Cuando nos separamos en verano sabíamos que iba a ser muy difícil volver a reunir a todos los elementos. No es que fuese imposible y tampoco se trataba de ser pesimista, sino de ser algo realista teniendo en cuenta las circunstancias. Mitad en un país, mitad en otro... Trabajos y ritmos de vida completamente diferentes de aquellos que teníamos unos meses atrás...
No fue fácil ponerse de acuerdo y hasta el último momento no estaba nada claro, pero las ganas, al final, pudieron con las dificultades.
Han sido días de recordar lo que fuimos, el origen, las razones que nos hicieron ser aquella familia serrana momentánea. Y crear nuevos recuerdos, nuevos momentos que ya han quedado grabados en la retina.
El cansancio que todavía destilamos es sólo fruto de unos días en los que no hemos dejado que se perdiese por el camino un único segundo. Un cansancio que sólo prueba que cuando la gente importa, haces lo posible y lo imposible por estar.
Ya lo decía yo: quien te quiere, te busca… es cuestión de ganas. Y a nosotras nos han vuelto a sobrar.
Tras unos días muy intensos, en algún momento teníamos que volver a la realidad y ha sido esa realidad la que nos ha despertado del sueño efímero, fugaz, donde todo pareció surrealista, irreal, debido a ese punto de incredulidad que nos acompañó desde el minuto uno pero que, al mismo tiempo, fue precioso, perfecto.
No sabemos cuándo ni dónde será el próximo reencuentro, pero nuestra despedida vino acompañada de la promesa, de nuevo, de más ganas, sabiendo que lo mejor es lo que viene.
-DetallesConectados-
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