Dicen que todas las historias comienzan con un “Érase una vez”, pero yo creo que no es verdad: todo empieza con un llanto. Un grito, con golpecito necesario para abrir pulmones, un montón de lágrimas de las que no duelen. Lo que pasa es que no es bonito empezar los cuentos diciendo algo como “la niña lloraba y lloraba sin parar”, pero no por ser menos poético es menos cierto. Cuando naciste, llorabas y llorabas, y verás: así comenzó y así cambiaste la vida de todas las personas que te quieren, sobre todo de tus padres. Desde mucho antes, desde que te pensaron, desde que te imaginaron. Desde ese preciso instante existes y eres querida. Quedamos entonces en que “la niña lloraba y lloraba sin parar… mientras el mundo le daba la bienvenida y sus padres entendían de golpe y sin pestañear lo que realmente significaba amar”. Es un buen inicio entonces, ¿no crees?
Quedamos que así comienza tu historia, pequeña Olivia. Pongamos que esto es tu libro, tu película, tu… algo mejor:tu vida. Ahora no tienes ni idea de qué va nada, pero no te asustes. Aprende a tocar, a mirar, a escuchar. Quédate con el azul del cielo, con el tacto de la arena, con el aire en tu pelo. Quédate con el olor a azahar, con los abrazos de mamá y los achuchones de papá. Siéntete siempre querida, nunca olvides que aunque el mundo se acabara, aunque la Tierra se abriera y no supieras si quedarte o saltar, alguien se jugaría la piel por salvarte. Nunca lo olvides, ni cuando estés en la edad del pavo y leas la Bravo, y tontees con chicos. Cuando te haces mayor resulta mucho más fácil olvidar lo bueno. Sin saber por qué, las barreras se caen, los cinturones de seguridad se sueltan, las inseguridades y los miedos aprietan. Ser mayor físicamente te hace menor sentimentalmente. Tenderás a bloquear tu ñoñería para protegerte y te fabricarás tal coraza que olvidarás lo que te he dicho antes. Así que repite conmigo de nuevo: al menos dos personas en este mundo darían la vida por ti. Así que quiérete siempre al menos como ellos te quieren a ti: es el mejor regalo que les puedes entregar tú a cambio.
La vida. Qué palabra tan breve para lo importante que es. Igual la pensaron tan corta adrede para que tengamos siempre en cuenta que, aunque parezca eterna, es tan efímera como sus dos sílabas al sonar. Ahora eres un bebé con chupete y pañales, pero aun siendo tan pequeñita, ya eres una persona imprescindible en la humanidad. Siéntete siempre así: imprescindible. Tú eres especial y siempre lo serás. Única. Bonita. Lista. Buena. Eres tan importante que la sociedad querrá hacerte de menos muchas veces para que pienses que no tienes tanto poder y que no te vengas muy arriba. Pero escúchame: ni se te ocurra hacerles caso. A ver si vas a ignorar a tus padres cuando te digan que recojas tu cuarto y luego vas a obedecer al primer imbécil que te diga una absurdez. De eso nada. Nunca regales tus sonrisas. Nunca cedas ni pierdas tu magia por quien no la merece.
Tu viaje comienza ahora. Tu película, tu libro, tu… como ya te decía, tu vida. A mi no me conoces, pero alguien muy especial —tanto como tú— creó un lazo invisible hecho de letras que me ha traído indirectamente hasta tu historia. Yo parezco una anciana por como hablo, pero tengo menos de treinta. He tardado en entregar este texto tan significativo para mi y para quien quiso que lo escribiera yo, por cosas del corazón, que a veces se queda sin pilas. Y una quiere darse prisa, pero las palabras bonitas solo salen cuando tienen que salir. Como todo. Gracias a ti, pequeña Olivia, mi corazón está un poquito más sano ahora, porque pienso en ti y aun sin conocerte, me pongo contenta. Fíjate lo importante que eres que hasta una desconocida se alegra de tu llegada. Tenlo siempre en tu memoria y en tu alma. Lee esto cuando seas mayor, léelo siempre que quieras.
Ya verás como esto es mucho más fácil de lo que parece al principio. Hasta lo complicado puede tener su lado positivo. Hasta los problemas se pueden convertir en un montón de besos. No te voy a decir que mantengas siempre la sonrisa, porque eso sería propio de un robot. En cambio, te diré que sigas siempre a tu corazón, que te encojas del dolor de barriga cuando te rías, que te emociones con lo bonito, que llores sin taparte la cara, que grites si hiciera falta. ¿Recuerdas cómo naciste? Cuando uno quiere renacer, a veces ha de volver a gritar y a llorar. No te fíes de la gente estática. No juzgues. No te metas con los niños en el cole, pero defiéndete si lo hacen contigo. No temas: nunca estarás sola. Y ama. Mucho. Ten pasiones, nunca hagas caso a quien te diga que algo es complicado y que no podrás. Nunca dejes de lado tus sueños. Nunca dejes de ilusionarte.
Yo me dejo ya de enrollar. Todo un placer soltarte la chapa. No sé si se sigue llevando esa expresión, creo que me estoy quedando desfasada.
Sé feliz, pero sobre todo, sé persona.
Buen viaje, pequeña Olivia.
-La chica de los jueves-
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