Una de las cosas que más adoro es que mi gente me envíe textos, frases, canciones... Es de las cosas más bonitas que puedes recibir. Son esos regalos que me llenan, que me arrancan una sonrisa sincera, de oreja a oreja. Transmiten recuerdo, cariño, añoranza, felicidad, tristeza... todo lo que os podáis imaginar y al mismo tiempo.
Y a pesar de todo, hay algo que me encanta todavía más y es que esos detalles sean de cosecha propia.
Una suerte ha sido coincidir en este último par de meses con una persona, que, como a mí, le gusta escribir. Un poco más perezosa tal vez (te lo digo con cariño), pero con un sentimiento que da la vuelta al corazón sólo con unas pocas palabras. Lo esconde bien. Y más suerte todavía es que haya compartido conmigo una de sus creaciones y que comparto hoy con vosotros (con su permiso), porque según lo leía me he sentido infinitamente identificada, además de conseguir que se haya deslizado por mi mejilla una lágrima al leerlo.
Qué importante es ese cordel del que hablas, ese que te mantiene conectada a tus raíces, a tu origen, ese que no se rompe por muy lejos que te vayas, y que, cuando es necesario, te ayuda a regresar.
Hubo una amiga que me envió esto no hace demasiado tiempo:
"¿Cómo se dice acariciar desde lejos?
Escribir."
Te digo, desde la humildad de alguien que escribe puramente por placer y diversión, que tienes todo eso que se necesita para llegar al interior de las personas y hacerte sentir por muy lejos que estés.
Ojalá retomes ese vicio de la escritura.
-DetallesConectados-
Una vez leí, en una de mis ya millones de frases que “da igual que no seáis los mismos, si aún así os seguís eligiendo”, y me sentí la persona más afortunada del mundo.
La decisión de marchar no es fácil. Lo haces. Sufres al principio. Te adaptas. Disfrutas. Pero tienes que volver. En esas 5 frases las cosas han cambiado tanto, que días antes de coger el avión no paras de pensar si “allí” todo será como antes. Y de hecho no lo es.
Mucha gente vuelve al que piensan el mismo sitio y no lo encuentran. No se encuentran. Pasan de ser reyes de un mundo, a desconsolados en el que de verdad pertenecen. Pero esto lo cuento de oídas, y yo tengo algo que hasta ese momento no había valorado. Amigas que quieren verme volver.
Que cuentan los días que faltan para volver a abrazarme de nuevo, que no perdonan skypes ni conversaciones sin contestar. Que siguen confiando en mí como si nada nos separara, ni siquiera 5.000 km. En definitiva, amigas que no fallan. Amigas que atan.
Pero no como una mordaza en una silla, sino como un cordel atado a un globo, que cada vez vuela más lejos, pero siempre atado a tierra, a un punto fijo al que poder volver cuando deja de soplar el viento.
Ellas hacen que siga siendo parte de algo, de alguien, de algún lugar. Que no me sienta miserable, como esos pobres que vuelven y no encuentran su lugar. Probablemente, ni ellas mismas sepan lo importante que me hacen sentir y que son para mí.
¿Qué haría el globo sin su cordel? En los días despejados, probablemente volar, aprovechando impulsos del viento y la sensación de libertad. Pero no todos los días son azules, los hay también grises y sobre todo, negros.
-Alba García-
No hay comentarios:
Publicar un comentario