Me despido hoy.
Me despido de lo que ha sido mi segundo mundo durante 25 años. Un cuarto de siglo con un balón debajo del brazo, o mejor dicho… ¡botándolo! Y no puede haber mejor manera que culminándolo con una final nacional y una lucha por una subida de división.
Un torrente de sentimientos, de sensaciones y de recuerdos inolvidables recorrerá hoy todo mi cuerpo…
Quien ha jugado o practicado deporte me entenderá. Habrá otros que no. Sólo viviéndolo se puede tener una noción de lo que ha podido significar una vida dedicada a un deporte que me lo ha dado todo: una forma de vida, una escuela constante, una asignatura necesaria... además de amigos y una segunda familia.
Hace unos meses, leía en una entrevista a una jugadora de baloncesto a la que admiro, que las experiencias que había vivido hasta ese momento y las que podría vivir todavía, no podía compararlas... Cada una tenía su característica especial, unas circunstancias que convertían a cada una de ellas en momentos únicos e inigualables.
¡Eso mismo es lo que puedo decir de estos 25 años! Momentos únicos e inigualables, todos diferentes... ¡y que no se pueden comparar!
He pasado por 7 clubes distintos. Todos con sus cosas buenas y malas. Pero me tengo que quedar con dos. Aquel que me dio las mejores amistades y aquel que me lo dio todo en mi país de acogida: Unami y Carnide, ¡gracias!
¡Gracias por darme la oportunidad de formar parte de un deporte tan maravilloso!
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