Quizá siempre he sabido que merezco algo mejor pero he visto tantas personas marcharse que me hicieron convencerme que no y con el tiempo me lo creí. Yo solía ser todo o nada, dejarme el corazón en cada momento de adrenalina que la vida me regalaba, me atrevía a todo, a querer con ganas, a querer bonito, a dejarme querer. Dejaba entrar a cualquier persona porque creía que quizá una de ellas al final se quedaría pero con el tiempo, mientras se marchaban una detrás de otra me fui convenciendo que quizá era yo, era yo el problema.
Así que, cuando finalmente llegaban personas a mi vida que tenían todas las intenciones de quedarse era yo la que decidía marcharse.
Cuando finalmente alguien supo quererme antes que yo lo hiciera, decidí que yo no quería querer, que no estaba preparada porque me convencí hace mucho que era mejor así, para mi y para los demás.
Esos que se fueron hicieron que estuviese segura de que estoy tan rota que si alguna vez alguien llega a tener la intención de querer caminar de mi lado, le iba a cortar con mis pedazos. Que no podía permitir que nadie intentara juntarlos, recogerlos o acariciarlos, que nadie merecía tenerme a su lado porque quizá yo me convencí que ni siquiera me merezco a mi misma.
A veces echo mucho de menos aquella niña que incluso con las manos llenas de sangre se atrevía a caer de nuevo para luego levantarse. Echo mucho de menos ese coraje que tenía para enfrentarme a la vida y que tuviese ella miedo de mi en vez de yo de ella.
Echo de menos todo eso que alguna vez fui porque aunque no quisiera volver a serlo, me aterra pensar en quien me convertiré mañana y que tan peor puede ser de quien hoy soy.
Sé que los golpes están para hacernos más fuertes pero en algún momento cuando la pelea acabó aunque me levanté del suelo y acepté la derrota, de alguna manera nunca he sabido volver a ponerme los guantes y tener una revancha. Quizá no por miedo a volver a perder sino por miedo, a que nunca vuelva a encontrarme.
-GG - Gabriela García-
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