Querida abuela,
Aquí estoy de nuevo, tumbado en la cama del pueblo. Parece que aún fue ayer cuando nos traías a mi hermano y a mí la bolsa de agua caliente para que no pasáramos frío en las gélidas noches de invierno, o cuando cada mañana nos preparabas aquellas tazas de chocolate caliente para desayunar.
Parece que aún fue ayer pero lo cierto es que de aquellas navidades y veranos en el pueblo ha pasado ya tanto tiempo…
El reloj de la vida no se detiene. Ese reloj es un cretino, un tirano de sangre fría que no entiende de méritos ni justicias. No tiene ni idea de quienes son los malos y tampoco tiene interés en conocer a los buenos.
Por no tener ni tan siquiera tiene bondad, aunque eso abuela, me creo que es porque tú se la robaste para ti.
De sobra sabes de mi timidez y que como tú soy de pocas palabras, pero me niego a callármelo. Os debo mucho a ti y al abuelo, y sé que por desgracia algún día no estaréis aquí… tiemblo sólo de pensarlo.
Cómo no iba a temblar si fuisteis la huella de mi infancia, la mayor inspiración y el mejor ejemplo que la vida jamás me podrá brindar.
Si fuisteis con quienes aprendí a diferenciar entre cansancio y hastío, que si uno ama y disfruta con lo que hace los horarios pierden su sentido.
Si fuisteis, sois y seréis eternamente ese ángel de la guarda que me alumbre el sendero a seguir.
Gracias por tanto.
Rubén
Isa... a tu lado.
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