viernes, 9 de noviembre de 2018

Para-arranca

No ha sido planeado ni intencionado. Y sin quererlo, una vez más, eso de la sincronicidad, vuelve a estar presente.
Ahora utilizo el término correcto: sincronicidad, que no son más que coincidencias temporales de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal y que presentan alguna relación con los pensamientos y emociones de la persona que la experimenta.
El caso es que se cumple un año del cambio, del nuevo libro, de la nueva vida... y vuelvo al lugar del crimen justo el mismo día que me fui.
Un año que se ha pasado volando pero a la vez también a cámara lenta. Una sensación de para-arranca que no termina de cuajar.
Después de unos meses de intentar asentarme y de buscar un equilibrio (infructífero aún), regresar, puede que sirva para respirar hondo, parar y encontrar, tal vez, respuestas a todas las incógnitas y todas las situaciones que han ido surgiendo y que me han asaltado en las últimas semanas.
Lisboa siempre es buen plan, aunque la última vez que estuviese allí volviese con ese conjunto de sensaciones y sentimientos que sólo ella es capaz de provocar. Felicidad, alegría, cariño, amor, familia, protección, hogar... y al mismo tiempo angustia, asfixia, sensación de estancamiento, de estar enjaulada e incluso rota. Esa mezcla de todo lo bueno y todo lo malo condensado en una caja.
Y aunque Lisboa no sea exactamente el destino, y aunque ya nada sea igual, y aunque parezca que todo está patas arriba y pocas cosas tengan sentido en este momento, al menos, la Familia, siempre es casa.

¡Un año!

-DetallesConectados-

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