Por qué será que, siempre, tras unos días infinitamente intensos, mi mente es un hervidero de ideas y pensamientos.
Y es que verte, verlas y verme ha sido como una explosión de good feelings, de boa onda, de buenos sentimientos, que rodean la amistad. Es increíble lo bonito que puede llegar a hacer, sentir y compartir el ser humano. Creo que nunca había visto y sentido tanta ternura, sensibilidad, sinceridad, pureza, cariño... en el aire, como estos días atrás.
Y han sido todos esos sentimientos los que han despertado este post: AMIGAS.
Nos rodean siempre muchas pero pocas son las que tenemos siempre cerca, incondicionalmente. Esas amigas: la del cole, la de la Uni, la de la biblio, la de aquel examen, la de la peña, la del equipo, la amiga de la amiga que se convierte en tu amiga... Cada una con sus cosas buenas y con sus cosas menos buenas, pero que a la hora de la verdad, están ahí, que se complementan unas con otras y que entre todas hacen ese conjunto que llena, que completa.
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AMIGAS.
Aquellas personas-raras-únicas que existen para que tu cabeza no llegue a desvariar y para que el corazón respire cuando es necesario.
Escuchan nuestros miedos y recelos y entienden nuestras locuras y rayadas mentales. Ríen de las mismas tonterías y les gustan las mismas canciones. Tienen siempre tiempo para nosotras y presienten cuándo las necesitamos más.
Entran con y por nosotras en la montaña rusa de nuestras dudas e indecisiones, y es en la subida más complicada donde nos dan la mano y nos demuestran que, ocurra lo que ocurra, nunca estaremos solas.
Son las únicas capaces de ver en nosotras mucho más allá de lo obvio y son aquellas que se quedan por las mismas razones por las cuales todas las demás se fueron.
Son más que amigas.
Son las que nos elevan; son la inyección de ánimo en nuestros peores días; las que no dejan de creer en lo mejor para nosotras; las que nos hacen bien porque practican el Bien; las que tienen siempre la palabra adecuada en el momento apropiado; las que envían mensajes de fuerza cuando presienten que tuvimos un mal día; las que saben todo sobre nosotras y a pesar de todo permanecen a nuestro lado; las que nos escuchan con el corazón; las que abrazan con fuerza y delicadeza al mismo tiempo; las que son faro y que, aun distantes, iluminan nuestro camino; las que nos hacen creer en la dirección que seguimos y el camino que escogemos; las que nos ayudan a no sentirnos barcos perdidos y las que, si sabemos reconocer el tesoro que son, agradecemos, todos los días, porque son la mejor terapia de nuestra vida.
-DetallesConectados-
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