Te vas. Y te ves, haciendo la maleta, deshaciendo tus recuerdos al compás de las lágrimas que campan a sus anchas por tus mejillas.
Y te ahogas, ante la posibilidad de irte, pero te hundes ante la posibilidad de quedarte. ¿Quedarte? No, no es una posibilidad.
Así que coges la maleta y lo dejas todo atrás. No estás segura de lo que “todo” significa para ti, ya nada tiene sentido. Hay veces, mi querida amiga, que el futuro da tanto miedo que nos hace temblar, que damos pasos a ciegas y nos chocamos contra muros invisibles. Los que creamos en nuestra mente, y los que se desarman con nuestra valentía. Porque aunque te sientas frágil, eres más fuerte de lo que nunca fuiste. Y por eso, por eso mismo, te vas.
Da miedo. Saber que todo lo que conocíamos, todo lo que vivíamos día tras día desaparecerá, y es por ello que te encuentras frente al volante, en el coche. Con tu reflejo mirándote de reojo en el retrovisor. Con tu pasado respirándote en la nuca. Respirando, suspirando, inspirando, jadeando. Lo sé, da miedo. Pero es el miedo quien debe temerte pues, por el momento, no tiene cabida ni en ti, ni en tu coche. Así que lo ahuyentas con un buen portazo y te pones rumbo a la carretera. Recuerda, te vas y, por cierto, felicidades. Lo estás logrando.
Por qué nos cuesta tanto dar el paso. Por qué lo nuevo nos parece tan remoto. Por qué pensamos que no podemos aspirar a más, que no podemos tener algo mejor, alguien mejor, ser mejores. Por qué nos hacemos tantas preguntas con respuestas que ya conocemos. Como decía William Ernest Henley, somos el capitán de nuestra alma, somos el amo de nuestro destino.
Y poco a poco el pasado se va haciendo pequeñito. Ves como la ciudad se encoje y se difumina entre las brumas que nublaban tu mente. Se convierte en un punto negro en el infinito. Ves tu pasado arder en llamas y sientes el calor en tu piel, que se cae a girones, que se deshace y convierte en cenizas para salir volando por la ventana del coche. Y tu melena se mueve al compás del viento y la canción que suena en la radio. It’s a new dawn. It’s a new day. It’s a new life. For me. And I’m feeling good. Sí, te sientes bien.
Tiempo después, lees estas palabras y no puedes creer cómo pasa el tiempo. No hubo coche, no hubo viaje en la carretera, tal vez sí, no lo sé. Pero no hizo falta, porque a veces no es necesario volar para dejar algo atrás, y no es necesario dejar algo atrás para volar. A veces simplemente requiere unas palabras, requiere un “hasta aquí hemos llegado”. A veces complicadamente, porque “simplemente” me parecería quitarle valor, requiere tomar una sola decisión para cambiarlo todo.
Tiempo después, lees estas palabras, y recuerdas que fue duro. Cuando preguntas a alguien cuál ha sido la decisión más dura de su vida y no está seguro de la respuesta, es que aún no la ha tomado. Porque tú sí lo hiciste, te recuerdas naufragando en un mar de lágrimas buscando la orilla para tomar aliento. Recuerdas los pelos de punta y las manos temblorosas, el corazón latiéndote en las sienes y la voz entrecortada. Recuerdas el silencio y el retumbar de tus pensamientos, que tronaban, rugían, bramaban y chirríaban.
Pero aquí estás, porque lo conseguiste. Y, de lo contrario, aquí estás, y este es tu momento. El vértigo lo sentirás durante esos instantes, pero créeme, te encantará volar. Sólo tienes que levantar el vuelo, y disfrutar del paisaje.
-Compartiendo Macarrones-
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