Tú. Con tus decisiones. Con tus días “de todo saldrá bien” y días de “ya no puedo más”.
Que aprendiste a no contar los sueños en fracasos, ni las metas en realidades, porque sabes que a veces es necesario intentarlo una vez más. Que aprendiste a no rendirte nunca, a pensar en grande, a entender que hay que seguir aunque nadie entienda tu por qué.
Que cambiaste de plan millones de veces, que cambiaste de rumbo tantas veces como errores. Porque ese puede. Porque sabes que si quieres resultados distintos, hay que hacer cosas distintas. Porque nadie dijo que no se podía cambiar de idea, ni de plan, ni siquiera de rumbo. Porque poderse, se puede.
Tú. Que te enseñaron que los aviones despegan en contra del viento. Que aprendiste que ese momento en el que nadie cree que podrás, es justo el momento perfecto para hacerlo. Tú que intentaste detener las olas, y acabaste aprendiendo a surfear. Que aprendiste que para hacer feliz a los demás, primero hay que ser feliz uno mismo. Y en ello estás.
Tú. Con todo. Sin más.
-Caracoles Caraduras-
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