Ser gentil, amigable y atento es algo bueno. Tal vez si más personas invirtiesen un poco más de su tiempo y energía en ayudar a los demás, probablemente el mundo sería un lugar menos sombrío.
Pero no debemos confundir amabilidad con inercia. No debemos permitir que abusen de nuestra buena voluntad y que pasen por encima de nosotros porque somos (seguro que alguno lo habéis oído) "demasiado buenos", y vamos a aceptar y perdonar todo.
Creo en el perdón. Pero creo también que sólo debe ser perdonado quien pide ese perdón y quien lo merece, quien desea realmente ser perdonado, quien demuestra ese arrepentimiento.
Sin embargo no tenemos la obligación de aguantar todo. La paciencia tiene sus límites. No tenemos la obligación de convivir, de ser amables y de distribuir besos y sonrisas a quien nos provocó sufrimiento, a quien nos hizo daño de forma gratuita.
La vida está hecha para ser vivida y no soportada. Cuando nos sentimos en la obligación de perdonar todo, e ignoramos nuestros sentimientos, las heridas que todavía están abiertas, nos imponemos una especie de tortura psicológica. Y no debemos imponer sufrimiento a nadie, mucho menos a nosotros mismos, para agradar a los demás.
No tenemos la obligación de convivir con gente que nos pisa y nos empuja con una sonrisa falsa en la cara y palabras aparentemente educadas pero que, en el fondo, van cargadas de cinismo. No tenemos la obligación de convivir con quien nos roba nuestra felicidad, con quien nos roba nuestra energía, con quien nos provoca cualquier tipo de dolor. No tenemos la obligación de agradar a quien no se esfuerza mínimamente para vernos sonreír. No tenemos la obligación de sacrificarnos por alguien que no se interesa por nuestros sentimientos. No tenemos la obligación de comprender ni de demostrar simpatía por alguien que nos arrolló sin ningún pudor.
Sólo nosotros mismos conocemos nuestros límites y sabemos hasta dónde podemos caminar sin forzar nuestra bondad. Sólo nosotros podemos medir el peso de una ofensa y la extensión real de un daño provocado por alguien en nuestra vida.
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