viernes, 23 de noviembre de 2018

Desconfianza

Lo peor de las decepciones no es lo mal que lo puedes llegar a pasar o ese nudo que se te pone en el estómago, sino lo difícil que resulta volver a confiar.
Y es que hay personas que llegan a tu vida y después de un tiempo acaban atropellándote, así, sin más. Pasan como ese tren a toda velocidad que casi no le da tiempo a mirar a su alrededor, y tiran por la borda toda la confianza que había. Y pasa, y de un día para otro ya nada es lo mismo.
Lo triste es que a veces incluso te lo esperas, porque te das cuenta que las cosas no son como antes, que hay quien dejó de dar hace tiempo y pasas a ser un segundo plano. Y entonces te paras un segundo a pensar, porque está claro que hay que ser buena, pero también hay que saber diferenciarlo de ser tonta. Eso es lo más importante. 
Ese día me di cuenta que a base de decepciones me he vuelto más desconfiada, y que en parte tengo que agradecerlo porque me ayuda a no esperar nada de nadie y a llevarme siempre sorpresas, que de desilusiones ya estoy servida.

-Un rincón maravilloso-

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