"Permítanme que les cuente un cuento.
Teseo tenía un barco, era un bello barco conocido por todos los atenienses. Con el paso de los años, Teseo fue remplazando todas y cada una de las piezas originales, desde las tablas de cubierta hasta la más pequeña de las manivelas. Generaciones después, ninguna de las piezas originales revestían el barco, todas habían sido sustituidas. Y, sin embargo, todos los atenienses sabían que ese era el barco de Teseo. Y lo sabían porque recordaban que lo había sido. Ese era el barco de Teseo porque en la memoria de todos habitaba el ininterrumpido relato de que ese había sido siempre su navío.
Somos memoria, somos porque otros nos recuerdan. Somos la memoria que dejamos en quienes nos recuerdan, y su mirada nos conforma y lo que no se recuerda se apaga, languidece, muere. La memoria es el hilo de Teseo que nos dota de identidad.
Somos una suma de recuerdos: el olor de nuestra madre al despertarnos para ir al colegio, la textura de un balón de fútbol sobre la tierra del patio, el primer beso, el primer dolor, el primer trabajo, esa borrachera con los amigos y ese desamor compartido… Ese conjunto de vivencias nos hace ser quien somos.
Y si eso nos fuera arrebatado, si alguien borrara nuestros recuerdos, nos encontraríamos desorientados, perdidos sin las herramientas necesarias para saber quiénes somos.
Eso mismo nos ocurre como país, nos han robado el relato de nuestra historia, han roto el hilo de Teseo que da sentido y unidad a nuestra memoria, a nuestra identidad. No somos un pueblo sumiso. Somos ese pueblo que paró un golpe de Estado con la fuerza de la legalidad republicana y la voluntad de miles de ciudadanos, somos ese pueblo que decidió entrar en la modernidad a base de más escuelas y más profesores, somos ese pueblo que aprobó el divorcio a principios de los años 30, que alumbró a Lorca, Machado, Hernández, Alberti, Zambrano. Es importante saber quiénes fuimos para entender quiénes somos.
Somos un país que salió de la dictadura barriendo bajo la alfombra del olvido a más de 100.000 muertos. Cien mil muertos que salieron a defender la legalidad vigente y se les premió con una fosa común con vistas al olvido. Somos el segundo país con más fosas sin desenterrar después de Camboya. Somos un país cuya transición a la democracia estuvo pilotada por las mismas élites que lideraron la dictadura… y quizá no pudo ser de otro modo, pero es necesario saberlo.
Somos un país que tuvo un dictador que se alió con los nazis y el fascismo italiano para dejarles que arrojaran bombas
sobre su propio pueblo. Somos un país que ha tenido campos de concentración, un país que ha tenido grandes empresas que aún existen y cotizan en los mejores indicadores bursátiles que hicieron su fortuna gracias al
trabajo esclavo de los represaliados de la guerra, somos un país que torturó y exterminó opositores políticos, un país que ayudó a los nazis a enviar compatriotas a campos de concentración como el de Mauthausen.
Es importante desenterrar para conocer y que podamos ver todas y cada una de las piezas de este barco para poder reconocernos en él, en su historia, con su oscuridad y su luz. Reconocernos en las tropas españolas que entraron en París para liberarla de la ocupación nazi y reconocernos en el sufrimiento de quienes aún permanecen ocultos en las cunetas. Es necesario saber quiénes somos, es necesario saber que la dictadura no fue un período de extrema placidez, sino una época oscura que debe ser conocida y estudiada. La voz de los derrotados ha faltado en el relato de nuestro país, su voz ha sido silenciada hasta tratar de llegar a convencernos de que nunca estuvo allí. Y esa voz es importante.
Porque hablar de políticas de memoria nunca es hablar de pasado, es hablar de presente, es hablar de identidad. La memoria es la capacidad de entender lo que somos y a la vez la voluntad de querer decidir lo que seremos."
-Juan Diego Botto-
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