Es necesario aceptar cuándo una etapa de nuestra vida termina. Si insistes en permanecer en ella, perderás la alegría y el sentido de vivir. Llámalo como quieras: cerrar un ciclo, cerrar una puerta, cerrar un capítulo…
No podemos vivir el presente pensando en el pasado y tampoco podemos estar todo el tiempo preguntándonos: “¿Por qué me ocurrió esto a mí?”. No podemos ser niños o adolescentes eternamente, ni empleados de empresas inexistentes o tener algún tipo de relación con personas a quienes no les caemos bien.
Los problemas ocurren y debemos dejarlos ir.
Un día, de repente, un sentimiento de nostalgia te invade y piensas en todo el tiempo perdido, los minutos desperdiciados pero que no regresarán más. Hay que entender que el tiempo es nuestro bien más valioso. Y el tiempo es vida.
Es normal que nos acordemos del pasado. Lo que es perjudicial es vivir con las heridas emocionales abiertas constantemente. Son esas mismas las que nos impiden caminar, vivir el presente y disfrutar de aquello que tenemos.
Creer que el pasado fue mejor es garantía de sufrimiento en el presente. Ese pensamiento es el que nos impide soltar amarras y dejarnos ir, sumergiéndonos en un abismo. Tenemos que librarnos de las cadenas para que las heridas no se hagan más profundas. Lo que eres hoy es fruto de tu pasado, fuese éste bueno o malo.
No conseguimos cambiar el pasado, pero conseguimos entender las partes negativas y no permitir que
desconcierten nuestro presente. Es doloroso, pero nos da el espacio necesario para enfrentar un nuevo futuro.
Superar el miedo al pasado, librarte de esa carga y percibir lo que te oprime es la única manera de acabar con ese sufrimiento.
Si no te hace feliz… ¡déjalo ir!
-DetallesConectados-
'Mi pasado es todo lo que no pudo ser. Ni las sensaciones de tiempos pasados son melancólica: lo que se siente requiere el momento;'
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