Tropezamos con piedras en el camino; con objetos caídos; objetos perdidos; con errores propios y ajenos; con canciones; con olores; con sabores y sinsabores; con cuentos y cuentistas; con animales de cuatro y dos patas; con personas vacías y con personas que te regalan su universo; con agujeros negros y con ricos tesoros...
¡Y qué bueno tropezar dos veces! Porque a partir de la segunda ya podemos saludar a cada uno por su nombre propio e incluso hacerle un guiño de complicidad.
-Salma Nadi-
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