todas las personas que irás conociendo a lo largo de tu vida, quién se queda y quién se va. Decide con quién quieres recordar tu pasado, compartir tu presente y proyectar tu futuro. Toma decisiones de esas que pueden transformarlo todo, de las que te colocan en un sitio completamente diferente al que estás ahora, si es que lo necesitas. Toma decisiones y actúa en consecuencia, defiende aquello en lo que crees y rectifica cuando entiendas que te has equivocado… Es la única forma de mantener el equilibrio.
Decide cuál es tu momento, que no te lo impongan. Decide si quieres salir corriendo o, por el contrario, permanecer quieto, observar y aprender. Decide si puedes dar una, dos o infinitas oportunidades a quien tienes enfrente… No importa cuándo os habéis conocido, cuántos viajes habéis hecho juntos o cuántas tardes os habéis dedicado a arreglar el mundo que compartís, es más bien cuestión de confianza y eso no se cuantifica.
Decide arriesgarte cuando merezca la pena, cuando tengas la más mínima sospecha de que recordarás ese “sí” o ese “no” todos los días de tu vida. Toma decisiones, que es un privilegio que se nos concede para ir haciendo de nuestra vida aquello de lo que sentirnos realmente orgullosos. Decide todo aquello que esté en tus manos y rodéate de personas cuyas decisiones supongan algo para ti, porque será señal inequívoca de que te importan.
-Te lo dije cantando-
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