«Que cuando se vaya, algo suyo quede en mí». Esa debió haber sido mi bandera hace muchos años.
Llegados a este punto, es probable que no necesites que nadie más te recuerde que la vida y el mar tienen mucho parecido. Que hay olas que llegan para arrasar con todo y olas que no aparecen más que para dejar un leve cosquilleo en unos pies posados en la orilla. Y que no importa de qué tipo sean, salvo en el momento en que llegan, claro, porque después de ellas vendrán otras, y otras, y otras…
A veces me pregunto si no existe algo que pueda durar más que una simple ola. Algo que no venga a visitarte ya con la semilla de un adiós. Y es entonces cuando me doy cuenta de que las cosas que más duran no son aquellas que permanecen más tiempo a tu lado, sino aquellas otras que, pase el tiempo que pase, se han quedado dentro de ti.
«¿Qué es un amigo?», me preguntaste una vez. Difícil respuesta. Un amigo es aquel que un día apareció de la nada para cambiarte la vida. Aquel aliado que con mucho o poco te ayudó a convertirte en la persona que hoy disfrutas, amas y eres. Y que poco importa que hoy esté presente o que la vida os separara: si su halo sigue en ti, esa persona está contigo.
Y es que en la vida encontraremos muchas olas, muchas personas y muchas aventuras. Pero solo nos acordaremos de aquellas que dejamos que nos empaparan. Aunque ya no estén. ¿Y por qué? Porque lo que nos cambió la vida no fue que se marcharan, sino que ya fuera para poco o mucho rato, hubieran llegado.
Cuando lo sientes así, solo queda darle gracias a la vida.
-El universo de lo sencillo-
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