miércoles, 1 de febrero de 2017

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Hace unos días leía un texto maravilloso sobre la felicidad.
Decía, a grandes rasgos, que tenemos la manía de buscar la felicidad y realmente ésta aparece cuando menos la esperamos, cuando decidimos disfrutar de aquello que tenemos, cuando vivimos el momento. 
No se puede decir que no aproveche los minutos, los segundos e incluso las milésimas de cada día. Pero he de confesar una cosa... A veces se me quedan cortas incluso esas milésimas. 
Un buen amigo me dijo hace un tiempo que no podía comparar una persona que llevaba en mi vida años, con alguien que acababa de entrar en ella.
Tal vez no. 
Parto siempre del principio que las comparaciones son odiosas. Pero tal vez por esa misma razón, porque nadie es igual a nadie, puedo decir que hay personas con las que, si bien su presencia es reciente, me falta tiempo. 
Me faltan horas de charla, me faltan minutos para compartir, me faltan segundos de risas... ¡Me faltan milésimas de todo! 
Porque, a pesar de la intensidad de los momentos, siempre quedan ganas de más. Y sí... ¡se me hace (muy) corto! Y [querría] quiero más, a pesar de ser consciente de que quedan inmensas aventuras y anécdotas por contar. Principalmente por un motivo claro: ¡ya no hay vuelta atrás cuando te agarra la felicidad! 
Y es que a lo mejor, tal y como dice aquella frase, las personas más importantes no se encuentran, sino que la vida se encarga de presentártelas. 

"Llegaron con el desorden y ordenaron mi vida.

-DetallesConectados-

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