Hace ya algún tiempo necesité muchas tardes y noches con mis imprescindibles, más bien fue una época en la que necesitaba dosis diarias de ellas y estoy segura de que aún no he llegado a agradecérselo en la misma medida que ellas supieron ayudarme. Aseguro que podría hablar de ellas una por una y esto no tendría fin.
Pero hoy hablo de una en especial, que simboliza a unas cuantas más. Porque fue una de las voces de mi conciencia, mi trébol de cuatro hojas, mi herradura y todas aquellas cosas que se guardan porque dan suerte.
Os hablo de una carcajada un segundo después de que ella abra la boca, os hablo de un pelo largo y oscuro y un tatuaje muy significativo. De un “me apunto” sin pensarlo y un “no necesito motivos para hacer lo que hago”. De un “¿me echas de menos? Asómate al balcón” y de un “coge el abrigo y vente aquí ya” en alguna que otra noche de invierno. Os hablo de un sentirse siempre en consonancia.
Que pasamos más tiempo del que nos gustaría separadas, que por la distancia, o cualquier otro motivo, sus abrazos no están siempre que hacen falta, que hay cosas que no nos contamos y no siempre nos llamamos para vernos. Que no somos las mejores amigas y hay veces que parece que ni siquiera lo somos (raro, pero a veces cierto). Hay temporadas en las que hablamos y nos vemos menos, que nos enfadamos y desenfadamos en cuestión de horas.
No tenemos la necesidad de estar siempre juntas pero cuando lo estamos volvemos a ser más nosotras, retomamos la conversación por donde la habíamos dejado la última vez y tenemos la costumbre de poner punto y final a determinadas historias sólo entre nosotras.
Ni siquiera estamos pasando por nuestro mejor momento, pero quizás nuestra amistad necesite este alto en el camino. Quizás yo necesite estar con gente que me haga recordar que sin ella no soy completamente yo y ella necesite darse cuenta de que no todos la entenderán como yo lo hago.
Pero eso sí, aseguro que jamás mentimos cuando decimos que nos echamos de menos, que nos queremos. Que nuestras anécdotas por siempre nos pertenecerán a nosotras y nadie más, que seguiremos siendo cómplices y no le costará hacer memoria cuando se repitan las mismas historias y no me costará repetirle los mismos consejos.
Hubo días inolvidables para nosotras en los que desconectábamos del resto del planeta y en los que hacíamos de cualquier sitio, nuestro sitio y siempre recordaré lo que fuimos en ellos. La trataré como a una hermana toda la vida y cada reencuentro será una bienvenida por muchos meses que pasen. Estemos donde estemos le haré sentir en casa, en la suya que es la mía y la de todas. Y siempre seguiremos aprendiendo la una de la otra, haciendo competición para ver quién es la más chapas.
Yo solo confío en que tenga presente que fue fundamental y que con su ayuda supe y fui capaz, que fue ese hombro y ese apretón de manos permanente. Quiero que cuando haga memoria caiga en la cuenta de que tuvo un lugar irreemplazable en mi vida y que le haré sentir única, porque lo es. Cuando los kilómetros nos separen y sea aún más complicado vernos, se encargará de seguir haciéndome sentir en consonancia y mantendremos nuestras promesas aunque no lleguemos a cumplirlas. Porque en eso y en un par de cosas más también se basa nuestra amistad.
Quiero jurarle que siempre será mi trébol de cuatro hojas, mi golpe de suerte, mi “más que amiga” y una hermana.
-Tal y como fuimos-
A vosotras, para que pronto vuelva a ser nuestro mejor momento...
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