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No hay trenes por casualidad.
Y es que cada tren que escogemos, aboca irremediablemente a un destino distinto. Un final soñado, o no. Un colofón buscado, ansiado, deseado, o no. Un para qué muy personal. Un gran sinsentido para unos que para otros es la cúspide de la montaña. Su montaña. Y cada cual, que decida hacer con ello lo que quiera.
Los habrá cuya motivación incluya únicamente diversión como fin último de su propósito. Los habrá que busquen el confort de la buena compañía, elegida con cuidado o no, la que de sentido a todo, y sin la cual nada tenga sentido. Los habrá que anden perdidos, con rumbo errante y sin destino claro, en búsqueda de un no-sé-qué sin saber muy bien dónde hallarlo.
Los habrá que viajen sin ni siquiera maleta o lleven lo estrictamente necesario. Los habrá cuyo equipaje responda a mil y un “por si acaso”. Los habrá que planeen cada etapa, cada salida, cada segundo, mientras que habrá quienes se dejen llevar por el impulso de cada momento. Los habrá que viajen para no volver, para no olvidar, para repetir o por no cambiar.
También sucede que, a veces, nada resulta como esperabas.
Nada de lo que llevabas tiempo planeando al dedillo y con tanto anhelo. Pretendiendo no dejar ningún cabo suelto que lo hiciera saltar por los aires. Maquinando, en soledad o con comitiva, aprovechando el primer rayo de luz del día y hasta el último reflejo de luna. Tejiendo los hilos uno a uno para mover cada detalle. Sobrehilando la historia para que todo encaje y resulte sencillo. Natural. Real.
Anticipando hasta el más mínimo pormenor que se te pueda escapar y ensayando cualquier movimiento, por si tuvieras que improvisar. Previendo imprevistos que te puedan asaltar a mitad y preparando planes alternativos para poder continuar, para no parar. Por mucho desvío que salga a tu encuentro. Por muchos titubeos que surjan o contratiempos que animen a renunciar.
Porque hay cuentas atrás que no se detienen.
Que por mucho que quieras parar el mundo, bajarte y no mirar, no siempre será posible. Más bien, será difícil que alguna vez lo sea. Que escapar puede no ser la mejor idea, y que esconderse no solucionada nada. Puede que las opciones que barajes no siempre sean ni las mejores ni las que hubieras deseado, pero siempre podrás jugar con ellas.
Que por mucha añoranza que sientas, volver hacia atrás no es nunca probable, ni casi probable. Más bien, imposible. Por mucho que extrañes esa comodidad que te da lo conocido, esa seguridad que te promete lo que te resulta familiar, esa dicha que te provoca un final esperado, hay cosas que nunca vuelven.
Esencias, afectos, lances.
Por mucho que pretendas conservar intactos algunos momentos, algunas personas, o incluso ciertos lugares, no siempre está en tu mano. Porque habrá aspectos que sí, que seguirán ahí. Pero habrá muchos otros que tendrán otro matiz. Otro tono. Otra energía. Otro trasfondo tras el cual serán distintos, siendo en apariencia iguales.
Porque a veces todo es lo mismo.
Sin ser igual.
Porque a veces, el cambio está en ti.
-Entre suspiros y un café-
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