Un temporal ha dado la bienvenida a marzo. A pesar de ser el mes que trae consigo la primavera, este año la lluvia y el viento han pedido formar parte de él. Dicen que no se puede hacer nada contra la fuerza de la naturaleza, que es implacable, que nunca se está lo suficientemente preparado para protegerse de ella… De repente caen unas gotas, empiezan a temblar árboles e incluso cimientos, los truenos suenan y nos preparamos como podemos para esos signos que vaticinan cambios.
A veces el tiempo arrasa, el meteorológico y el otro, el de las horas. Conforme avanza, se lleva consigo lo que es pasajero y hace que se afiance lo que debe mantenerse, es la mejor respuesta a nuestras preguntas y siempre merece la pena escucharle, porque no se esconde nada para sí, porque deja al descubierto lo que fue, lo que es y lo que será. Hay lluvia que apenas moja y otra que cala hasta los huesos; hay viento agradable y otro que arrasa con todo allí por donde pasa; hay truenos que nos hacen sentirnos afortunados si nos cogen resguardados y otros que nos pillan en plena calle y nos recuerdan lo frágiles que somos.
Sabemos que en menos de veinte días llegará la primavera, pero aún quedan horas de lluvia y de viento, de paraguas en la mano y de bufanda al cuello. Y no podemos hacer nada más que esperar a ese sol que de nuevo saldrá y que nos recordará por qué nos gustan tanto estas fechas, en las que recuperaremos horas de luz y ganas de retomar aquello que por frío y tempestad dejamos de hacer o de vivir. “Todo pasa y todo llega” es una frase que estamos hartos de escuchar pero que, si de verdad, la interiorizásemos haría que se nos dibujase una sonrisa en la cara… Al fin y al cabo es pura esperanza, que es el mejor vaticinio para un buen final.
Marzo no ha hecho más que empezar y tú tienes que darte tantas opciones de ser feliz como días le faltan para acabar…
-Te lo dije cantando-
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