Me encantan esos abrazos que me estremecen, que logran parar el tiempo y detener mi respiración. Me encantan porque me recomponen y hacen que mis penas y mis miedos vuelen muy lejos.
Me gustan los abrazos que, aunque no resuelven nada, me ayudan a decirle a las adversidades que no van a poder conmigo, que no van a derrumbar mis muros ni a destrozar mis cosechas.
Así que sí, lo confieso, esos abrazos son mi debilidad. Me derriten con solo pensarlo. Me abrigan, me arropan y me hacen sentir que la vida no es ni injusta ni mala, y que no hay mejor manera de sentir que a través de la piel.
-Raquel Aldana-
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